—No caigas en sus provocaciones —Luke intervino—, es lo que está buscando —indicó con seguridad.
Alexander presionó con fuerza sus puños, estando a punto de golpearlo.
—No vales la pena —expresó intentando controlarse.
—Justo como lo pensé —murmuró—, no eres un rival para mí. —Elevó su mentón con altivez. —¿Cuándo estarán los resultados listos?
—En una semana —indicó el abogado.
—Nos veremos la cara pronto —manifestó con resentimiento—. Me comunicaré con Madi para preguntarle de qué color desea la habitación de nuestros hijos.
Luke se interpuso entre ambos.
—Mantenga a su cliente lejos del mío, o nos veremos en los tribunales —refirió—, no tiene porque estar aquí —mencionó.
—Será mejor que nos vayamos —refirió el abogado—, evitemos complicaciones. — Lo tomó por el brazo y se encaminó hacia otra sala.
— ¡Madi! —refunfuñó Alexander con molestia—,odio que la nombren con diminutivos —gruñó.
Luke ladeó los labios y sonrió.
—Voy a tomarte una foto para enviarsela a Madison —bromeó.
—No vas a pensar que estoy celoso y menos de ese tipejo —dijo.
—Por supuesto que no, solo deseaba que rieras un poco, para que se te pasara el enfado.
—Gracias —expresó y caminó hacia Madison quien salió con los pequeños—. Vámonos de aquí, James se encuentra aquí —solicitó.
—Infeliz —la joven expresó.
Luke tomó a uno de los pequeños y Alexander al otro, mientras Madison les colocaba una manta a cada uno para protegerlos de los periodistas que estaban por todos lados.
***
Por la noche.
Hanna se encontraba en una de sus cafeterías favoritas, trabajando en uno de sus manuscritos, plasmándoles delicadas ilustraciones. Un par de lágrimas cayeron sobre sus mejillas luego de que le rechazaron el libro en el que había trabajado durante mucho tiempo.
—No me voy a dar por vencida, te voy a demostrar que puedo —expresó pensando en la discusión que tuvo con su madre.
Al ver su reloj se dio cuenta que ya era tarde, cerró su libro y lo guardó en su bolso. Caminó entre la iluminación hacia su vehículo, justo cuando estaba por abrirlo, su corazón se agitó al sentir la presencia de alguien.
— ¡Quiero tu bolso! —indicó un hombre.
La chica pasó saliva con dificultad, giró con lentitud en su eje, entonces identificó al sujeto que sostenía un arma y le apuntaba.
Por instinto levantó sus brazos sintiendo que temblaba.
—Mira que bonita princesa me encontré —Sonrió ladeando los labios.
La chica abrió su bolso y sacó su manuscrito.
—Lleveselo —dijo con voz temblorosa.
El hombre agarró el bolso y haló con fuerza haciendo que se acercaran a él.
—No me haga daño —suplicó.
El sujeto carcajeó.
—Aquí las órdenes las doy yo —susurró.
Hanna palideció al sentir como la sujetó con fuerza de los brazos, sin pensarlo flexionó su pierna y está golpeó su entrepierna.
En cuanto el tipejo se dobló por el dolor, se giró dispuesta a correr, entonces chocó con el fornido torso de un hombre. Su cuerpo tembló al imaginar que se trataba de algún cómplice de aquel maleante.
***
Las grandes carcajadas de los pequeños inundaban la bañera, al estar sumergidos en sus tinas de baño.
Los dedos de Luke, se colocaron sobre su mentón, haciendo que lo mirara.
— ¿Te hizo daño? —preguntó.
—No —respondió intentando jalar aire—, solo me asuste, por un momento creí que algo malo me sucedería, ¿cómo es que llegaste en mi ayuda? —preguntó.
—Estuve esta tarde en casa de Alexander, escuché cuando le llamaste a Madison y le mencionaste que estarías aquí trabajando —explicó—, quise pasar a saludarte. —Se aclaró la garganta.
Hanna acercó sus labios con lentitud a su mejilla y le regaló un beso lleno de ternura.
—Gracias. —No pude evitar liberar un par de lágrimas.
El corazón de Luke se aceleró al sentir sus aterciopelados labios en su piel.
—Siempre contarás conmigo —manifestó con sinceridad.
Un agitado corrientazo recorrió el cuerpo de Hanna, se estremeció al escuchar sus palabras, por unos segundos sus miradas se encontraron denotando un brillo que ninguno tenía, instantes después Luke volvió a incorporarse en la carretera, sin atreverse a decir nada.
***
Una semana después.
Alexander se encontraba en su oficina estudiando algunas opciones de compra, colocó su taza sobre su acristalado escritorio la taza con el café expreso que tanto le gustaba. Al ser anunciado que había llegado Luke, de inmediato solicitó que ingresara, se puso de pie y se dirigió a la sala. De inmediato solicitó la presencia de Madison.
— ¿Tienes los resultados? —cuestionó la chica al ingresar a la oficina.
Luke se aclaró la garganta y los miró con seriedad.
—Sí ya lo tengo —pronunció.
— ¿Qué ocurre? —cuestionó Alexander frunciendo el ceño.
Le entregó los resultados a su amigo y se quedó pensativo.
—¡Esto no puede ser posible! —gruñó Alexander—. Yo soy el padre de los gemelos, yo soy el hombre que los engendró —bramó llena de ira.

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