Hanna colocó un jarrón con las rosas que le llevó Luke y las acomodó sobre la mesa que tenía en la terraza, además de llevar un par de copas y una botella de su vino favorito.
Al salir Luke sosteniendo un par de platos con los emparedados que recién había preparado, se sorprendió al ver la terraza alumbrada con las guirnaldas con bombillas alrededor del espacio, además de las flores que le había entregado.
—Estoy seguro que te va a encantar —mencionó tomando asiento frente a ella.
—No lo dudo ni un segundo —respondió ella y de inmediato le dio un pequeño mordisco—. mmm, está delicioso —manifestó con sinceridad.
Luke sonrió con satisfacción.
—Sabía que te encantaría —comentó con orgullo—, a tu hermano le gustan mucho.
—De haber sabido que se reunían para comer estos emparedados, te habría visitado muy seguido —bromeó y bebió un sorbo del vino que recién le sirvió él.
Luke ladeó los labios y mordió el sándwich.
—Me alegra que te guste, espero que eso calme a la fiera que llevas dentro. —Volvió a reír al recordar los gruñidos de su estómago.
Hanna sonrió sin poder evitarlo.
—Estuve trabajando toda la tarde, me apasioné tanto, que me olvidé de comer —explicó más relajada.
—De ahora en adelante te voy a enviar un mensaje diario, para recordarte comer.
Luego de que finalizaron de cenar, se dirigieron a la sala, al sentir que comenzaba a hacer más frío, Hanna ingresó el hermoso ramo de flores y Luke se llevó los platos y las copas.
—Nunca te llegué a imaginar regalando flores —confesó la chica—, siempre pensé que tu forma de conquistar a alguien era en un antro o con alguna de tus compañeras de oficina.
Luke se aclaró la garganta.
—Vaya que tengo mala fama —mencionó y acercó la bolsa que le había faltado de dar.
Hanna se sorprendió al sacar el oso de felpa, de inmediato lo abrazó sintiendo su deliciosa suavidad.
—Está hermoso —dijo sin dejar de mirarlo a los ojos, sintiéndose eclipsada por él.
—Me alegra que te guste —mencionó acercando una de sus manos hacia su mejilla—, necesitaba verte —confesó, los dedos de su mano acariciaron su aterciopelada piel—. Te echo de menos —dijo sin poder dejar de mirar aquellos ojos verdes que tanto le gustaban.
Pasó saliva con dificultad al escucharlo.
—También te extraño, disfruto mucho de tu compañía —sonrió con ternura.
Luke la cobijó entre la calidez de sus brazos, percibiendo los fuertes latidos de su corazón, sin necesitar de más para sentir una gran dicha en su interior.
— ¿Qué estás haciendo conmigo Hanna Walton? —cuestionó cerca de su oído.
***
Al día siguiente.
Madison ingresó a la cocina, lista para comenzar con su día laboral, frunció el ceño al observar a un par de hombres hablando con Alexander.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Herederos para el Enfermo CEO