James llevó a la mesa una tabla con quesos y colocó su vino favorito. Miró su reloj y frunció el ceño con extrañeza al ver que ya casi eran las 3:00 pm y no llegaba, por lo que de inmediato tomó su móvil y le llamó.
Resopló con extrañeza, después de que le marcó tres veces y no le respondió, a continuación, le envió un mensaje:
— ¿Todo bien?, ya tengo todo listo para que charlemos, envió una imagen de la mesa con el ramo de flores, las copas y todo lo que comerían juntos.
Comenzó a caminar con desesperación de un lugar a otro al ver que no leía sus mensajes.
—Debe venir en camino —refirió y tomó asiento.
***
Mike tomó el lugar de Alison al ver que la chica no llegó. Intentando ocultar su molestia comenzó a hacer el trabajo de la chica.
—¿Hoy no vino la muchacha de los ojos bonitos? —cuestionó la pequeña a la que le dio un panecillo de más.
Mike se acercó a ella y le entregó un panecillo en su manita. La mirada de la niña se iluminó y le sonrió.
—Gracias —susurró y prosiguió para que le siguieran dando sus alimentos, sin poder dejar de sonreír.
***
Alison caminaba a pasos agigantados sabiendo que ya era muy tarde para llegar a la cita, su corazón latía agitado ante las grandes zancadas que daba.
—Si pudiera conducir mi auto, no tendría que estar pasando por esto. Tomó su móvil y se detuvo al observar un mensaje que le llegó:
— ¿En dónde estás?
—Ya casi llegó —respondió y prosiguió su caminar.
***
Madison tomó su teléfono y marcó a Hanna.
— ¿Cómo están? —preguntó Madison a su cuñada.
—Hola, mamá —contestaron los niños, a través del altavoz.
—Estamos desayunando helado —dijo Noah.
—No, no estamos comiendo helado.
Madison escuchó que Liam intervino.
—La tía Hanna dijo que era nuestro secreto —susurró.
Madison presionó sus labios, intentando no sonreír.
—¡Es verdad! —recapitúló el pequeño Noah—, no, no estamos comiendo helado —corrigió con la boca llena.
Madison carcajeó.
—Entonces ¿qué están desayunando? —cuestionó.
—Eso es lo de menos —Hanna intervino—, lo importante es que su tía favorita los está cuidando, ¿necesitas algo? —indagó.
Silencio.
—¿Sucede algo? —cuestionó Hanna.
—No, nada, solo deseaba saber que estuvieran bien —refirió.
—La estamos pasando increíble —Hanna dijo—, estate tranquila, prometo que no saldremos de casa, estaremos viendo las caricaturas.
—Cuando lleguemos iremos al parque con Alexander, prometimos llevarlos a los juegos.
—Pues igual y los acompaño —Hanna respondió—, voy a apurarme con mi trabajo.
—Gracias por estar al pendiente de mis pequeños —mencionó y cortó la llamada.
Alexander ingresó a la oficina con un par de charolas.
—Me muero de hambre —expresó. — ¿Todo en orden? —cuestionó al saber que era una llamada con su hermana.
Ambos inhalaron profundo para normalizar sus respiraciones, entonces Alexander abrió.
—Luke, pasa amigo.
—Lamento interrumpir su tiempo de comida, pero —se quedó callado unos segundos al mirar hacia Madison y luego desviar con rapidez sus vista de ella.
Alexander giró su rostro hacia su esposa y se acercó a ella con rapidez.
—Traes desabrochados un par de botones de la blusa —susurró.
El rostro de la chica se enrojeció y se dirigió hacia el tocador.
—Creo que llegué en mal momento a la hora del postre —bromeó Luke al ver que Madison no se encontraba cerca.
Alexander carcajeó, y se dirigió con su amigo a la sala para que se sentaran y pudieran charlar.
— ¿Qué ocurre? —cuestionó.
—Detuvieron a un par de policías a los que James sobornó, al huir de su apartamento.
Alexander presionó sus puños con fuerza.
—No es posible que se dejen vender por un criminal. —Golpeó con fuerza la mesa.
***
James resopló al ver que eran las 3:30 pm y Alison seguía sin responder a sus mensajes, ni tampoco a las llamadas.
— ¿En dónde estás cariño? —cuestionó sintiendo gran nerviosismo—. Estoy seguro que aún me amas, no me puedes dejar solo —manifestó—, siempre has sido mía, basta con que te endulce el oído para que vuelvas a mí y me apoyes —refirió.
Escuchó que tocaron a la puerta y sonrió.
—Sabía que no me podías dejar solo —indicó y de inmediato se puso de pie, se abrochó los dos botones de su saco y se dirigió a abrir la puerta sonriendo mostrando su blanca dentadura—, sabía que no me podías fallar. —Abrió la puerta—. Bienvenida, mi amor —expresó con entusiasmo.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Herederos para el Enfermo CEO