—Noah, Liam —Madison se movilizaba lo más rápido que podía buscando a sus pequeños, sintiendo que su corazón dolía al no verlos.
—Vamos niños, no jueguen con mis emociones, la tía Hanna se muere si no aparecen ya —refirió con voz fragmentada.
—Vamos a dividirnos —Alexander se detuvo—. Los encontraremos, lo prometo —manifestó, tomó con sus grandes manos las mejillas de Madison. Su corazón dolió al ver en sus orbes una gran carga de aflicción. —Mírame —suplicó.
Madison enfocó su cristalina mirada en sus verdosos ojos, y se reflejó en ellos.
—Los vamos a encontrar. —Besó el dorso de su mano—, estén pendientes de sus teléfonos —dijo y cada uno tomó un camino diferente para ir a buscarlos.
Mientras Alexander se movilizaba entre el césped y corría hacia los frondosos árboles, tomó su móvil y se comunicó con el encargado de su seguridad.
— ¿En dónde están? —cuestionó.
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Hanna se detuvo unos segundos para tomar aire, se recargó en una banca, sintiendo como su cuerpo temblaba.
—Es mi culpa, es mi culpa —se recriminó, al tiempo que limpiaba las lágrimas de sus ojos.
— ¡Hanna! —Luke exclamó sintiendo que le faltaba el aire al haber llegado corriendo.
La chica volvió a limpiar su acuosa mirada.
—Todo esto es por mi culpa —expresó envuelta en llanto—, no debí descuidarlos, no debí responder esa llamada —sollozó.
Luke la estrechó entre sus brazos.
—Los vamos a encontrar, para eso estoy aquí, para ayudarlos —indicó, limpiando sus lágrimas con la yema de sus dedos—, tranquila —solicitó.
***
—Noah, Liam —Madison se acercaba a cada niño que veía caminando por el parque, al darse cuenta que no eran proseguía mostrando fotos a las personas que se encontraban ahí.
La joven continuó al ver que cerca de ahí se encontraba el lago, por lo que corrió hacia alla y luego llamó a Alexander.
— ¿Los encontraste? —cuestionó.
—No, pero estuvieron en el carrusel con Hanna, quizás estén por allá, voy hacia el lago.
—Enviaré al personal hacia allá —indicó.
Madison se detuvo unos segundos antes, se flexionó colocando sus manos sobre sus rodillas, intentando jalar más aire, entonces su afligido corazón, se agitó lleno de emoción al verlos correr.
—¡Liam!, ¡Noah! —gritó y corrió hacia ellos.
Ambos niños giraron al escuchar su voz.
—Mira mamá, un perrito —indicó lleno de emoción Noah.
—Se metió al agua —dijo Liam señalando hacia el lago.
La joven se acercó hacia ellos y los abrazó, liberando un par de lágrimas.
— ¿Nos podemos llevar al perrito a la casa?
Madison buscó hacia donde señalaban y comenzó a reír.
—Ese no es un perrito, es un pato —explicó sintiendo que el alma le volvía al cuerpo.
—¿Un pato? —ambos niños fruncieron el ceño sorprendido.
—Con razón no decía gua, gua —mencionó Liam.
—No es cierto, Liam fue quien se cayó en el lodo por querer agarrar al perrito. —Sonrió mostrando sus pequeños dientes.
Alexander y Hanna carcajearon.
—Vamos a llevarlos a que se duchen —indicó.
Mientras los niños jugaban en el agua, Madison y Alexander se sentaron en la orilla de la tina y se miraron a los ojos.
—Sentí que me iba a volver loca de la angustia. —Inhaló profundo.
—También yo —Alexander contestó con sinceridad—, ustedes son mi vida, mi mundo. —Tomó el dorso de su mano y depositó un tierno beso, entonces sintieron una pequeña llovizna cayendo sobre ellos, ambos miraron hacia los niños quienes reían divertidos, después de haberlos mojado.
Luego de que los ducharon y cenaron juntos, los pequeños se quedaron dormidos. Alexander y Madison se dirigieron a su alcoba.
—Es hora retomar en lo que nos quedamos. —Deslizó con la yema de sus dedos el fino tirante de sus hombros y comenzó a dejar una estela de deliciosos besos.
—Estoy de acuerdo contigo —Madison contestó con la voz temblorosa—, después de la tarde tan terrible que pasamos, esto nos ayudará a relajarnos y recuperarnos del susto que vivimos.
Alexander sonrió, entonces un candente chisporroteó comenzó a inundar toda la habitación. Sus corazones sucumbieron deseosos de fundirse en una sola piel.
—Espero que esta vez no haya ninguna clase de interrupciones —Madison bromeó.
—Nada podrá evitar que esta noche, Madison Walton, seas completamente mía —murmuró cerca de su oído.
La chica sonrió al sentir un delicioso cosquilleo sobre su piel, se dirigió hacia las lámparas de noche y las apagó. Justo cuando estaban en pleno arrumaco, el llanto de uno de los pequeños, los detuvo en seco.
— ¡No! —ambos exclamaron al mismo tiempo, entonces el otro pequeño se despertó y también comenzó a llorar.
— ¿Qué decías? —Madison se puso de pie y se colocó la bata.
—Te decía..., que si nuestros hijos nos lo permiten, esta noche, quizás esta noche podremos pasarla juntos. —Sonrió poniéndose de pie para ir a cuidar a uno de los pequeños.

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