Madison sonrió al observar que Alexander por fin despertaba, se acercó a él y colocó una de sus manos sobre su frente.
— ¿Qué ocurre? —cuestionó con extrañeza.
—Anoche tuviste fiebre —expresó con preocupación—, comenzaste a delirar. —Se aclaró la garganta—, por fortuna localice a… la doctora Olivia y ella me ayudó a controlarla.
Él se sentó sobre la cama y sacudió su rostro.
—No recuerdo nada de esto —explicó—, de lo único que me acuerdo es que estabas inquieta y me recosté a tu lado.
— ¿Te has sentido mal? —cuestionó mirándolo a los ojos atentamente.
—Solo un poco de jaqueca —contestó sin titubear.
—No me lo habías dicho —Madison pronunció con inquietud.
Alexander resopló.
—No deseaba preocuparte —manifestó con sinceridad—. Suficiente tenemos con ese loco suelto. —Tensó su mandíbula.
—La doctora desea verte cuanto antes.
Alexander se llevó las manos a la cabeza y dio un tirón en su cabello.
—En cuanto ese tipo salga de nuestras vidas, prometo que viajaremos.
— ¿Y si nunca lo hacen?, es evidente que es más listo que tu personal de seguridad —expresó con resentimiento—, no puedes dejar pasar más tiempo sin que te hagan un chequeo, si algo te llega a suceder. —Su barbilla tembló
Alexander presionó con fuerza sus párpados.
—Si viajamos fuera del país, estarán más vulnerables, no sé qué más hacer para protegerlos —bufó—, no soy un delincuente, no puedo pensar cómo él, no sé qué es lo que quiere —bramó.
—Tampoco yo, pero necesitamos saber que estás bien, que ya no hay peligro, casi son 4 años que estás en tratamiento por el cáncer.
—Estoy en remisión, eso es diferente —indicó él.
—Mientras no me digan que ya estás del todo curado, no descansaré —Madison refirió—, no pospongas más la visita a Canadá, enfrentemos juntos lo que sea.
Las manos de él acariciaron su rizada cabellera.
—Tú ganas —manifestó—, no estoy seguro de llevar a los gemelos, sabes que requiero de un acompañante en el hospital. —Se quedó pensativo—, quizás pueda decirle a Luke que vaya conmigo —sugirió.
Madison torció los labios.
—Está bien, creo que es lo más indicado —respondió.
Alexander se aclaró la garganta, y la miró a los ojos.
— ¿Qué estás pensando? —Madison cuestionó—, conozco cuando deseas decirme algo y no te atreves.
Ladeó los labios y sonrió sin poder evitarlo.
—Me sentiría más agusto, si se quedan en casa de mis papás, solo será un par de días.
— ¿Estás loco? —preguntó sorprendida—, aún tu madre no me tolera del todo, no deseo ocasionar que le dé el patatús con mi presencia —bromeó.
—Es un buen momento para que terminen de hacer las paces. —Ladeó su rostro y la miró con cariño.
—Espero que se quede Hanna, ahora que va a necesitar recuperarse de la cirugía. —Presionó sus labios con preocupación.
—Todo estará bien. —Alexander besó su frente.
Te traje el desayuno —Madison cambió de tema y se dirigió por la mesa de cama.
—Gracias por todo —manifestó intentando ocultar su preocupación.
—No tienes nada que agradecer, somos un equipo.
—El mejor de todos —Alexander reafirmó.
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