—Dios, sabe que aprecio mucho a Luke, como el mejor amigo de tu hermano, pero no me gustaría que te enredaras con él, todos los que lo conocemos, sabemos de sobra que solo busca aventuras, no me gustaría que una Walton, fuera una más en su lista —dijo con la voz entrecortadas.
—Tengo la suficiente edad para decidir, no lo olvides —Hanna contestó de inmediato—, decidí vivir sola, para que dejaras de entrometerte en mi vida, sin importar que me retires el apoyo que me dan —resopló.
— ¿Por qué razón te quitaríamos lo que te pertenece? —el señor Adam se sentó a su lado y acarició su mejilla.
— ¿Por qué no le respondes a mi papá, señora Alice Walton?
Alice caminó hacia la ventana de la habitación.
—No era mi intención intimidarte, lo lamento mucho, con lo que ocurrió entre Madison y Alexander, solo quería protegerlo.
El señor Adam, presionó con fuerza su barbilla.
—Ya hablaremos del tema, señora mía —indicó con dureza—, este no es el momento de venir y hacer sentir mal a Hanna, ella necesita sentirse cuidada y con tranquilidad —enfatizó en sus últimas palabras.
—Es verdad, venimos a cuidar de ti —mencionó ella—, también a decirte que tenemos lista tu habitación, para que te recuperes.
Hanna separó los labios en una gran O y se aclaró la garganta.
—No es necesario, deseo irme a mi piso y recuperarme allá —respondió con rapidez.
—De ninguna manera, allá no tienes quien cuide de ti —Alice manifestó.
La joven miró a su papá, esperando a que la apoyara.
—Lo lamento, nena, pero estoy de acuerdo con tu mamá, me voy a tomar unos días para estar al pendiente de ti —informó—, pararemos tiempo juntos, lo prometo. —Sonrió con cariño.
—Solo una cosa —Hanna habló—, yo soy quien decide quien la visita —enfatizó—, si me entero que le niegan a Luke que lo haga, en ese momento tomo mis cosas y me marcho.
—Será como tu lo desees —Adam aseguró mirando a su esposa a los ojos. — ¿Verdad mi amor?
—Sí, si, será como tú digas —contestó seria.
Resopló con alivio al saber que tenía que darle una respuesta a la pregunta que le había hecho, su mirada se llenó de un brillo especias y suspiró.
«Espero verte pronto», pensó para sí misma y dibujó una pequeña sonrisa.
***
Días después.
Madison se instaló en la habitación que ocupaba Alexander, en la casa de sus padres. Sonrió al ver la colección de Legos, y de Star Wars que tenía sobre unas repisas, era obvio que quien conservaba aquella habitación como un museo, era Alice, su madre.
—¡Órale!, estos juguetes están padrísimos —Los gemelos dijeron con asombro.
—Yo quiero el auto ese —señaló Noah.
—Y yo la nave —dijo Liam.
—Nos los bajas —solicitó Noah.
Madison separó los labios en una O.
—Estas cosas, le pertenecen a papá, los ha guardado durante muchos años, porque deben ser especiales para él, no creo que le agrade que los usen. Son de colección —explicó.
Ambos niños fruncieron el ceño sin comprender.
—Mi papá siempre nos deja jugar y él también lo hace, ¿por qué no querría prestárnoslos?
—¿Qué les parece si le preguntamos su opinión? —tomó su móvil y le marcó esperando que pudiera responderle.
***
Toronto, Canadá.
Luke y Alexander se instalaron en la cabaña, después de salir a comer, se quedaron charlando un rato.
—Te agradezco que me acompañes —Alexander expresó con sinceridad.
—Lo hago con mucho gusto —manifestó con sinceridad, tomó su móvil y le marcó a Hanna, saliendo al jardín para hablar con ella.
Alexander también sacó su teléfono para responder un mensaje, que le hizo reír.
—¿Todo en orden? —cuestionó con extrañeza al observar regresar a su amigo muy rápido.
—Le llamé a Hanna, pero está dormida.
—Hace un momento me envió un mensaje —Alexander informó con extrañeza.
Luke se imaginó que Alice le mintió, pero no dijo nada.
—Le llamo más tarde —mencionó.
—Últimamente se han vuelto muy cercanos, mi hermana y tú —pronunció mirándolo a los ojos.
Luke inclinó su cabeza.
—Es verdad, tenemos que compartir, pero tienen que prometer que los van a cuidar mucho —solicitó.
—Sí, papá, los cuidaremos mucho —refirieron.
Madison se puso de pie y le entregó a Noah el auto y giró para darle la nave a Liam, mientras lo hacía, al pequeño se le resbaló el coche, desarmandose casi por completo.
La chica separó los labios en una gran O, y de inmediato dirigió su mirada hacia su esposo, quien estaba sin poder decir nada.
—Intentaremos armarlo —explicó Madison—, quedará como nuevo.
—Lo haremos cuando vuelva a casa, y estemos juntos —respondió, teniendo la esperanza de que lo haría y nada más que estar a su lado importaba.
—Te amamos —Madison dijo de manera espontánea.
—Vuelve pronto papi —solicitaron los niños.
—Lo haré lo más pronto posible —prometió él y se despidió sabiendo que cualquier cosa que fuera, la afrontaría con valor.
***
Dos días después.
Alexander se puso de pie con lentitud,luego de haber sido sometido a un nuevo estudio, y posterior a eso fue trasladado en silla de ruedas hasta la habitación del hospital.
—Buenas tardes —saludó Olivia, intentando sostenerle la mirada.
Alexander tensó su mandíbula.
—Que tal, doctora —respondió con la frialdad habitual que solía tener en el pasado. —¿Tiene noticias del doctor Seville?
—Sí, en un par de días estará de vuelta —indicó.
—Necesito descansar —Alexander dijo en tono seco.
—Y yo deseo hablar contigo —solicitó aclarándose la garganta.
—Pero yo no.
—¿No has podido perdonarme? —cuestionó.
—Lo he hecho, pero eso no quiere decir que perdonar, significa olvidar. —Elevó su mentón. — ¿Cómo está tu hijo? —cuestionó mirándola con una gélida mirada. — ¿Te casaste con tu amigo?
La barbilla de Olivia tembló al escuchar sus cuestionamientos, y su respiración se agitó.

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