—No, no me he casado, mi hijo vive con su padre — contestó con seriedad—, debido a mi profesión, no tengo el tiempo suficiente para estar con él.
Alexander desvió su mirada y no siguió cuestionándola.
—Cierra la puerta cuando te vayas —indicó y cerró los ojos.
—Deseo hablar contigo. —Deslizó las yemas de sus dedos, sobre el dorso de la mano de él—, necesito que me escuches —solicitó—, quiero decirte que lo lamento —manifestó con sinceridad.
— ¿Tan mal me encuentro que deseas estar en paz conmigo? —indagó retirando su mano de inmediato.
—Cuando te lo propones, eres terrible —mencionó sintiendo que la barbilla le temblaba.
—¿Necesito agradecer por tan buen cumplido? —elevó con altivez la cabeza —responde, ¿me voy a morir? —cuestionó.
Olivia separó los labios en un gran O.
—No puedo responder a una pregunta como esa —dijo con voz ahogada—, aún no te hacemos todos los estudios pertinentes.
— ¿Y entonces a qué debo que te quieras disculpar? —la miró con recelo.
No pudo evitar mirarlo con los ojos cristalinos.
—Porque te sigo amando —confesó sin poder evitar llorar.
Alexander abrió los ojos de par en par al escucharla.
—Eso no es verdad —respondió en tono seco—, no sabes amar.
—Me equivoqué, lo reconozco, ya lo he pagado muy caro, siento un vacío muy grande desde que te fuiste de nuestro apartamento.
—Equivocarse es comprar un producto equivocado, olvidarse de llevar la ropa a la lavandería, llegar en un día equivocado a la ceremonia de renovación de votos de tus padres. —Recordó que eso precisamente le pasó poco tiempo de separarse de ella.
—¿Acaso eres perfecto? —cuestionó con dolor.
—No, pero antes de haberte engañado, hubiese finalizado nuestra relación —aclaró.
—Estabas tan inmerso en tu trabajo, nos veíamos poco, viajabas mucho.
—¿Ahora resulta que por querer superarme es mi culpa? —gruñó.
—No, no quise decir eso, solo deseo que sepas como me sentía, sin tu presencia, sin tu cariño. —Sollozó.
—Desde un principio ambos sabíamos que teníamos sueños por cumplir, tu con tu especialidad y yo buscando hacerme un nombre sin el apoyo de mi familia, ¿acaso no estabas tan ocupada como yo? —indagó.
—Sí, también estaba ocupada, pero también necesitaba de ti.
— ¿Y crees que yo no te echaba de menos?, que no extrañaba tenerte entre mis brazos —su voz se enronqueció—, a diferencia tuya, yo sí dormía solo, no tenía quien me calentara la cama —rugió.
Olivia separó los labios en una gran O al escucharlo hablarle de esa forma.
—No sigas —suplicó.
—Siempre me quedé con la duda, ¿cuánto tiempo te revolcaste con ‘tu amigo’ a mis espaldas?
—Dame una oportunidad de reparar mi falta, por favor —suplicó.
—¿Te volviste loca? —mencionó con molestia—, sabes muy bien que soy un hombre casado y no solo eso, tengo dos hijos. Mi familia lo es todo para mí, a diferencia tuya, mi esposa y mis pequeños, son mi mayor prioridad en la vida. Ellos tienen todo mi amor y mi tiempo. No hay cabida para nadie más. —Tensó su mandíbula.
La médico inclinó su rostro y contuvo el aire.
—Si pudiera retroceder el tiempo, juro que corregiría todo.
—Lo más que puedes hacer es amar y cuidar de tu hijo, merece tener una madre —resopló—, te pido que te vayas y que nuestra relación sea solo médico-paciente.
—Así lo haré —Olivia salió de la habitación, sintiendo un profundo dolor en su interior.
***
New York, Estados Unidos.
Alison llegó al comedor de manera puntual y se colocó el delantal y recogió su rubia cabellera.
—Hola —saludó a Mike.
— ¿Cómo estás? —cuestionó él.
—Bien, gracias —respondió relajada. — ¿Has sabido algo de María? —cuestionó—, me quedé preocupada por ella.
—Ya no deben tardar en llegar —contestó.
—Me dijo que se quedaron sin un lugar en donde dormir —refirió con tristeza.
—Si, eso es cierto, María ha estado muy triste porque no pudo recuperar la muñeca que le regalaste.
— ¿Cómo lo sabes?, ¿las has visto? —preguntó.
—Isabella y María se están quedando en mi casa —informó.
Alison abrió los ojos de par en par y se sorprendió al escucharlo.
— ¿Acaso ustedes son pareja? —indagó sintiendo una extraña sensación.
Mike ladeó su rostro y la miró con seriedad.
—Nosotros…
— ¡Alison! —María exclamó con emoción—, tenía muchas ganas de verte —gritó corriendo a abrazarla.
—También yo —la chica correspondió a su abrazo.
Ambos pequeños se miraron a los ojos.
—Estamos perdidos —dijeron en coro.
—Ya llegó a la habitación —manifestó Liam. —Se llevó las manos a su cabeza lleno de preocupación.
—Estaba con el abuelo —expresó Noah, llevando sus manos a sus labios.
Hanna ladeó los labios divertida.
—Lo bueno es que estaré aquí para ver la cara de mi hermano cuando regrese y vea las diabluras que han hecho con sus amados tesoros.
—¿Nos vas a defender? —cuestionaron.
Hanna sonrió.
—Alexander es de esos que grita, pero no muerde, me preocuparía más por Madison, será mejor que vayan a recoger el desorden y luego intentamos armar los juguetes.
—Está bien. —Ambos resoplaron.
La joven tomó su móvil y se dio cuenta que tenía una llamada respondida de Luke, sin que ella lo hubiera hecho.
—Aquí hay gato encerrado —refirió, pensando en su mamá, por lo que de inmediato, decidió devolver la llamada.
***
Una semana después.
James se asomó por la ventana del viejo motel donde se mantenía oculto, distinguiendo solo las luces de los autos, ante la penumbra de la oscuridad que había al ser casi la 1:00 am.
—Ya tiene todo listo —cuestionó desde el comunicador que tenía..
—Sí, señor, todo en orden —respondió uno de los sujetos que contrató.
— ¿Cuántas personas de los Walton se encuentran en la casa?
—Cuatro adultos y dos pequeños.
—¿Del personal de seguridad?
—Tres vehículos en el exterior, cinco agentes dentro —respondió el hombre.
Ladeó los labios de manera siniestra y salió de su habitación.
—Llegó la hora, traigan el paquete y no fallen —explicó.
—Así lo haremos —manifestó el hombre y subió a la patrulla, vestido de uniformado.

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