Un impacto hizo que Madison abriera los ojos de golpe, sintiendo que su corazón latía acelerado. Con rapidez se puso de pie y se dirigió a la ventana, entonces observó que había varias patrullas en el exterior de la casa, pero no lograba comprender qué estaba pasando.
Decidió regresar a la cama, imaginando que había un pleito en la calle, justo cuando volvía a cubrirse con las cobijas, una ráfaga de impactos, la asustaron, en ese momento, los pequeños se despertaron gritando y llorando.
Madison los abrazó con fuerza y los llevó al piso, permaneciendo a su lado.
—Aquí estoy —les habló con firmeza—, yo los voy a cuidar —manifestó cubriéndolos con una cobija.
Las pequeñas manos de los niños sujetaron con fuerza la blusa del pijama de ella.
—Todo va a estar bien —murmuró.
Instantes después, escuchó como derribaban el portón de la entrada, su corazón se agitó.
—Esto debe ser obra de James —su voz tembló.
— ¿Se encuentran bien? —el señor Adam gritó al abrir la puerta.
—Sí —contestó de igual forma Madison—, tengo que sacar a los niños de aquí.
—Ya me puse en contacto con las autoridades, vienen en camino —refirió acercándose a ella para ayudarla—, Alice fue a buscar a Hanna, para que salgamos por la puerta de la cochera.
—Está bien —dijo la joven mientras intentaban salir de la habitación agachados—, tranquilos —solicitó-
Justo cuando los cuatro caminaban por uno de los pasillos, las luces de unas linternas les apuntaron.
—No se muevan —un hombre de traje de oficial, pero con el rostro cubierto gritó y enseguida varias personas se acercaron a ellos.
Madison tomó a su otro pequeño, ya que el padre de Alexander se colocó delante de esos hombres.
— ¿Qué es lo que quieren? —cuestionó intentando proteger a su familia.
El hombre se detuvo y le apuntó.
—Quiero que se quite de mi camino —ordenó.
—No voy a permitir que le hagan daño a mi familia —inquirió con rudeza.
—Usted no está en posición de dar órdenes —el hombre disparó al señor Adam.
—¡Papá! —Hanna gritó llena de dolor al verlo caer.
—Cariño —Alice sollozó sin poder creerlo.
—¿Alguien más desea morir? —indagó el hombre.
— ¿Qué quieren? —Alice se llenó de valor y colocó a su hija y a Madison detrás de ella.
—Quiero que callen a esos niños —gritó.
Madison abrazó con fuerza a los pequeños y comenzó a susurrar en su oído.
Otro par de delincuentes las rodearon, uno de ellos tomó por el cuello a Alice y la lanzó al piso.
Hanna colocó la manos en la herida de su abdomen, sintió como su cuerpo temblaba, llena de miedo.
— ¿Por qué nos están haciendo esto? —cuestionó.
—No es nada personal —el sujeto dijo. Se acercó a Hanna y la golpeó con la cacha del arma, por lo que la chica cayó aturdida.
La mirada de Madison se llenó de terror.
—No se acerquen —refirió, y comenzó a retroceder despacio, hasta que sintió como chocó con un hombre por la espalda.
Un par de hombres tomaron a los niños y se los arrebataron a la fuerza.
—¡No! —Madison se encaminó hacia ellos para intentar recuperar a sus pequeños, mordió con fuerza al hombre quien soltó a uno de ellos, gritando.
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