Al ver que James se giró en su eje al escucharse aquel estrepitoso ruido, Madison aprovechó para abrir la puerta con rapidez, y salir de la habitación corriendo en dirección a el cuarto donde su pequeño Liam lloraba incesablemente y la llamaba.
—¡¡¡Mamá!!! —gritaba con gran desespero, pateando la puerta con sus pies y sus manos.
En cuanto abrió la puerta, y al no tener claridad de lo que ocurría la cerró colocando el pestillo.
—Ya estoy aquí. —Lo abrazó con fuerza y corrió del otro lado de la cama, acostándose una vez más ahí.
—Tengo mucho miedo —Liam dijo completamente aterrado.
—Tranquilo, tranquilo —Madison frotó su pequeña espalda—, nada te va a pasar —mencionó, protegiendo con su cuerpo el de Liam.
—Estoy a tu lado, estoy contigo, yo te cuidaré confía en mí —solicitó.
—No me dejes, mami —suplicó temblando de miedo.
—No lo haré, lo juro. —Madison besó su cabeza y sujetó una de sus manos con la de ella.
***
James abrió los ojos de par en par al ver cuando salía Madison huyendo con gran rapidez, de pronto el lugar quedó en completas penumbras.
—No te vas a escapar de mí —gritó con furia y se movilizó para alcanzarla, justo cuando salía, observó que un par de hombres entraban, por lo que regresó a la habitación y se atrincheró ahí.
—Malditos. —Se movilizó para buscar su arma—, no van a poder conmigo —aseguró.
—Dividanse.
Escuchó lo que decían en el exterior de la habitación.
—Registren toda la casa —ordenó aquel oficial. Entonces ingresó el hombre con el que habías hecho negociaciones.
—Ahí. —Señaló la habitación de Liam —susurró en voz baja, cuidando de no ser escuchado.
El hombre hizo un movimiento y señaló hacia la puerta, mientras él cubría a sus compañeros con su arma.
—Señora Madison Walton —gritó uno de los policías—. Soy el oficial Hills. — ¿Se encuentra bien? —preguntó.
El llanto de Liam, volvió a escucharse.
—No esperemos más —ordenó el oficial.
Dos oficiales golpearon con el ariete la puerta y la abrieron en breves instantes.
—Señora Walton —uno de los hombres alumbró con la linterna que sostenía en su mano, se dejó guiar por la manera tan desesperada en la que el pequeño lloraba, con rapidez se acercó a ellos y tomó del brazo a Madison.
La señora Walton se sobresaltó, estaba tan concentrada en intentar calmar a Liam, que no paraba de llorar, además que sentía mucho miedo de que James entrara e intentara hacer algo.
Giró su paliducho rostro hacia el hombre que la sujetó.
—Somos de la policía —mencionó—, venimos a rescatarlos —indicó.
La mirada de Madison se llenó de lágrimas, al comprender las palabras de aquel hombre, con ayuda de él comenzó a ponerse de pie, sin soltar a su hijo.
El oficial intentó ayudarla con el pequeño; sin embargo, Liam se aferró con fiereza al cuello de su mamá.
Madison movió su cabeza, negando y también lo sujetó.
—No —dijo.
El policía la tomó por la cintura, y la ayudó a salir.
De inmediato en el interior de la residencia, el hombre a cargo del rescate, disparó antes de que James lo hiciera.
Segundos antes de que aquella bala atravesara su cabeza, James abrió los ojos de par en par y cayó.
El hombre que resguardaba a Madison y su acompañante prosiguieron sin detenerse, intentando evitar que presenciaran aquel momento. En cuanto atravesaron la puerta, se acercó personal de las ambulancias que esperaban y los cubrieron con un par de frazadas.
—La pesadilla se acabó —el oficial Hill refirió al acercarse a Madison—, ese hombre no volverá a acercarse a usted, ni a su familia —mencionó con su gruesa voz.
***
La noticia que tanto esperaba Alexander, llegó:
—Objetivo derribado, recuperamos los trofeos.
Escucharon a través del comunicador.
Alexander sintió que el alma le regresó al cuerpo, de inmediato se movilizaron en su búsqueda.
***
El cuerpo de Madison no paraba de temblar, no podía evitar seguir sintiendo temor al ver todo el lugar rodeado de patrullas, ambulancias, además que hacía mucho frío. Entre la oscuridad, la densa neblina, y la luz de las patrullas, estaba aturdida, era como si no se pudiera conectara con ella misma, entonces reconoció la única voz que deseaba oír, su corazón se agitó de forma avasalladora.
— ¡Madison! —exclamó Alexander con gran fuerza.
Gruesas lágrimas se instalaron en las hermosas orbes de la chica.
—Estoy aquí —Alexander se acercó a ellos y los estrechó con desespero—, estamos juntos otra vez.
Al identificar aquella voz, Liam se separó de su mamá y se dejó abrazar por aquel calido cuerpo que le brindaba seguridad y comenzó a llorar, al igual que Madison, ambos se rompieron sin poder evitarlo.

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