Horas más tarde.
Alexander ingresó a la habitación en donde hace un par de horas habían trasladado al señor Adam.
—Me da mucho gusto que te estés recuperando, papá.
—Es lo mismo que le dije —Hanna se limpió las lágrimas.
—Gracias, hijos —mencionó aún débil, los observó abrazarse y dibujó una escueta sonrisa.
—Vengo de hablar con el especialista que está a cargo de tu caso, si todo sale bien, en una o dos semanas podrás estar en… —Miró a su hermana sin haber pensado, en dónde lo llevarían.
— ¿Qué ocurre? —preguntó él.
—Deseamos estar pendiente de ti —Hanna mencionó de inmediato—, no nos hemos puesto de acuerdo Alexander y yo.
El señor Adam frunció el ceño.
—Puedo rentar un apartamento en el que estemos cómodos su madre y yo, después de aquel asalto, no creo que tu madre desee volver a nuestra casa, ni yo tampoco.
Tanto Alexander como Hanna pasaron saliva con dificultad al escucharlo, por recomendación médica no podían decirle lo ocurrido.
—Tienes razón, voy a buscarte un apartamento en el que estés…, estén lo más cómodos posibles —dijo Alexander.
—Dile a Madison que deseo que sea ella quien se haga cargo de la decoración, solo que se ponga de acuerdo con Alice —solicitó el señor Adam.
—Así lo haré —contestó Alexander, quien caminó hacia la ventana de la habitación para intentar disipar su malestar.
En ese momento ingresó personal encargado de entregarle sus alimentos.
— ¿Cómo está señor Adam? —la amable mujer cuestionó y sacó la charola del carrito que llevaba—, habitación 806 —confirmó los datos.
— ¿Qué es lo que me trajo? —preguntó intentando mirar el contenido de los platos que llevaba cubiertos con un protector, además que estaban completamente emplayados para evitar que se contaminaran.
—Caldo de pollo con verduras y arroz blanco al vapor —respondió—, también una gelatina de naranja.
Adam frunció el ceño e hizo una mueca.
—Lo lamento, pero yo no como cualquier cosa, no tolero el caldo de pollo, eso es para enfermos —replicó—, mejor dígale al chef encargado que necesito un buen corte de carne, con guacamole, totopos y agua de sabor, a y un strudel de manzana —solicitó con educación y amabilidad.
Alexander y Hanna no pudieron evitar sonreír al escucharlo, ambos presionaron con fuerza sus labios para no estallar en una gran risotada.
—Disculpe caballero, pero me parece que usted no se encuentra en un hotel de cinco estrellas —la amable mujer expresó—, le voy a aconsejar algo, si desea que lo den de alta de este distinguido hospital, le sugiero comerse hasta el último granito de arroz o me temo que le van a dejar indefinidamente.
Se encogió de hombros y abrió los ojos con sorpresa.
—Será mejor que hable con el médico para que sepa mis peticiones, si no desea que me queje con la administración.
—Lo mejor es que hagas lo que la señora Rosa —Hanna miró el pin que llevaba la mujer con su nombre—, o me temo que no podrás salir, estás aquí porque estás recuperándote, no de vacaciones —mencionó divertida.
—Uno ya no puede defender sus derechos, porque hasta los hijos los terminan regañando. —Suspiró resignado y comenzó a comer de la mano de su hija sin poder hacer nada más.
—Gracias —dijo Alexander a la amable mujer quien sonreía al ver los gestos de aquel hombre—, si se porta bien, hablaré con el chef para que le autoricen un postre más rico. —Guiñó un ojo.
El señor Adam sonrió y elevó sus pulgares en aprobación.
***
Al llegar a su casa, después de que su hermana se quedó con su papá, Alexander recibió una llamada.
—Necesito que hablemos —Olivia dijo en el teléfono.
—No tenemos nada de que hablar —indicó con frialdad.
—Claro que sí, es sobre el doctor Seville —refirió de inmediato, antes de que le fuera a colgar la llamada.
— ¿Qué ocurre con él? —preguntó con extrañeza.
—Un familiar de él tuvo un problema y salió fuera del país —manifestó Olivia—
— ¿Cuándo regresa? —Alexander inquirió
—No lo sabemos, me dejó a cargo de sus pacientes —informó.
Silencio.
—Voy a revisar tus pruebas de laboratorio y todos los estudios que se te realizaron, y me mantendré comunicada contigo —pronunció con seriedad—, todo será estrictamente profesional —mintió, y dirigió su mirada hacia el retrato que tenía frente a ella.
—Quiero hablar con el director de la clínica —refutó Alexander.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Herederos para el Enfermo CEO