Al llegar al tercer piso, Mike exhaló un par de veces emitiendo una fina capa de vaho por sus labios, ingresó con rapidez, tiritando de frío.
—Hace mucho no sentía tanto frío. —Tocó sus manos sintiéndose heladas.
—Tienes razón —Isabella se asomó desde la cocina, luciendo un bonito vestido.
Mike no pudo evitar recorrerla con su mirada.
—Debes estarte congelando —refirió caminando hacia allá.
Isabella dibujó una linda sonrisa en su rostro.
—María tenía la ilusión de que fuera una cena como en las películas —dijo estremeciéndose.
Mike movió su cabeza.
—Voy a buscar el calentador —explicó—, lo tengo guardado en mi habitación.
—Gracias. —Isabella volvió a la cocina.
— ¡Mike! —María corrió hacia él al verlo. — ¿Te gusta como dejamos la mesa? —cuestionó.
—Está muy linda —contestó.
— ¿Me ayudas a encender las velas? —solicitó la pequeña.
—Sí —Mike asintió.
—Nunca había tenido una cena tan linda —expresó con emoción María.
Mike sonrió.
—Me alegra que te guste.
Isabella sintió una mayor calidez en el ambiente.
—Está todo listo —pronunció.
María se sentó llena de emoción.
—Ayer me sentí muy triste porque no llegaste.
—Lo lamento —se aclaró la garganta—, lo importante es que hoy si pude llegar.
—Solo por eso te disculpo —bromeó María. — ¿Mañana también cenaremos juntos? —cuestionó.
Mike la miró con cariño.
—No, no puedo hacerlo a diario, tengo ocupaciones y otras cosas que hacer —respondió.
—Mike es un hombre que trabaja mucho, ¿acaso no te habías dado cuenta? —preguntó Isabella a su hija. Anda da las gracias para poder cenar —solicitó ella.
—Sí mamá —María inhaló profundo y extendió ambas manos para unirlas a la ambos, Isabella hizo lo mismo, Mike al verlas las imitó—: Gracias señor por darnos estos alimentos, gracias por que tenemos un techo donde dormir, solo me falta que Mike se enamore de mi mamá, Amén.
Mike abrió los ojos de golpe al escuchar sus palabras, bebió un poco de agua para pasar saliva con dificultad.
Las mejillas de Isabella se sonrojaron, por lo que prefirió comenzar a servir la cena.
—Vamos a cenar —solicitó.
—Sí —Mike habló con algo de nerviosismo.
— ¿Dije algo malo? —María cuestionó.
—No —Mike respondió y comenzó a comer, sin poder evitar reconocer lo bonita que se veía.
***
A la mañana siguiente.
Después de hacer un gran esfuerzo, Madison salió de la calidez de sus cobijas y omitió ducharse, ya no sentía deseos de hacer nada. Se colocó ropa deportiva y sus tenis más cómodos, para finalizar cerrando los botones de su grueso abrigo, para proseguir colocándose un gorro sobre su cabeza, además de un par de guantes.
—Buenos días —Alexander ingresó a la habitación, observó su rostro al natural, sin una gota de maquillaje, apreciando los hermosos matices de su piel, solo le hacía falta aquel brillo en su mirada que la hacía resplandecer normalmente.
— ¿Estás lista? —cuestionó.
Resopló con nerviosismo y lo miró a los ojos.
—Estoy ansiosa —respondió con sinceridad. — ¿Y si no funciona?
Sonrió y acarició con delicadeza su mejilla.
—Todo va a estar bien, ya lo verás. Hay que ir un paso a la vez —aconsejó él.
—Intentaré seguir tu consejo.
—Si lo haces, seguramente te irá muy bien —bromeó.
En ese momento ingresaron corriendo los gemelos
— ¡Mamá! —dijo Noah con emoción.
— ¿Qué ocurre? —ella indagó.
—Mira lo que mi papá nos regaló —dijo Liam, mostrando un hermoso pato de felpa.
Madison dibujó una sonrisa, al recordar el día que se perdieron por seguir a uno al lago.
—Está muy bonito el perro. —Presionó sus labios, divertida.
—No es un perro, no hace guau, guau —dijo Liam abrazándolo con fuerza.
—El pato hace cuac, cuac —corrigió Noah.
—Vaya ya son niños grandes —dijo Madison.
—Me entrevisté con una especialista infantil, también Liam, tendrá su primera cita el día de hoy —refirió Alexander—, me sugirió regalarle un objeto transicional, para apoyarlo un poco.
—No esperemos más, tenemos el tiempo justo —manifestó—, prometo que me esforzaré por superar la adversidad.
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