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Herederos para el Enfermo CEO romance Capítulo 74

Al ver que llegaban Alexander y Madison, Alison ladeó los labios y sonrió con satisfacción, buscó con la mirada a Luke y agitó su mano para que se aproximara.

— ¿Qué ocurre? —cuestionó.

—Llegó la caballería —Alison refirió orgullosa, ambos abrocharon sus abrigos y salieron para recibirlos.

En cuanto la lujosa camioneta de Alexander se estacionó, un par de vehículos, lo hicieron detrás de ellos, siendo su personal de seguridad.

—Muchas gracias por venir —Alison se acercó a la pareja, su azulada mirada se reflejó con los ojos color chocolate de Madison y le sonrió con cariño—. Bienvenidos.

—Gracias —respondieron al mismo tiempo.

Alexander observó su móvil y ladeó los labios satisfecho al ver que lo que había solicitado ya iba en camino.

— ¿En qué podemos ayudar? —Madison indagó.

—En mucho —dijo Mike—, a nombre de todas las personas que trabajamos aquí, les estamos muy agradecidos de su ayuda. Los guió hacia el interior en donde observaron las mesas ý las sillas apiladas sobre un muro.

Madison observó a un par de pequeños sentados con una chica que no se veía mayor de veinticinco años, sobre suelo intentando protegerlos del frío. Su corazón se estrujó al imaginarse sola con sus gemelos, sin poder evitarlo se fue acercándose hacia ellos, se retiró el abrigo y lo colocó sobre esos pequeños.

La joven elevó su mirada sorprendida.

—No es necesario —mencionó con voz temblorosa—, la señorita Alison, nos va a conseguir una manta.

—Pues mientras esa manta llega, protégelos —solicitó con ternura.

—Gracias —la joven mencionó con timidez—. Madison sacó un chocolate de su bolso y se los entregó.

Ladeó los labios al sentir el abrigo de Alexander sobre sus hombros, giró su rostro y le sonrió con cariño.

—Traigo un jersey, puedo sobrevivir.

—No lo dudo, pero no deseo que te vayas a enfermar.

Prosiguieron sacando de la bodega la mayor cantidad de cartón posible para extenderlos en el suelo, mientras otras personas continuaban resguardando las ventanas. Alexander miró su móvil y sonrió satisfecho.

—Llegó la ayuda que esperábamos —explicó.

Mike acompañó a Alexander hacia la calle, en cuanto lo hicieron la inclemencia del tiempo los golpeó al sentir fuertes corrientes de aire.

—Es por ahí. —Señaló con su dedo índice hacia un gran camión.

Mike abrió los ojos de par en par al observar la caja de aquel trailer.

—No imaginé que fuera algo tan grande.

Al abrir el chofer las puertas, hasta el personal de seguridad comenzaron a ayudar a descender los víveres y las mantas, cerca de casi una hora les tomó lograr sacar las cosas.

Mientras en el interior Ali y Madison se encargaban de repartir las mantas, además de algunas botellas de agua, también algunas cajas de leche con sabor y bolsas de pan.

—Muchas gracias por todo, no tenemos cómo pagar lo que hacen por el comedor. —Ambas caminaron hacia el interior de la cocina y preparaban una gran olla con café.

—Lo hacemos con gusto —manifestó y se puso a guardar los enlatados que les iban llevando.

Alison tomó un par de tazas y sirvió café.

—Ven, siéntate unos minutos —solicitó palmoteando una silla—, me duelen las piernas, me siento algo cansada, no he parado desde en la mañana.

La joven se sentó a su lado y bebió un sorbo de café e inclinó su cabeza.

—Este tipo de trabajo es muy agotador —habló por experiencia propia.

—Cuando ingresé, sentía que iba a morir —se mofó—, era algo dramática —se echó a reír divertida—, no estaba acostumbrada a trabajos pesados, muchas veces me puse en tu lugar, luego de que toqué fondo y terminé aquí. —Ladeó los labios orgullosa.

—Eres un exagerado —Madison dio un gran bostezo.

—Vamos a cenar y nos dormimos. —Acercó una charola con cereal y leche.

—Debió haberte costado mucho prepararlos —se mofó.

Alexander se rio sin poder evitarlo.

—Me costó trabajo encontrar el cereal de chocolate. —Le entregó un tazón y ambos se recargaron sobre la cabecera.

—Gracias por pensar tanto en mí. —Madison ladeó su rostro.

—Gracias por hacer de cada uno de mis días, los mejores —respondió él, y comenzó a comer.

En cuanto terminaron de cenar, Alexander la abrazó, Madison elevó su rostro y se reflejó en su verdosa mirada, poco a poco fue acercando sus labios a los de él y lo besó de una manera avasalladora, permitiéndose intentar demostrarle lo mucho que significaba para ella.

—Te amo —Madison matizó con la dulzura de su voz.

Alexander liberó una lágrima solitaria, sin poder dejar de traspasar con su mirada la de ella.

—Lo sé. —Tomó el dorso de su mano y lo besó, entonces comenzó a cantarle: «Mujer de las mil batallas by Manuel Carrasco».

«Un pasito más, que sí se puede. Uno y otro más, mujer valiente, lo que diga está de más, ya sé que quieres gritar. Y no te sientas sola, contigo estoy».

Sin dejar de mirarla cerró la melodía sin poder proseguir, porque su garganta picaba, ante la emotividad del momento: «Y sigues tan bonita como ayer, no se despeina el alma».

Entonces ambos se abrazaron con fuerza y lloraron, era mejor liberar el dolor que los dos sentían a tragarse las palabras y hacer como que nada pasaba, y evadir aquello que sucedió.

—Contigo estoy —pronunció con dificultad Alexander.

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