Cuando el sol entró por la ventana, Alexander frunció el ceño, en señal de incomodidad, giró hacia el lado de la cama donde Madison dormía y no la encontró.
—Madison —dijo con voz ronca.
Al no escuchar respuesta se puso de pie y se colocó su bata y sus pantuflas, al ver la puerta abierta de la cabina de la ducha, supo que no se encontraba ahí, por lo que luego de asearse, se asomó a la terraza y tampoco la vio.
Se dirigió a la habitación de los pequeños y de igual manera encontró sus camas vacías, por lo que descendió hacia el único lugar que sabía que podían estar: la cocina. Con cada paso que daba al pisar las escaleras, su sonrisa crecía al escuchar sus carcajadas.
Sin que los pequeños, ni Madison se dieran cuenta, se quedó recargado sobre un pilar de la casa, para seguir apreciando aquella maravillosa mañana.
*
—Yo creo que si le ponemos un poco más de chocolate a la mezcla, va a saber más rico —Noah dijo mientras tenía un batidor e intentaba darle vueltas en aquel boul.
—No, no mi mamá dijo que ya era suficiente —Liam intervino—, estoy seguro que si le colocamos lunetas va a quedar mejor. —Tomó un puño de la bolsa y, mientras se las comía, lanzó con la otra mano el resto que le quedaban.
Madison abrió los ojos tan grande como pudo.
—Entonces también le voy a poner más chocolate —Noah tomó el bote y roció más—. Estoy seguro que a mi papá le va a encantar,
Un par de carcajadas emitidas por Hanna, se hicieron resonar por toda la amplia cocina.
—Ustedes pueden agregarle todo lo que quieran, estoy segura que su papá no se resistirá a probar lo que le preparan con tanto cariño. —Tomó un poco de malvaviscos y los agregó.
Desde donde se encontraba Alexander frunció el ceño y negó con su cabeza.
—Es momento de meterlo al horno —Madison intervino y arrugó la nariz al ver a Hanna meter mano también.
— ¿Qué más vamos a hacer? —Liam preguntó y tomó a su pato de felpa.
—Vamos a preparar una tarta de manzana, para llevársela al hospital al abuelo Adam.
—¿Lleva chocolate o lunetas? —preguntó Noah.
—No, lleva manzanas —respondió Madison riendo.
—Entonces no nos interesa —Liam contestó, y con cuidado descendió de la silla, junto con su hermano—, háblanos cuando sean cosas que nos gusten más —mencionó y luego observó a su papá viéndolos.
— ¿Nos estás espiando? —Noah preguntó.
—No, no quise interrumpirlos, se veían muy divertidos.
—Sí, lo estábamos, preparamos un pastel para ti —Abrió los ojos de par en par y miró a Liam.
—Era una sorpresa —dijo Liam—. Cuando esté preparado, ¿puedes fingir que no lo sabías?
Ambos sonrieron mostrando su pequeña dentadura.
—Así lo haré. —Presionó sus labios con fuerza.
Madison y Hanna no podían parar de reír.
—Buenos días —saludó él.
—Ven te sirvo un poco de café —mencionó Hanna.
Al ingresar a la cocina, observó toda la encimera de la isla repleta de harina, huevo entre otras cosas.
—Así que por fin hoy podrá comer un strudel de manzana mi papá.
—Sí, me llamó la señora Rosa para avisarme —Hanna comentó—, pero por desgracia el chef de aquel finísimo hospital, no lo preparan —respondió divertida—, le encomendé esa dificilísima tarea a mi cuñada.
Sonrió, se acercó a Madison y le retiró un par de mechones de su rizada cabellera.
—Gracias por consentir a mi papá, el strudel de manzana es su postre favorito.
—Me alegra poder contribuir en algo con él, espero que se sienta muy consentido. —Inhaló profundo y los miró a ambos. — ¿Cuándo le van a decir la verdad?
—Pronto —Alexander resopló—, lo necesitamos un poco más fortalecido. Se acercó hacia la nevera y sacó un frasco con mermelada de zarzamora—, me siento muy hambriento.
— ¿Pues qué estarías haciendo anoche? —Hanna indagó atacada de la risa—, escuché un par de ruidos extraños.
El hombre sonrió.
—Entonces sírveme lo que sea que traes.
—Es un pescado casi tirando a salmón preparado a las hierbas finas, con un toque de vino blanco.
— ¿En serio? —preguntó con emoción.
—Claro que no —la mujer respondió divertida—, es un pescado empapelado con vegetales y arroz blanco.
La sonrisa que dibujó el señor Adam se borró.
—Tú y Cruella de Vil, deben ser familiares —peleó.
Madison y Alexander observaban sin decir nada aquella extraña interacción que tenían, entonces Madison pensó en algo y sonrió.
—Es mi prima hermana —la mujer contestó mientras le entregaba su comida y anda cómetelo todo que, no tengo a quien darle las sobras —sentenció.
El hombre rodó los ojos, y comió hasta el último grano de arroz.
—Espero que estés contenta, me comí todo.
—Muy bien, ya te pueden entregar tu premio —indicó y miró a Madison quien sacó de su bolso un refractario con una rebanada de strudel.
La mirada del hombre se iluminó y disfrutó cada morona de aquel manjar, hasta quedar complacido. Luego de que pasó un rato miró a su hijo con seriedad.
—Háblame con la verdad —solicitó a su hijo—. Tu madre murió, cuando entraron esos hombres a la casa ¿Verdad?
Alexander sintió un fuerte escalofrío recorrerlo, su corazón se agitó y su mirada se cristalizó sin poder evitarlo, sin imaginar que aquella cruda y dolorosa verdad, estaba por ser revelada mucho antes de lo que se imaginó.
—Papá… —arrastró esas palabras con dificultad.

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