Olivia resopló a través del auricular.
—No puedo responder con certeza a tu pregunta, pero tenemos que volver a internarte.
Silencio.
— ¿Sigues ahí? —preguntó Olivia.
—Sí —respondió con voz pastosa—. Necesito resolver algunas cuestiones personales, para poder viajar. —Pensó en la situación por la que pasaba Madison y Liam, lo necesitaban mucho y no podía dejarlos.
—No podemos perder mucho tiempo, recuerda que cada minuto es importante —enfatizó ella—, te voy a mandar un par de medicamentos para la jaqueca y el vértigo, ¿tienes donde anotar?
—Envíame los nombres por mensaje —indicó—. Voy de salida.
—Está bien, no dejes de mantenerme al tanto sobre tu situación.
—Así lo haré —respondió él y cortó la llamada, enseguida llamó a su amigo.
—Estaba por llamarte —Luke respondió.
— ¿Ocurre algo? —cuestionó.
—Es para hablar sobre las nuevas propiedades que estamos por adquirir, ajustar algunos detalles —indicó. — ¿Para qué me ibas a llamar? —cuestionó con curiosidad.
Alexander inhaló profundamente.
—Necesito hacer algunos cambios en mi testamento —indicó. — ¿A qué hora podemos vernos?
La respiración de Luke se tornó pesada.
— ¿Hay algún problema con el tratamiento? —cuestionó dubitativo.
—No estoy seguro —respondió con preocupación—, sabes muy bien que no deseo dejarlos desamparados en caso de que…
—No lo digas —Luke lo interrumpió de inmediato—, en una hora estoy libre, ¿en dónde quieres que nos veamos?
—Te parece si en tu apartamento, no deseo interrupciones, ni tampoco que nos pueda escuchar alguien.
—Allá nos vemos entonces, por favor aleja los malos pensamientos —suplicó—, daremos batalla a lo que sea, sabes que cuentas conmigo —puntualizó Luke.
Ladeo sus labios y dibujó una pequeña sonrisa.
—Gracias por ser mi amigo, por estar siempre.
Luke pasó saliva con dificultad, al escucharlo.
—No te pongas romántico conmigo que, aún no te doy el sí —bromeó para disipar aquella sensación de impotencia que sentía.
—Ya quisieras quedar en la familia Walton —sonrió Alexander y cortó la llamada.
***
Madison salió luego de tomar terapia a la que acudía tres veces a la semana, por recomendación de la especialista, decidida a pasar aquella página oscura de su vida, colaboraba de manera activa, por más doloroso que fuera hablar de lo que vivió en manos de Jame More.
Se dirigió hacia Central Park, uno de los lugares que le producía tranquilidad, se sintió muy bien, al quedarse debajo de uno de los árboles y cerrar sus ojos para pensar en todo lo que había tenido que sacar, durante la hora y media que estuvo con la especialista.
Cerró sus ojos y entonces para contrarrestar aquellas pesadilla, comenzó a evocar los mejores recuerdos que atesoraba, vividos con Alexander. Una agradable sensación la recorrió. Su respiración comenzó a normalizarse y aquellas lágrimas que se desbordaron, se acabaron, pudo sonreír y sentirse mejor.
—Puedo volver a tener el control de mi vida. —Sacó una pequeña libreta que guardaba en su bolso y un bolígrafo y comenzó a escribir en un plano distinto al que llevaba haciendo en días pasados, en donde lo único que había podido lograr era plasmar la oscuridad en la que se sentía envuelta.
Arrancó aquellas páginas, dejando solo el nuevo comienzo de lo que había escrito y se hizo una nueva promesa llena de esperanza.
—Todo va a estar bien. —Cruzó sus brazos y se abrazó a sí misma y prosiguió plasmando aquellas nuevas emociones que fluían en ese momento. En cuanto finalizó, tomó un encendedor y prendió fuego a las hojas—. Nunca me dejaré caer, ya tuve tiempo para llorar y ya no deseo hacerlo más, un paso a la vez. —Suspiró profundamente, de pronto una fresca brisa la envolvió justo cuando se finalizaron de hacer cenizas los papeles, aquel viento se lo llevó.
Se puso de pie y caminó un par de calles hacia el hospital donde se encontraba su suegro internado, solo que no iba a hacerle una visita a él. Salió del ascensor en el segundo piso de aquel importante nosocomio, y esperó un tiempo en la sala de espera.
—Buenas tardes señora Rosa —Madison se movilizó hacia donde la vio pasar empujando el carrito con los alimentos de los pacientes.
—Señora, ¿cómo está? —preguntó ella.
—Bien, gracias, ¿y usted?
—Todo bien —la señora Rosa frunció el ceño al verla algo misteriosa.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Herederos para el Enfermo CEO