Tres días después.
Alexander ingresó a su residencia empujando en una silla de ruedas a su papá, ambos sonrieron al ver adornado el interior con globos blancos y carteles dándole la bienvenida. Ambos pequeños corrieron con emoción a abrazarlo.
—Ya tenemos lista tu habitación —Noah refirió—, quedó muy bonita.
—Así es, sobre todo por las lámparas de Paw Patrol que escogimos para ti —Liam indicó.
—Seguramente deben estar muy bonitas. —Estiró sus brazos y lo estrechó con todo cariño.
—Bienvenido, esperamos que se sienta cómo con nosotros —dijo Madison.
Los ojos del señor Adam se rozaron ligeramente.
—Les agradezco mucho que se preocupen por mí.
—Es lo menos que se merece, siempre ha sido muy bueno con nosotros —mencionó Madison.
— ¿Quieres que te llevemos a ver dónde dormirás? —preguntó Alexander.
—Sí, me siento un poco cansado —mintió, deseando estar a solas, para poder desahogarse en privado.
Alexander empujó la silla, pasando por una rampa que conectaba hacia una habitación que tenían en la planta baja.
Sonrió al observar los lindos muebles que habían en el interior en color maple, presionó sus labios al observar las lámparas de aquellos perritos de rescate, sobre las mesas de noche que había a los costados de la cama.
— ¿Verdad que están padrísimos? —cuestionó Liam con emoción.
—Sí, claro —Rodó los ojos el señor Adam, quien abrió los ojos de par en par al observar frente a la cama una fotografía de la Alice y él, enmarcada como un cuadro, su mirada se tornó nublada.
Caminó hacia ahí y se quedó contemplándola, durante unos minutos, las yemas de sus dedos, recorrieron la figura de ella.
—Te dejaremos descansar —Alexander informó y los cuatro salieron de la alcoba.
***
Hanna caminó con garbo y elegancia, por los corredores de la compañía de su familia, luciendo un lindo vestido otoñal de punto, a mitad de su pantorrilla, manga larga, cuello redondo y un discreto moño en su cintura en color rojo.
Contoneaba con gracia su cintura, además que el sonido de sus stilettos de tacón alto, llamaban la atención a su paso, dejando a más de uno boquiabierto.
Al llegar hacia donde se encontraba la secretaría que atendía a su hermanos y a él, rodó los ojos, sabiendo que solo estaban pendientes de que cazaban ahí.
—Buenas tardes, señorita Hanna, su hermano, no se encuentra —mencionó la ojiazul.
—No vine a verlo a él —informó—. Vine a visitar a Luke.
— ¿Tiene cita con el licenciado? —cuestionó aclarándose la garganta.
—No —respondió con toda la tranquilidad, sosteniendo el bolso con el regalo que llevaba.
—Se encuentra en una junta —explicó la mujer, sin dejar de ver lo distinguida que era, además de ser una chica muy bonita, que llamaba la atención con gran facilidad.
—Cuando salga de junta, avísale que lo espero en la oficina de mi hermano —ordenó y caminó con elegancia, hacia allá.
—A su hermano, no le… —Presionó con fuerza los labios al ver que le cerró la puerta en la nariz—, desgraciada riquilla —inquirió con molestia—, se nota que no tiene la más mínima educación —gruñó con furia—, espero no te aburras de esperarlo. —Tomó un par de documentos y los colocó sobre las carpetas de cuero y se dirigió a la sala de juntas.
****
Madison estaba colocando los platos sobre la mesa, mientras la chica que les ayudaba con la limpieza, acomodaba los cubiertos y los platos.
— ¿Puedes avisarle al señor Adam que ya está lista la comida? —solicitó.
—Sí, señora —la chica dijo.
Mientras ella ayudaba a acomodar a los niños, Alexander llegó en compañía de su papá, se acercó a extenderles la servilleta a los pequeños y tomaron asiento.
—Hasta que por fin voy a comer una comida decente —refirió el señor Adam.
Madison presionó sus labios con fuerza, para evitar reírse de lo que estaba a punto de suceder y espero a que todo siguiera su curso.
— ¿Qué vamos a comer? —cuestionó el abuelo de los niños.
—Pues comida —Liam respondió moviendo la cabeza.
—Es cierto, nunca nos dan algo que no lo sea, como…, tornillos o zapatos al horno —mencionó Noah.
—Ay abuelo, mi papá dice que todo lo que nos sirvan se come, ya supimos que te portaste muy mal en el hospital —Liam reprochó.
—Eso no se hace, por eso te ves tan flaco y arrugado —Noah enfatizó.
—Hay que llevarlo a que le acomoden los pellejos —Liam carcajeó.
—No me veo viejo —contestó el señor Adam. — ¿Quién les fue con el chisme de la comida? —miró con enfado a Madison y Alexander.
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