— ¿Por qué lo preguntas? —cuestionó.
—Siento que tienen un parecido a… —Miró atento el rostro de ambos pequeños—, mí —contestó con sinceridad.
Hanna se quedó sin decir nada durante algunos segundos.
—Sí me parece que se tienen cierto parecido a ti, pero así son los niños de chiquitos, además en la unión americana casi todos los hombres son. —Miró a su hermano de pies a cabeza —como tú, de piel blanca, rubios, ojos claros y cabellos castaños, así que también se pueden parecer a Harry, el vecino —refirió restándole importancia.
— ¿Quién es la madre de los niños? —volvió a cuestionar.
—Te voy a responder para que te quedes tranquilo. La madre de estos pequeños no entra en el top de tu lista de despampanantes mujeres. No es adinerada, tampoco estudió en las mejores escuelas del país, ni va a almorzar a restaurantes lujosos. Ni tampoco se pasa el día entero en el salón de belleza, o se la vive desgastando su hueco cerebro, pensando en que se va poner para impresionarte.
Alexander se sorprendió al escuchar a su hermana hablar así.
—Vaya has madurado —mencionó.
—La madre de Liam y Noah, viene de Queens, trabaja desde que era adolescente para poder sostenerse. Es una mujer sencilla que se ha esforzado mucho para ganarse la vida y poder salir adelante, sus salidas son al pediatra a llevar a los pequeños y también a comprarles un helado, es todo —aclaró. — ¿Alguna otra duda? —cuestionó.
—No, todo claro —dijo y se sentó sobre el césped para interactuar con aquellos niños, imaginando que así podría ser si algún día lograba tener el tan esperado heredero de la familia.
***
Una semana después.
Madison ingresó a la oficina en la que trabajaba con un grupo de arquitectos, colocó su bolso sobre el perchero.
— ¿Ya te enteraste de los cambios que habrá en la empresa? —dijo una de sus compañeras.
—No —la joven movió su cabeza.
—El presidente de la compañía deja su cargo —explicó—, en este momento están en una junta con todos los directivos de la empresa.
— ¿Quién se estará a cargo de ahora en adelante? —Madison cuestionó.
—La presidencia pasa a manos de su hijo —refirió.
—Pensé que no deseaba tomar el cargo.
—Eso parecía, seguro el señor Waltón le ofreció una fuerte cantidad de dinero, para convencerlos, así se mueven los riquillos —la chica explicó—, te ves muy bien con el cabello alaciado, ¿acaso tienes una cita romántica? —preguntó.
—No, claro que no —sonrió—, tengo un proyecto que presentar a unos clientes y por cierto ya debo irme —indicó y salió de la oficina. Al caminar por los pasillos, observó que salían de la sala de reuniones, los directivos.
El señor Adam Walton caminaba con gran orgullo a lado de su hijo, se alejaron del resto de los empleados.
—Por fin voy a poder retirarme tranquilo de la empresa, la estoy dejando en las mejores manos.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Herederos para el Enfermo CEO