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Herederos para el Enfermo CEO romance Capítulo 84

Un mes después.

—Madis… —Alexander pronunció con dificultad.

—Aquí estoy —corrió hacia él y lo sujetó de su mano.

—Me siento muy mal —refirió con dificultad.

La mirada de la chica se cristalizó.

—Voy a buscar a Olivia —indicó.

Alexander negó con su cabeza y la miró a los ojos reflejándose en el color chocolate de sus grandes orbes.

—No quiero separarme de ti —indicó.

—No me gusta verte sufrir —expresó con dolor.

— ¿Qué puedo hacer para hacerte sentir mejor?

—Abrázame —suplicó—, abrazame muy fuerte —solicitó.

Madison se acomodó a su lado y lo estrechó con fuerza, un par de lágrimas corrieron por sus mejillas. Giró su rostro hacia para ver hacia su pecho, al darse cuenta que dejó de abrazarla.

Resopló al ver que su pecho subía y bajaba, en señal de que respiraba.

—No estoy preparada para verte partir —mencionó depositando un beso en sus labios.

— ¿Cómo sigue? —Olivia se aclaró al ver la forma en la que lo besaba.

—No lo veo nada bien, ¿qué has sabido del doctor Seville? —cuestionó llena de frustración.

—Sigue ocupado —respondió cortante—, estoy lo suficientemente capacitada para atender el caso de Alexander —pronunció tajante—, estoy segura que cuando has estado en mi consultorio has visto toda la preparación que tengo.

La señora Walton hizo una mueca con sus labios.

—No basta con que tengas el conocimiento necesario. —Acomodó con cuidado la cabeza de su esposo sobre la almohada y salió de la habitación, junto con la médico.

— ¿Qué más necesita señora Walton? —Olivia elevó el mentón con altivez.

—Una simple palabra —respondió con seriedad—, ‘confianza’ y no te la tengo —clavó su mirada en la mujer.

— ¿Crees que eso me importa? —bufó Olivia.

—Yo sé que no, pero es el mismo sentir de mi esposo hacia ti.

Olivia se rascó la nuca al escucharla.

—Le voy a demostrar que lo soy —indicó.

—Quiero el número del doctor Seville —solicitó la chica—, sino me lo entregas tú lo conseguiré yo misma.

—Veré que puedo hacer —contestó de mala gana.

—Te doy hasta mañana —indicó Madison.

—No me condiciones —ordenó.

—Tómalo como quieras, no veo nada bien a mi esposo y tengo todo el derecho a hablar con él —manifestó.

La doctora presionó con fuerza sus labios.

—No he tenido comunicación con él en tres semanas —informó—, es por eso que no se han comunicado con él.

Madison pasó saliva con dificultad al escuchar.

«No puede ser, si él no está disponible, ¿quién podrá salvarle la vida a Alexander?» La duda la abrumó.

***

New York, Estados Unidos.

Horas más tarde.

Mike se encontraba haciendo algunas anotaciones en la sesión de grupo, que se encontraban. Agradeció a la persona que acababa de hablar y tomó la palabra.

— ¿Alguien más que desee decir algo? —preguntó. Al ver que los presentes movían su cabeza, negando, dibujó una sonrisa—. Yo sí el día de ayer, me llegó una notificación por parte de la corte, avisando que la señorita: Alison Hilton, ha concluído con la sentencia, que se le ordenó.

Alison elevó su rostro y lo miró sin comprender.

— ¿Cómo? —cuestionó.

—Gracias.

Mientras Isabella acomodaba los emparedados aún lado del pastel que ella misma había preparado, no pudo evitar observar la forma en que Mike, miraba a Alison, una especie de interés, algo que nunca había notado en él.

«¿Sentirá algo por ella?» Cuestionó pensativa.

***

Madison retiró la última compresa que tenía Alexander, al percibir que la fiebre había cedido y ahora dormía de forma profunda y completamente en paz.

—Gracias al cielo —susurró sin dejar de acariciar su mejilla con sutileza.

—Aquí le entrego el número de doctor Seville —Olivia luego de ingresar acomodó la tarjeta en una de las mesas.

La señora Walton no dijo nada más y la ignoró, esperando a que se retirará.

— ¿Se le ofrece algo más? —cuestionó al ver que no se retiraba.

Olvia presionó sus párpados con fuerza.

—Aunque no me lo creas, me duele mucho verlo enfermo. —Se aclaró la garganta—, espero al igual que tú que responda a este nuevo tratamiento —mencionó.

—No, no creo que de la misma forma que yo, nos amamos y tenemos una familia a la que adoramos. Merecemos ver crecer a nuestros hijos, juntos. —Limpió sus lágrimas.

Olivia desvió su mirada.

—Estaré pendiente de la llamada que le harás al doctor Seville.

— ¿Me buscaban? —el médico dijo y se acercó acompañado del señor Adam Walton.

—Lo encontré —refirió el señor Adam con orgullo—, no voy a dejar que se aleje de mi hijo, hasta que lo salve pronunció con gran seguridad.

El médico abrió los ojos de par en par, al recordar la forma en la que lo sacó de la casa de su familia.

—Vaya que eres un hombre agresivo, deberías tomar terapia —gruñó.

Adam ladeó los labios y sonrió con orgullo.

—Soy un Walton y por mi familia soy capaz de todo. —Fijó su dura mirada en el hombre.

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