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Herederos para el Enfermo CEO romance Capítulo 85

—Ya sabemos de quien heredó esa forma de mirar a la gente, su hijo —Madison se interpuso entre ambos y abrazó a su suegro agradecida.

—Hace un mes que me escribiste para pedirme ayuda, te dije que no te iba a fallar —dijo con orgullo.

—Este hombre es un cavernícola —Rosa expresó con enfado—, no sé quien lo educó, yo creo que nunca en su vida lo hicieron —rodó los ojos.

—La dama tiene razón, bastaba con que me hicieran una llamada para que viniera —resopló.

— No teníamos ni su número —Madison reclamó.

—Se lo dejé a la doctora Garth.

—Consideré que solo era necesario proporcionarlo en caso de una emergencia —explicó aclarándose la voz.

Madison rodó los ojos.

— ¿El caso de mi esposo no es una emergencia? —inquirió con severidad.

—Está controlado —contestó y caminó hacia la salida.

Esperaron a que Olivia se saliera de la habitación.

—Mi esposo volvió a estar hospitalizado, ¿eso no es para que usted se reportara? ¿O su colega le llamara? —volvió a reclamar.

El doctor Seville se acercó a Alexander, tensó su barbilla al saber que no había sido informado de su hospitalización y tampoco de su estado de salud.

—Voy a solicitar la bitácora de inmediato —informó—, comenzaré a trabajar con su caso.

—Es lo menos que esperamos de usted —expresó el señor Adam—, le reitero yo mismo lo llevaré de regreso, en el jet privado a Mónaco.

—Espero que no se le vuelva a ocurrir fingir un infarto y acorralarme con su personal de seguridad.

El señor Adam presionó en una línea sus labios.

—No iban armados —expresó—, no nos gusta la violencia —recalcó—, solo tuve que poner un poco de drama. —Guiñó un ojo.

***

El doctor Seville caminó por los pasillos del nosocomio, se detuvo en el counter para hablar con una de las recepcionistas.

—Dígale a la doctora Garth, que la espero en mi oficina —solicitó con seriedad.

***

New York.

Alison sonrió con cariño al acercarse a cortar el lindo pastel de zanahoria con betún de queso de filadelfia. Luego de probarlo, se acercó con Isabella.

—Está delicioso —mencionó llevándose uno de sus dedos a sus labios.

—Me alegra que te guste —dijo Isabella con alegría.

—Mi mamá lo hizo con mucho cariño para ti —respondió María con ternura.

— ¿Tú lo hiciste? —cuestionó con sorpresa la chica.

—Sí —Isabella dijo con una gran sonrisa.

—Vaya, eres todo un estuche de monerías.

—Antes teníamos una pastelería —María informó—, era la mejor de todo el mundo.

Isabella abrió los ojos de par en par y miró a su hijo sin saber qué decir.

—¿Y por qué ya no la tienen? —preguntó Alison.

María separó los labios en una gran O.

—No puedo hablar de eso. —Cubrió sus labios con sus manos.

— ¿Ocurre algo? —cuestionó Alison.

—No, nada, nuestro negoció quebró y nos quedamos en la calle, eso es todo. —Sonrió—,, pero no estamos para hablar de mí, si no de ti.

Mike, quien hablaba con el señor Smith, se acercó por otra rebanada de pastel.

—Es todo un éxito este postre, deberías venderlos, ya tendrías un cliente frecuente. —Llevó la cucharita a su boca e hizo un pequeño ruido, saboreándolo.

Isabella inclinó su rostro y resopló.

—Me alegra que te guste —manifestó sin poder dejar de recordar la manera en que miraba Mike a Alison—, con todo gusto lo volveré a preparar—, si me disculpan María y yo tenemos que irnos.

— ¿Tan pronto? —cuestionó María con sorpresa.

—Sí, me siento cansada —indicó.

— ¿Me puedo quedar con Mike? —María se sujetó al brazo de Mike y sonrió suspirando.

Isabella movió su cabeza negando.

—Me alegra verlo, doctor —expresó Olivia y tomó asiento en su consultorio.

—Me gustaría decir lo mismo doctora Garth —dijo el médico. — ¿Por qué no me había informado nada del caso del señor Walton? —cuestionó con molestia.

Olivia mordió su labio inferior.

—No deseaba molestarlo…, con lo de la enfermedad de su hermano —se justificó de inmediato.

—Te dejé muy claro que no importaba la hora me notificaras cualquier cosa —dio un breve golpe sobre su escritorio —manifestó agitado.— ¿Qué me estás ocultando doctora?

—Nada. —Negó con su cabeza.

— ¿Sabes la razón por la que me buscó el señor Adam y me trajo hasta aquí? —preguntó.

La mujer pasó saliva con dificultad.

—No —habló sintiendo que le faltaba el aire.

—Porque no confían en la ex prometida de Alexander —comentó con decepción—. Quieren que revise su caso y corrobore que lo estás atendiendo bien.

—Lo está —dijo defendiéndose—, mi único deseo es salvarle la vida, no tengo otra intención más que él se salve —sollozó.

Tomó el expediente de Alexander y comenzó a leer su informe médico.

—Quiero que me expliques cómo es que decidiste cambiarle los medicamentos —solicitó.

Olivia comenzó a hablar, dándole lo que solicitaba.

— ¿Qué opina? —indagó ella con curiosidad y nerviosismo.

—Es evidente que sigues sintiendo algo por el señor Walton, por lo tanto, me veo en la obligación de suspenderla del caso —informó con brusquedad—, voy a analizar el tratamiento que está recibiendo Alexander Walton, porque no estoy convencido de tus decisiones.

— ¡No puede hacerme esto! —exclamó—, necesito ayudarlo para que se recupere.

El hombre la miró con extrañeza.

—La desconozco, doctora. No solo la relevo del caso, sino que voy a solicitar que la valore nuestro especialista en psiquiatría —indicó.

El pecho de Olivia enardeció.

—No me haga esto —suplicó—, esto es una señal del destino para poder recuperarlo, ¿no lo comprende?

—Hablamos después —el médico salió del lugar temiendo que hiciera algo mal en el caso Walton.

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