Madison despertó, después de haber dormido durante un largo rato, su estómago emitió un largo quejido, clamando alimentarse, escuchó la sonora carcajada de Alexander.
—Parece que te devoraste un gato viejo y está intentando escapar de tu estómago —dijo sin parar de burlarse.
La joven sonrió.
—Eres peor de lo que imagine. —Tomó la sábana y cubrió su cuerpo desnudo—, apenas hace un momento te fascinaba todo de mí, y ahora te burlas de mi estómago —gruñó.
—Me gusta todo de ti, menos el gato viejo que te comiste —volvió a mofarse.
La chica tocó su estómago, y tomó una de las fresas con chocolate que quedaban.
—Hace un momento ordené que nos traigan la comida —explicó mientras tomaba una fresa él también.
Luego de que tocaron a la puerta, recibió el carrito con la comida, y de inmediato destapó la charola con los cortes de carne con un espejo de zarzamoras al vino.
Madison comió como si nunca en su vida, lo hubiera hecho.
—Estuvo delicioso, me encantó la salsa de zarzamoras —mencionó.
Alexander le acercó el postre, se quedó atento, observando cómo retiraba la charola que cubría el pastelillo de tres chocolates que solicitó para ella, esperando con ansias su reacción.
En cuanto descubrió el platillo, abrió los ojos de par en par al igual que sus labios al observar el contenido que había en el interior.
***
Mike descendió del twingo que conducía justo cuando su GPS, le dio la indicación que había llegado a su destino, prácticamente tuvo que atravesar toda la ciudad para llegar al domicilio que buscaba, tuvo que esperar a que fuera anunciado por personal de vigilancia para que le dieran acceso a la residencia, además de que esperó a que revisaran el maletero de su vehículo.
Al estacionar el auto, y descendió, no podía creer que estuviese en una residencia como esa.
—Venga conmigo —el mayordomo indicó.
Mike tomó el ramo de flores que llevaba y el pequeño obsequio, y lo siguió.
—En un momento lo atiende el señor —expresó con frialdad, y lo miró con desconfianza—. Tome asiento —indicó en la sala de espera.
El joven se sentó con toda la tranquilidad del mundo, sacó su móvil y respondió un par de mensajes que tenía que ver con el comedor.
—Que gusto saludarte —el señor Smith dijo para atraer su atención—, bienvenido. —Se acercó a él y le extendió la mano con afecto.
—Agradezco su invitación. —Correspondió a su saludo poniéndose de pie.
—Me he dado cuenta que mi hija te tiene un… afecto especial —refirió—, ha estado un poco cabizbaja desde que la dieron de alta del hospital, además que no come bien —la acusó—, creo que extraña la comida del comedor al que acude.
Ladeó sus labios y sonrió.
—Dudo mucho que lo que puedan preparar aquí, se compare un poco con lo que le preparan especialmente aquí.
—Para la Alison de antes, seguramente, sí, pero esta nueva chica que comenzó a ir a cumplir su castigo, ya no, parece que le ponen algo especial a la comida de ese lugar, porque hasta yo he considerado ir a averiguar que es.
Mike no pudo evitar reírse.
—Intentaré averiguar qué de especial tiene la comida de nuestro comedor.
—Me avisas tus conclusiones, estaré ansioso por recibir los resultados —mencionó—. Ven, vamos a visitarla.
El mayordomo frunció el ceño al observar que ambos subían las escaleras, como si aquel desconocido fuera de la familia.
***
Alexander ladeó los labios y permaneció inmobil, esperando a que ella dijera algo.
— ¿Es lo que me estoy imaginando? —cuestionó mirándola a los ojos.
Se acercó y retiró de las fresas el fino anillo en oro blanco con un gran brillante en color rosado, que había solicitado que colocaran, tomó una servilleta y lo limpió del glaseado de jalea.
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