Todos se quedaron en shock por la entrada repentina de aquella mujer desconocida.
Joaquín reaccionó al instante, se levantó de su asiento y apartó a Renata con fuerza, mostrando una furia imposible de ocultar.
—¿Quién te dio permiso de venir aquí? ¿Qué se te perdió? ¡Lárgate de una vez!
Al ver la cara de coraje de Joaquín, y recordando los chismes que habían circulado antes, en ese momento todos entendieron que la mujer que le estaba jalando el cabello a Cecilia era justo la razón por la que Petra y Joaquín habían terminado.
Renata no pensaba irse. Desde que Joaquín la hizo perder a su hijo, vivía sumida en una montaña rusa de emociones, siempre al límite.
No se atrevía a meterse con Petra, pero eso no significaba que iba a dejar pasar a otras mujeres.
Cuando supo que Joaquín la había estado ignorando por culpa de Cecilia, no lo dudó: tenía que ir por ella.
Petra, viendo cómo se calentaban las cosas, se movió disimuladamente a un lugar más alejado, no fuera a ser que la pelea terminara salpicándola.
Renata apretó el cabello de Cecilia con todas sus fuerzas, y aunque Joaquín logró separarla, terminó llevándose en la mano un puñado de cabellos.
Cecilia se cubría la cabeza, llorando desconsolada en brazos de una amiga.
Renata escupió al suelo en dirección a Cecilia, rebosante de odio.
—¡La única que sobra aquí eres tú!
—¡No eres más que una rata escondida en la alcantarilla! ¿Te atreves a decir, aquí delante de todos, que entre tú y Joaquín no hay nada?
La última frase la gritó con tanta fuerza que cada palabra retumbó en los oídos de todos los presentes.
Los compañeros que en un principio pensaban echar a Renata, se quedaron paralizados, sin saber cómo reaccionar.
Por un instante, la mirada de Joaquín mostró un destello de nerviosismo, y sin pensarlo, levantó la mano y le soltó una cachetada a Renata.
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