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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 387

La voz de Petra sonó tranquila y contenida, mientras Benjamín, con la mirada tan cortante como el filo de un machete, se giró para mirarla.

Ella lo observaba con los ojos muy abiertos, chispeantes, y hasta se animó a regalarle una sonrisa forzada, como si todo estuviera de maravilla.

Benjamín se quedó mirándola unos segundos, su expresión se tensó y una sombra de fastidio cruzó por su rostro.

—¿Tan feliz te pone que yo te deje encargada de esto?

Al escuchar eso, la sonrisa de Petra se desvaneció un poco; apretó los labios y trató de mantener la calma.

—Que el señor Benjamín me deje hacerme cargo de esto significa que confía en mí. ¿No debería alegrarme por eso?

Aunque, en el fondo, Petra no sentía ni una pizca de esa supuesta confianza, pero sabía que en momentos como ese había que decir algo bonito para no provocar más enojo en Benjamín.

Sin embargo, al terminar de hablar, Benjamín ni siquiera intentó ocultar su desdén; soltó una risita sarcástica y pasó junto a ella, ignorándola.

Cuando ambos estaban a punto de cruzarse, él soltó una frase con voz ronca.

—¿De verdad piensas defender a Joaquín?

Petra solo lo miró impasible, movió los labios como si fuera a decir algo, pero prefirió guardar silencio.

Después de todo, Benjamín no confiaba en ella. Aunque se desviviera explicándole, él seguiría sin creerle.

Mejor demostrar con hechos que, respecto al desvío de dinero por parte de Joaquín, ella iba a hacer su trabajo con total imparcialidad.

Cuando llegara el momento de mostrar los resultados, las palabras sobrarían.

Esa falta de respuesta, en los ojos de Benjamín, fue como admitir culpa o quedarse sin argumentos.

Se detuvo de golpe, la miró de reojo con una expresión de desprecio tan evidente que hasta el aire parecía volverse más pesado.

—Con esa cabeza tuya, ni un lamebotas se atrevería a competir. Deberían aprender de ti y llamarte su ejemplo a seguir.

Dicho eso, apartó la mirada de Petra y se alejó, como si ni valiera la pena mirarla una vez más.

Petra giró para ver cómo se iba. Su lengua fue más rápida que su mente, y antes de pensarlo, lanzó una respuesta.

—¡Menos sal, Benjamín! A ver si así dejas de querer meterte en todo.

Si en ese momento tuviera una chimenea en la cabeza, seguro estaría soltando humo de tanto coraje.

Se quedó parado frente al elevador, con la expresión tan dura que nadie se hubiera atrevido a acercarse. Se sentía como si trajera una nube de tormenta encima, advirtiendo a todos que era mejor no cruzarse en su camino.

Un empleado que pasaba por ahí notó que Benjamín ni siquiera había presionado el botón del elevador. Reuniendo valor, se acercó y lo hizo por él.

—Señor Benjamín, no ha llamado al elevador.

Benjamín le echó una mirada tan seca que casi se podía sentir el filo, apenas y volteó el rostro para mirar de reojo la puerta del elevador que ya estaba abierta.

—Qué observador.

El tono de Benjamín dejaba claro su disgusto, y el empleado bajó la cabeza, sin entender en qué se había equivocado.

¿Será que Benjamín no quería tomar el elevador a propósito?

¿Estaba esperando a alguien?

¿A quién?

El empleado, intrigado, miró hacia la puerta de la oficina de Petra, que todavía seguía sin cerrar.

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