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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 542

Benjamín no tenía la menor intención de dejarla ir.

La tenía bien abrazada por la cintura, sin dejar que se moviera ni un centímetro.

Con la mirada baja, contemplaba a la joven a su lado, con los ojos enrojecidos y las mejillas infladas de coraje. En sus ojos asomaba una pizca de resignación.

—¿Para qué necesitas el acta de matrimonio?

Petra alzó la cabeza para mirarlo de frente, lista para soltar lo primero que se le vino a la mente.

—¡Para pedir un préstamo! ¿Contento?

Benjamín no pudo evitar soltar una risa entre incrédulo y divertido. Se inclinó y depositó un beso suave en la comisura de su ojo.

—¿Tú necesitas pedir préstamos? Grupo Hurtado tiene un banco privado, ¿cuánto quieres? Puedes ir y sacar lo que te haga falta.

—O si prefieres, cuando lleguemos a la empresa, te doy una tarjeta adicional y tú...

Benjamín no alcanzó a terminar la frase. La mujer, que hasta hacía un segundo lo miraba callada, de pronto se abalanzó sobre él y le mordió los labios.

No fue un gesto suave; usó suficiente fuerza para que Benjamín sintiera una corriente eléctrica recorriéndole el cuerpo desde los labios hacia abajo.

Sabía que eso no era un beso. Petra más bien quería vengarse de él, taparle la boca, que dejara de decir cosas que la lastimaran un momento y al siguiente la endulzaran el alma con promesas.

Ese sube y baja de emociones la traía como si estuviera montada en una montaña rusa.

Benjamín, por su parte, se entregó al beso, profundo y cargado de sentimiento. Era la primera vez que Petra tomaba la iniciativa de acercarse así, y no pudo evitar dejarse llevar.

Fue hasta que el chofer levantó la mampara que separaba la parte delantera del carro y la mano de Benjamín se deslizó sobre la camisa de Petra, que ella abrió los ojos de golpe y lo empujó con fuerza.

—¿Estás loco o qué?

Le habló en un susurro bajo, temerosa de ser escuchada.

Benjamín, aún con una sonrisa en los labios, se lamió el lugar donde Petra acababa de morderlo.

—¿Y no eres tú la que se volvió loca?

Sin previo aviso le había dado una mordida, igualita a una gatita arisca.

Petra resopló, apenas murmurando su respuesta.

Petra sintió algo duro bajo ella y de inmediato quiso bajarse.

Pero Benjamín atrapó su cintura con firmeza.

—No te muevas tanto, o yo no respondo de lo que pase.

Petra, sobresaltada, le cubrió la boca con la mano para que no siguiera hablando.

Después de todo, estaban en el carro y el chofer iba justo adelante, aunque hubiera un panel separador, no era como para confiarse.

Benjamín soltó una risita baja, su pecho vibrando bajo la palma de Petra.

Ella lo miró, viendo cómo esa sonrisa traviesa seguía pintada en su cara, y apretó los dientes antes de dejar escapar apenas un murmullo.

—Eres un animal.

Benjamín sonrió aún más, le sostuvo la cabeza y la apoyó contra su pecho, hablándole en voz baja, grave y cálida.

—¿Y quién te manda a morderme? ¿No sabes que a los hombres no se les muerde así porque sí?

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