Eleonor sentía que una presión invisible la estaba asfixiando.
Sin embargo, por más que lo deseara, no podía rebelarse.
Quería divorciarse, pero no tenía manera de romper del todo con Fabián.
Mientras jugaba nerviosamente con la yema de su dedo, alzó la mirada y se topó con los ojos de Fabián.
—¿Y cómo se supone que aclare esto? Ya tienen fotos.
Tal vez porque Virginia ya lo había molestado por horas, Fabián se veía agotado.
—Pero no captaron el rostro de Virginia —soltó él, con voz cansada.
Eleonor sintió que tenía una esponja empapada atorada en el pecho, y su voz salió áspera.
—¿Quieres que le mienta a la gente? ¿Que diga que la de la foto soy yo?
Lo preguntó directo, sin rodeos. O quizá, en el fondo, ni siquiera se le había ocurrido que Fabián pudiera pedirle semejante cosa.
Pensó que, a lo mucho, le pediría salir a decir que todo era un malentendido, que la mujer de la foto era otra amiga.
Pero Fabián apretó los labios, hablando con una calma casi calculada.
—No se me ocurre nada mejor. Así la gente dejará de hacer escándalo, y tanto el Grupo Valdés como todos nosotros salimos ganando.
Todos.
Los dedos de Eleonor se aferraron con fuerza a la sábana.
Seguro se refería a Virginia.
Fabián, como siempre, protegía a su consentida en cualquier situación.
La única que podía ser sacrificada sin que él lo pensara dos veces, era ella.
Eleonor sonrió, pero no fue una sonrisa bonita, sino una mueca forzada, casi triste.
—Está bien.
—Lo haré.
Fabián no le había dado opciones desde el principio.
Ella lo sabía perfectamente.
La voz de Fabián sonó suave, aunque distante.
—Sé que te estoy pidiendo mucho, Ellie. Considéralo un pago por todo esto.
—Mañana sal con Florencia, vayan de compras. Compra lo que quieras.
Mientras hablaba, extendió un cheque hacia ella.
Como Eleonor no reaccionó, él mismo lo dejó sobre la almohada.
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