Al estar frente a ella, la expresión de Fabián se suavizó poco a poco, volviéndose más serena, aunque en su mirada se agitaba una tormenta de emociones difíciles de descifrar.
—Ya volviste.
Eleonor retrocedió medio paso y, como siempre, habló en voz baja:
—¿Comiste algo? Blanca preparó la cena...
—Eleonor.
Fabián la interrumpió, eligiendo cuidadosamente sus palabras, su tono se sentía opaco, como si llevara algo atorado en la garganta.
—Lo que salió en internet no es como lo viste. Puedo explicártelo.
—Ajá.
Eleonor asintió sin pensarlo, respondiendo con calma:
—Te creo.
Fabián se quedó pasmado.
Siempre había sabido que Eleonor era tranquila y dócil, pero esta vez, él había imaginado mil formas diferentes de cómo iría la cosa.
Antes de regresar, sus amigos le advirtieron que estaba en serios aprietos.
Ninguna mujer, por más paciente que sea, aguantaría una infidelidad de su esposo.
Pero Eleonor permanecía impasible.
No lloró, no armó un escándalo.
Era extraño.
Una sensación incómoda le recorrió el pecho a Fabián, la confianza ligera de Eleonor lo inquietaba.
Frunció el ceño, y en su mente apareció una palabra.
No le importaba.
A Eleonor no le importaba si él le había sido infiel o no.
No le importaba si él había besado a otra mujer.
El rostro de Eleonor no mostraba emoción alguna, igual que siempre. Sin pensarlo, agarró una chaqueta del perchero.
—Voy al hospital a ver a la abuela.
—Ellie...
Fabián sentía que algo se le escapaba de las manos, como si cada vez estuviera más lejos de ella.
Casi sin querer, agarró la muñeca delgada de Eleonor, y preguntó con cautela, buscándole la mirada:
—¿De verdad no estás enojada?
Eleonor se sorprendió un poco.
De pronto pensó que ser la señora Valdés no era tan sencillo como creía.
Ella pensaba que, con esa actitud, Fabián debería sentirse aliviado.
Pero el señor Valdés no estaba contento.
Él quería que ella se enojara.
Fabián esperaba ansioso su respuesta, pero ella solo lo miró con calma.
Finalmente, habló despacio:
—Si me enojo, ¿vas a dejar a la cuñada?
Al oír esto, Fabián se puso incómodo, pero igual contestó:
—Ellie, creas o no, entre ella y yo no hay nada.
Se alcanzaban a escuchar voces discutiendo en voz baja.
Y también, el llanto de Virginia.
Eleonor apartó la mirada, fingiendo no saber nada, y se fue directo a su cuarto a darse un baño largo y relajante.
Sentada en el borde de la cama, mientras secaba su cabello, sintió de repente cómo el colchón se hundía a su espalda. Una mano grande le quitó el secador de las manos.
Eleonor se quedó paralizada.
Para los demás, ella y Fabián eran la pareja perfecta.
Después de casarse, siempre se trataron con respeto, ni siquiera discutían.
Pero nadie sabía que casi nunca había habido ningún gesto de cariño entre ellos.
Fabián siempre la había evitado.
Pero Eleonor tardó tiempo en entender la diferencia entre estar ocupado y estar huyendo.
Ella pensaba que Fabián simplemente tenía demasiado trabajo, tanto que no le quedaba energía para su esposa, y por eso se quedaba a dormir en la oficina.
Ahora, los dedos de Fabián recorrían su cabello con destreza, ayudándola a secarlo.
Eleonor, incómoda, se levantó y se apartó, mirándolo de frente, y casi sin querer, preguntó:
—¿Tienes algo que decirme?
No tenía la culpa de ser tan directa.
Es que el comportamiento de Fabián era demasiado extraño.
—Ellie...
Fabián apagó el secador. Vaciló un momento, pero luego se decidió:
—Lo que está saliendo en internet... necesito que salgas a aclarar la situación.

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