Blanca tuvo una expresión algo forzada, aunque al final respondió la verdad:
—No, el joven no ha regresado en estos días.
Mientras hablaba, no olvidó tratar de suavizar la situación a favor de Fabián.
—Él siempre anda ocupado, no te pongas a pensar cosas raras.
—Está bien, no te preocupes —respondió Eleonor.
En realidad, no tenía ánimos de ponerse a especular sobre el paradero de su ex esposo.
Después de varias noches sin dormir bien, se dio un baño y se acostó en su cama de siempre. Pensó que por fin lograría dormir de un tirón hasta el amanecer, pero la verdad, el insomnio la tenía atrapada.
Ese lugar, que antes le daba tanta paz, ahora parecía no ofrecerle refugio.
Seguía siendo la misma habitación, la misma cama. Nada había cambiado… pero a la vez, sentía que todo era distinto.
Eleonor estiró la mano, tomó el celular de la mesita y, aburrida, empezó a revisar las redes sociales.
[Florencia: Dejé a la mejor amiga del universo en el aeropuerto, ahora me toca seguir lidiando con expedientes en casa.]
Eleonor sonrió de lado y le dio "me gusta" a la publicación.
Siguió deslizando el dedo, hasta que de pronto se detuvo.
[Virginia: Cumpliste tu promesa. Siempre me cuidas, siempre estás a mi lado cuando te necesito.]
La imagen mostraba a Virginia recostada en una cama de hospital, alguien dándole de comer fruta.
Solo se veía una mano, pero los dedos largos y bien definidos, la pequeña mancha roja sobre el hueso de la muñeca... Eleonor reconoció al instante al protagonista de esa foto: Fabián.
Sin pensarlo, Eleonor tomó una captura de pantalla y se la envió a Fabián con un mensaje:
[¿Sigues en el hospital? Tengo algo que hablar contigo, ¿puedo ir mañana a buscarte?]
Él no volvía a casa.
A ella no le molestaba tomar la iniciativa.
Después del divorcio, era una liberación para ambos.
...
Aeropuerto de Frescura.
Apenas aterrizó el vuelo, Fabián subió al carro y se recostó en el asiento, presionando el entrecejo con cansancio.
—¿De qué foto hablas?
Fabián fue al grano, la voz cansada pero directa.
—La foto que subiste a tus redes hace rato.
Virginia se quedó callada.
Esa publicación, de toda la gente relacionada con los Valdés, solo Eleonor podía verla.
Lo había planeado así, especialmente para que ella la viera. Se había tomado su tiempo para segmentar la privacidad, ¿cómo se enteró Fabián?
Ante el silencio de Virginia, Fabián lo entendió todo. Su voz se volvió más firme.
—No tienes que hacer esto. Eleonor tiene un corazón simple, no anda con vueltas ni juegos.
—¿Y eso qué significa? —preguntó Virginia con cierta rabia.
—La pregunta debería hacértela yo a ti —replicó Fabián.
—¡Fue a propósito! —exclamó Virginia, ya sin ganas de ocultar nada. El bar seguía ruidoso, pero a ella no le importó. Su voz se quebró—. Quería que supiera que la persona que te importa, la que quieres… ¡soy yo! ¡Siempre he sido yo! Me daba miedo que si ustedes no se divorciaban, terminaras enamorándote de ella…
—¡Virginia! —Fabián perdió la paciencia, aflojó el nudo de la corbata con una sola mano—. Iker y yo tenemos la misma edad, podría decirse que vi a Eleonor crecer. Para mí, siempre fue como una hermana. ¿Te parece lógico que me enamore de alguien a quien veo como familia? ¿No puedes ser más razonable?

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Marido Prestado