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Mi Marido Prestado romance Capítulo 41

Antes de casarse con Fabián, Eleonor había interrogado a varias personas.

¿Quién era, en realidad, la persona especial en el corazón de Fabián?

Nadie le contaba nada.

Esos chicos que aparentaban ser sus amigos en verdad estaban más cerca de Fabián. Así que, por supuesto, ninguno iba a traicionarlo.

Al final, no le quedó de otra y terminó llamando a Iker.

Lo que Iker le dijo fue tan claro que hasta ahora lo recordaba.

Eleonor bajó la ventanilla del carro apenas un poco. El viento helado de la madrugada se coló con fuerza, despejándole los pensamientos.

Por fin recordó aquellas palabras.

—Dime, señorita, ¿qué somos tú y yo? ¿Por qué tendría yo que resolverte tus dudas?

No lo pensó dos veces y colgó de inmediato.

Desde ese día, Iker terminó en su lista negra.

Él se lo había repetido muchas veces: entre ellos ya no había nada.

O mejor dicho, nunca lo hubo.

...

En cuestión de minutos, el interior del carro se llenó del frío de la noche. La temperatura ya no se distinguía de la del exterior.

—Raúl, sube la ventanilla.

Fabián despertó apenas, sin abrir siquiera los ojos. Aún adormilado, conservaba ese aire de jefe que daba órdenes hasta medio dormido.

Eleonor no contestó. Solo llevó la mano al botón y, en vez de subirla, bajó la ventanilla del todo.

¿Frío?

Pues que sintiera frío.

...

Cuando llegaron a la Villa Orquídea, ya eran las tres y media de la mañana.

Eleonor se quedó sentada sin moverse. Sacó el celular y marcó un número.

Despertar a alguien a esas horas, y más si era ella, no iba a sacar lo mejor de Virginia.

—¿A ti te pasa algo? ¿Sabes qué hora es?

—Baja.

—¿Qué quieres ahora?

Eleonor revisó el retrovisor, echando un vistazo atrás.

—Ven por tu amante.

—¿Qué?

En el segundo piso se encendió la luz de la habitación de invitados.

Eleonor fue directa:

—Fabián.

Ese nombre sí que funcionaba. Ni dos minutos pasaron y ya se encendía la luz del recibidor. Virginia salió a toda prisa.

Eleonor seguía quieta, solo la apuró:

—Apúrate.

Todavía quería regresar a dormir un rato.

Virginia abrió la puerta trasera del carro y, al ver a Fabián tirado y con olor a alcohol, frunció el ceño.

—¿Y tú qué hacías con él?

Eleonor le sonrió, irónica.

Capítulo 41 1

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