Daisy llevaba varios días sin descansar bien, y esa noche, el insomnio la tenía dando vueltas en la cama.
Se revolcó de un lado a otro durante horas, sin lograr pegar el ojo.
Cerca de las once de la noche, Camila le mandó un mensaje.
Le pasó el WhatsApp de siete u ocho abogados.
Algunos los había conseguido a través de conocidos, otros eran abogados famosos en redes sociales.
En fin, Camila estaba haciendo hasta lo imposible para ayudar a Daisy.
Como no lograba dormir, Daisy decidió platicar un rato con esos abogados.
Al principio todos hablaban con mucha seguridad, pero en cuanto escuchaban que se trataba de enfrentarse al departamento legal de Grupo Prestige, todos se echaban para atrás y ya no le contestaban.
El asunto era mucho más complicado de lo que Daisy se había imaginado.
Después de todo, ese contrato, ella misma lo había firmado de manera voluntaria.
Solo con ese detalle, bastaba para que perdiera el caso.
El camino legal estaba prácticamente cerrado para ella.
Y si Grupo Prestige decidía jugar sucio y alargar el pleito tres o cinco años, su carrera profesional estaría acabada.
Así que solo le quedaba atacar por el lado de Oliver.
Eso significaba que tenía que volver a tratar con él.
Ese pensamiento le revolvía el estómago.
La vida de verdad da vueltas. ¿Quién le mandaba a ella dejarse llevar por el amor y no pensar con la cabeza? Lo que estaba viviendo era puro karma.
Camila le preguntó:
—¿Y ahora qué vas a hacer?
Daisy, apretando los dientes, contestó:
—Ni modo, me toca aguantar y tragarme el orgullo.
Camila se quedó sorprendida con la nueva actitud de Daisy.
—¡Daisy, al fin despertaste! ¡Ya era hora!
Sí, por suerte todavía estaba a tiempo.
Aunque, siendo sinceros, el despertar de una persona depende un uno por ciento de lo que otros le digan y el resto, el noventa y nueve por ciento, de los golpes que te da la vida.
...
Al día siguiente, Daisy llegó temprano a la oficina.
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