La voz de Oliver y su expresión revelaban una ansiedad apenas contenida; después de todo, se trataba de alguien que le importaba mucho.
Sin embargo, Daisy no podía entenderlo. ¿En serio por no ver a Vanesa durante unos minutos, Oliver ya se ponía así de alterado?
—¡Habla! ¿Dónde está ella? —Oliver ya comenzaba a perder la paciencia.
Daisy lo miró con extrañeza.
—¿Y yo por qué tendría que saberlo? No es como si fuera una niña de tres años. No tengo ninguna obligación de estarla cuidando, ¿o sí?
A un lado, Luis soltó su molestia.
—Araceli dijo que tú sí sabes a dónde fue. Si no te preguntamos a ti, ¿a quién más?
Daisy arrugó la frente, fastidiada.
A pesar de lo mal que le caía la actitud de ambos, se trataba de la seguridad de una persona, y no tenía tiempo de ponerse a discutir. Así que, sin rodeos, contestó:
—Hace un momento vi que la directora Espinosa estaba con el presidente Domínguez de Inversiones Solaria. Tal vez él sepa dónde está.
Apenas terminó de hablar, la expresión de Oliver se endureció como si le hubieran echado un balde de agua helada encima. Daisy sintió un escalofrío.
—Daisy, tú sabes perfectamente qué clase de persona es ese presidente Domínguez, ¿cómo pudiste dejar que Vane se quedara sola con él? —le reprochó Oliver, tajante.
Daisy percibió el reproche. Se quedó mirando, sorprendida.
¿Ni siquiera se había molestado en averiguar la situación y ya quería echarle toda la culpa a ella?
Luis, que también conocía la fama de ese presidente Domínguez, salió en defensa de Vanesa.
—Si a Vane le pasa algo, Daisy, no te la vas a acabar conmigo.
Dicho esto, salió corriendo, desesperado por encontrar a Vanesa antes de que sucediera una desgracia.
Oliver clavó los ojos en Daisy, su mirada tan cortante que parecía atravesarla.
—Daisy, aunque no te caiga bien, no tienes por qué usar esas artimañas tan sucias contra ella.
Por un instante, Daisy sintió que la invadía una sensación amarga, como si le hubieran echado sal en una herida recién abierta.
—No estoy enojado, no estoy enojado —soltó, con una sonrisa nada amistosa.
—Ay, presidente Domínguez, ¿qué está haciendo…? —Vanesa, sorprendida por la cercanía, intentó zafarse.
Pero el alcohol la tenía tan débil, que sus intentos no lograron nada. Al contrario, eso pareció animar aún más al presidente Domínguez.
Vanesa era la consentida de Oliver. Si algo llegaba a pasarle, Oliver perdería la cabeza.
Daisy, sin que nadie notara, marcó el número de Oliver, mientras intentaba interponerse.
—Presidente Domínguez, creo que la directora Espinosa ya tomó demasiado. Déjeme ayudarla a descansar un poco.
—¿Qué insinúas, Daisy? —El presidente Domínguez no ocultaba su molestia.
—Presidente Domínguez, la directora Espinosa es amiga del presidente Aguilar —le recordó Daisy, sin atreverse a decir “novia”, pues Oliver no había hecho pública esa relación, y ella tampoco tenía derecho a hacerlo.
Aun así, Daisy subrayó su vínculo, esperando que el presidente Domínguez recapacitara.
—Yo también soy amigo del presidente Aguilar. Él no me va a reclamar nada. ¡Sal de aquí ya! —El presidente Domínguez ya no podía contenerse, su mano comenzó a deslizarse con descaro.

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