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Siete Años para Olvidar romance Capítulo 80

Daisy era la encargada principal de la fiesta, así que tenía que quedarse hasta el final.

Cuando por fin despidió al último grupo de invitados, soltó un suspiro de alivio y fue a buscar a Miguel. Pero mientras caminaba por el pasillo, alcanzó a oír la voz de Luis a lo lejos.

Luis le preguntaba a Oliver:

—Oli, ¿tú crees que Daisy de verdad quiere renunciar o nomás lo anda diciendo para ver qué pasa?

—¿A poco de verdad se atrevería a dejar la empresa? Yo no le creo nada —añadió, y su tono destilaba burla—. La neta, tú debiste haberle dicho que sí desde el principio, a ver cómo salía del lío. Con lo terca que es, aunque le des el sí, seguro buscaría cualquier pretexto para quedarse. Y si se va, quién sabe y hasta termina regresando.

A Daisy le dio igual el chisme y, sin detenerse, rodeó al grupito para ir a buscar a Miguel.

...

Vanesa y Luis salieron juntos, y en la puerta se toparon con Yeray, que los esperaba bajo la marquesina.

Los ojos de Vanesa se iluminaron y, sonriendo, saludó con entusiasmo:

—Yeray, ¿todavía no te vas?

Luis intervino:

—Yeray está aquí por mí. Mejor los dejo, no quiero ser el mal tercio entre ustedes.

La sonrisa de Vanesa seguía dibujada en su cara.

—Entonces váyanse ustedes primero, yo aquí espero a Oli, ya no tarda en salir.

Luis, a punto de subir al carro, pareció recordar algo. Se volvió hacia Yeray y le preguntó:

—Por cierto, Yeray, ¿ya pensaste a quién vas a invitar como acompañante al cóctel de Banco Unión Central? Los de la junta directiva no se andan con rodeos; si llegas solo, seguro te quieren emparejar con alguien para hacer conexiones.

—Pero pues acabas de regresar al país, no creo que conozcas a mucha gente. Si quieres, llévate a Vane. Es de confianza y aparte te da buena imagen.

Vanesa miró a Yeray, sintiendo un cosquilleo de esperanza en el pecho.

Un evento de Banco Unión Central era una mina de contactos y oportunidades; quizá hasta podía concretar algún proyecto y fortalecer su posición en Grupo Prestige.

Además, en el fondo, ansiaba que Yeray aún sintiera algo por ella. Aunque fue Vanesa quien terminó la relación, había una espina clavada: Yeray nunca trató de convencerla para quedarse.

Como si… en realidad esa relación no le hubiera importado tanto.

Pero luego recordaba lo que Luis decía: que apenas ella regresó al país, Yeray también lo hizo, casi al mismo tiempo. Eso la hacía preguntarse si todavía significaba algo para él.

Miguel estaba al teléfono, hablando con su novio:

—Ya estoy en la entrada. ¿Me ves? Sí, sí, aquí estoy.

El carro se detuvo justo frente a ellos. Miguel se volvió hacia Daisy:

—¿Quieres que te llevemos? A esta hora está complicado conseguir un carro.

—No te preocupes, van para el otro lado. Si me llevan, al rato llegas a tu casa después de medianoche. Ya fue suficiente por hoy, mejor descansa —le dijo Daisy, rehusando la ayuda.

—Bueno, cuídate mucho entonces —le respondió Miguel, subió al carro y se marchó.

...

La lluvia no era tan intensa, pero la humedad se colaba con el viento, calando hasta los huesos.

Daisy intentó pedir un carro en la aplicación, pero nadie aceptaba su viaje.

De pronto, sintió que en esa enorme ciudad llamada San Martín, ni un solo carro estaba dispuesto a detenerse por ella.

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