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Siete Años para Olvidar romance Capítulo 98

Él de verdad no le dejó ni un respiro.

No era de extrañar, no era de extrañar que aceptara su renuncia tan rápido; al final, ya tenía todo planeado.

Con esto, le estaba dejando claro que, al salir de Grupo Prestige, al alejarse de él, ella no valía nada.

Y también la estaba empujando a regresar, a que le pidiera perdón y se rindiera ante él.

Oliver lo había dicho: si se iba, en menos de tres días volvería a rogarle.

Si Daisy no tuviera ese orgullo, tal vez sí, habría regresado sin dignidad.

Pero ella ya lo había dejado claro: jamás iba a volver atrás.

Ni en su carrera.

Ni en el amor.

Total, lo que no la matara la haría más fuerte.

Daisy respiró hondo y buscó estabilizarse antes de llamar a Lorenzo. Quería invitarlo a cenar al día siguiente.

Antes, Lorenzo contestaba su llamada casi de inmediato. Esta vez, el teléfono sonó y sonó, pero no obtuvo respuesta.

No era tan tarde—apenas pasaban de las siete de la noche.

Además, Lorenzo no era de los que se dormían temprano.

Que no contestara solo podía significar algo: él también estaba bajo la presión de Oliver.

Claro, San Martín era una ciudad pequeña. ¿Quién se atrevería a desafiar al nuevo magnate de las finanzas solo por ella?

Daisy apenas sentía que el ánimo se le venía abajo, cuando recibió una llamada de Yeray.

Pensó que era solo para platicar, pero apenas contestó, Yeray fue directo al grano:

—¿Es cierto que andas buscando trabajo?

Daisy no se sorprendió de que Yeray ya supiera. El círculo de los capitales era pequeño.

—Sí —respondió sin rodeos.

—¿Ya encontraste algo que te convenza?

Yeray sonaba genuinamente interesado.

De fondo se escuchaban voces que lo animaban a tomar algo, seguro estaba en una fiesta.

Yeray respondió que ya iba y luego retomó la conversación:

—¿No te gustaría venirte a trabajar conmigo al Banco Unión Central?

Daisy, la verdad, nunca se lo había planteado.

No es que menospreciara al Banco Unión Central, pero era un banco, y la operación era muy distinta a la de una firma de capital o una banca de inversión.

Temía no estar a la altura.

—Las otras me dan igual, pero Daisy no, Yeray. Hazme caso, por favor. Hazlo aunque sea por mí —dijo Vanesa, con un tono que rara vez usaba, casi suplicante.

—Perdón, pero tu opinión solo cuenta para Oliver —soltó Yeray, sin rodeos.

Eso hizo que Vanesa pusiera otra cara, entre sorprendida y dolida.

—¿Entonces, estás celoso? —preguntó Vanesa, recordando lo que Luis le había dicho antes. Al final, no pudo evitarlo.

Yeray solo sonrió.

—Estás viendo cosas donde no hay. Daisy tiene talento. ¿O acaso está mal que quiera sumar gente capaz?

—¿De verdad solo es por eso?

Yeray le lanzó otra pregunta:

—¿Tú crees que hay alguna otra razón?

Aunque llevaban años de conocerlo, Vanesa nunca lograba descifrar a Yeray.

Y esta vez tampoco lo consiguió.

...

Dentro del salón, Fernando también le preguntaba a Oliver sobre el asunto de Daisy buscando trabajo.

—Me contaron que hoy, frente a Lucas, rebajaste a Daisy hasta dejarla en la lona —dijo Fernando, disfrutando el espectáculo, como si ver el mundo arder fuera su pasatiempo favorito.

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