—Sí que te enteras rápido de todo, ¿eh?
Oliver estaba recargado en el asiento del bar, su cara atractiva tan impasible como el agua, ni una sombra de emoción cruzaba sus facciones.
—Si no fuera porque tú le metiste presión, seguro Lucas habría intentado atraer a Daisy a su equipo. Ya lo sabes, ese tipo es un viejo verde perdido.
Oliver no contestó, solo tomó su vaso de licor y le dio un trago.
Fernando lo miró sorprendido.
—¿No eras alérgico al alcohol?
—He estado en tratamiento para eso, ahora puedo tomar un poco.
Fernando frunció el ceño, aún más intrigado.
—¿Y a qué viene que empieces a tomar de la nada?
Luis se metió en la plática sin avisar.
—Obvio, es para cubrirle la espalda a Vane y que no le toque tomar. Ya sabes, Oliver está bien clavado con ella, la cuida como si fuera un tesoro.
Fernando pensó en preguntarle directo a Oliver para confirmarlo, pero justo en ese momento Vanesa y Yeray regresaron a la mesa.
Así que prefirió cambiar de tema y retomó lo anterior.
—¿Y tú por qué la traes contra Daisy? Al final estuvo contigo siete años, no eres de esos que sacan a la gente de su vida sin más.
—¡Eso fue porque Daisy no supo valorar lo que tenía! Oliver solo se desquitó un poco— soltó Luis con una risa cargada de desdén—. Se creyó demasiado importante, como si Oliver fuera a rogarle. Ya verás, va a regresar arrepentida, tarde o temprano.
Yeray tomó su chamarra y se despidió del grupo.
—Ustedes sigan la fiesta, yo tengo un pendiente y me voy antes.
—¿Qué puede ser más importante que una reunión entre amigos?— Luis intentó detenerlo.
Pero Yeray ni siquiera volteó, solo se fue directo.
Vanesa se veía incómoda y Luis le preguntó:
—¿Qué onda, Vane? ¿Te sientes mal o qué?
Vanesa dudó antes de hablar.
—Me parece que Yeray está pensando en contratar a Daisy.
Oliver se terminó de golpe el licor de su vaso.
El efecto del alcohol le encendió la mirada de un rojo tenue, y sus ojos, profundos y oscuros, parecían perderse en la nada.
...
Daisy acababa de salir de la regadera, se sentó ante la compu y se metió a un portal de empleo, buscando lo que fuera.
—¡Desagradecida!
Daisy le colgó de inmediato. En ese momento, agradeció no haber conseguido el trabajo en la Corporación Marítima del Norte.
Si hubiera entrado, con un jefe como Lucas, no habría durado ni una semana.
Por lo menos Oliver había servido de algo: le ahorró esa mala experiencia.
Eso le causó gracia, y hasta terminó riéndose sola de su lógica a lo “optimista a fuerzas”.
Siguió enviando currículums, ya sin fijarse en el tamaño de la empresa.
Si algo le quedaba bien, lo iba a intentar. ¿Quién quita y pega una?
Cuando por fin terminó, se levantó para ir a descansar, pero de pronto sintió un dolor intenso en el vientre, como si algo la retorciera por dentro, haciéndola sudar frío.
Era un dolor demasiado fuerte y muy conocido.
Le había llegado el periodo otra vez.
¡Y otra vez antes de tiempo!
Desde que perdió al bebé, su ciclo nunca volvió a ser normal, siempre desajustado.
Cada vez llegaba sin avisar, y el dolor era mucho más fuerte que antes.

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