Entrar Via

Una madre soltera para el CEO millonario romance Capítulo 15

Terminamos de cenar y cada uno nos fuimos a nuestra habitación para cambiarnos. Yo lo hice muy rápido y aproveché el tiempo para tratar de hacer dormir a Valentina (lo cual logré sin mucho esfuerzo).

—Eres una bebé muy linda —susurro al colocarla sobre mi cama.

—¿Noel?

—Demetrius, pasa —preciso al terminar de acostar a mi hija.

—¿Ya se durmió?

—Sí, hemos hecho muchas cosas hoy; está cansada.

—La enfermera ya llegó.

—Justo a tiempo…

—¿Nos vamos ya?

—Sí, claro —respondo sonriente al tomar mi cartera—. Vamos, ya estoy lista

—Se ve tan hermosa como siempre, señorita Varksov…

—Muchas gracias, señor Hills —contesto al mirarlo a sus ojos grises (los cuales eran mi debilidad).

Frente a ello, Demetrius da unos pasos hacia mí, toma la parte baja de mi cintura, me aprieta a su cuerpo y deja un casto beso en mis labios.

—Me deja con ganas de más, señor Hills —confieso sin temor alguno; y él sonríe.

—¿Con ganas de más?

—Sí, con ganas de más —reafirmo al envolver mis brazos alrededor de su cuello—. Un beso más largo…

—Un beso más largo —repite sobre mis labios; y yo sonrío ampliamente.

—Un beso, Demetrius…, solo un beso…

—No tienes ni por qué pedirlo, Noel —contesta y, sin más, coloca sus dos manos en mi cintura y su boca atrapa la mía con mucha pasión.

Poco a poco y de manera delicada, me coloca contra la pared y continúa haciéndose de mis labios de la forma en la que él deseaba. Demetrius Hills besaba tan bien que me era inevitable, cada vez que nos separábamos, no querer más de su parte. Me gustaba sentir su experta lengua acariciar el interior de mi boca con tanto anhelo que deseaba que nuestros besos no se acabaran jamás; sin embargo, eso era imposible, ya que la necesidad de aire era inevitable.

—Demetrius —musito con la respiración entrecortada al sonreír; y él me corresponde del mismo modo— dios… —río— cualquier día nos quedaremos sin respiración —bromeo; y él ríe conmigo.

—Puede ser…

—Me gustan tus besos —confieso al llevar mis manos al cuello de su camisa.

—Y a mí los de usted, señorita Varksov —responde al mirarme fijamente a los ojos.

Yo me pierdo en el color gris de aquellos e inconscientemente, llevo mis manos a su rostro para comenzar a acariciarlo con mucha cautela, ya que, normalmente, cuando hacía ello, él…

—Ya es hora de irnos —precisa al tomar distancia.

«Y ahí va otra vez», señalo en silencio mientras lo observo con curiosidad, pues hasta ahora, no entendía por qué no le gustaba que yo acariciase su rostro.

Debo confesar que, de cierto modo, me incomodaba e iba a aclarar ese tema con él, pero ya sería mañana.

—Sí, ya vámonos —reafirmo y, cuando estamos por la puerta, nos damos cuenta de que Valentina se ha despertado—. Dame diez minutos por favor. Me gustaría ser yo quien la haga dormir.

—Puedes tomarte el tiempo que desees.

—Te agradezco —expreso sincera y luego, vuelvo a la cama con mi bebé—. Mi amor, ya es hora de dormir —musito al tomarla en brazos.

Valentina se remueve al tiempo en que bosteza (lo cual hace sonreír a Demetrius)

—De verdad se le nota muy cansada

—Te lo dije —señalo; y él ríe mientras que yo empiezo a arrullar a mi bebé cuando ella repara en la presencia de Demetrius y, como ya se le estaba haciendo costumbre, quería ir a sus brazos—. Mi amor, debes dormir. Mañana jugaremos con Demetrius…

—¿La podría hacer dormir yo?

—¿Perdón?

—Que… si…. Yo… —se aclara la garganta— ¿Puedo hacerla dormir?

—¿En serio?

—Solo si usted quiere.

—Claro —sonrío al acercarme a él y entregársela con cuidado.

Demetrius solía jugar con Valentina y conversar con ella mientras yo la tenía en brazos, pero jamás me había pedido hacerla dormir, jamás me había pedido arrullarla, así que su petición me tomó por sorpresa.

—Muy bien… debe pasar su mano por aquí para que… —me quedo en silencio al ver que había cargado perfectamente a mi bebé—. Muy bien, así es…

—¿Lo estoy haciendo bien?

—Parece usted un experto —expreso sincera; y él sonríe.

Luego dirige toda su atención a Valentina y yo solo me quedo observándolo mientras va de un lado a otro de la habitación con mi hija en brazos y arrullándola.

—¿Debería cantarle? —cuestiona curioso; y yo sonrío.

—Solo si quieres…

—No sé cantar…

—A ella no le importará eso…

—¿Por qué? Canto muy mal

—A ella le gustará

—Parece segura de lo que dice

—Valentina lo quiere —manifiesto sincera; y él se queda viéndome fijamente para después ver atentamente a mi bebé—. El escuchar su voz le gustará porque lo reconocerá.

—Si llora, será culpa de usted, Noel…

—Vamos, inténtelo. Le apuesto a que se dormirá.

—¿Qué le canto?

—La canción que usted desee

—Pero no conozco mucho de música.

—Estrellita dónde estás…

—Quiero verte… titilar —canta con su gruesa voz; y yo sonrío—. Canto muy feo…

—Pero vea que a ella le gusta. Solo siga cantando —le pido; y él obedece.

A los pocos minutos, Valentina ha quedado rendida en sus brazos, así que, cuidadosamente, Demetrius la dejo sobre la cama y, de la misma forma, salimos de la habitación.

Le damos las indicaciones a la enfermera y ya con todo listo, nos fuimos hasta una discoteca.

El ruido y las luces neón nos invaden al entrar al salón, hasta el punto de desorientarnos en cierto sentido.

—Este lugar está muy lleno —alza la voz Demetrius para que pudiese escucharlo.

—Si no le gusta, podemos irnos.

—No, claro que no. Tú quieres bailar, no nos iremos hasta hacerlo.

—De verdad, no tengo problema si nos vamos

—Noel, nos quedaremos a bailar —señala tajante; y yo sonrío antelo terco que era por complacerme—. Tenemos una mesa reservada.

—¿Dónde?

—Dijeron piso 3 —indica al tomar mi mano y guiarme—. NO SUELTES MI MANO POR NINGÚN MOTIVO.

—¡¿QUÉ ESTÁ TRATANDO DE INSINUAR?!

—DEMETRIUS, DEMETRIUS, ¡NO! ¡ESTÁ EBRIO! MEJOR VÁMONOS. Por favor —lo miro a sus ojos; y él resopla—. Por favor…

—Noel…

—Vamos a otro lugar, por favor… por favor —le pido y, poco convencido, toma mi mano y nos alejamos del tipo.

No obstante, de forma sorpresiva, siento a alguien tomar mi otra mano y me jala con tal fuerza que logra que me suelte de la mano Demetrius. Después, después solo siento unos asquerosos labios con sabor a alcohol sobre lso míos.

Pero ello no dura mucho tiempo, ya que Demetrius se encargó de separar al asqueroso hombre con un fuerte puño en su rostro (lo cual lo hace trastabillar y caerse).

—Demetrius…

—¡Aléjate, Noel!

—Demetrius, no, por favor, vámonos, no busque…

—¡IDIOTA! —insulta el otro hombre y se le lanza encima al cautivador hombre de ojos grisáceos.

—¡DEMETRIUS, NO! —grito preocupada al ver la forma en que aquel había empezado a golpear al tipo ebrio—. ¡DEMETRIUS, POR FAVOR! ¡ESTÁ EBRIO! ¡VÁMONOS! —le pido al observar lo fuerte que lo estaba golpeando—. ¡DEMETRIUS, VÁMONOS! ¡YA ESTÁ! ¡VÁMONOS! ¡YA ES SUFICIENTE! —exclamo demasiado preocupada al tomar su rostro y hacer que me mirara—. Por favor, por favor, ya vámonos —le pido un tanto asustada; y aquel desiste de seguir golpeando al extraño.

Vuelve a tomar mi mano cuando, sorpresivamente, alguien lo golpea.

—TÚ TE LO BUSCASTE, IDIOTA —grita mi acompañante y termina de golpear al hombre, pero, en un momento, llega a sentir compasión de él—. JAMÁS VUELVAS A BESAR A UNA MUJER A LA FUERZA —le advierta y, finalmente, toma mi cintura y me saca de ese lugar.

Ya en el auto otra vez, lo miro y no pudo evitar preocuparme.

—Demetrius, estás herido…

—Estoy bien, Noel —precisa al mirarse en el espejo del auto.

—Demetrius, tu boca…

—No es nada, tranquila…

—¿Cómo puedes decir que no es nada? Estás sangrando —señalo al llevar mis manos a su rostro—. Demetrius

—Discúlpame por arruinar tu noche

—No me importa eso; me importas tú. Debo curarte esas heridas.

—Estoy bien, Noel, tranquila.

—NO. Debo curarte esas heridas cuanto antes.

—NOEL

—HE DICHO, DEMETRIUS HILLS —lo regaño; y él se queda en silencio, observándome fijamente, para después sonreír divertido—. Parece una mamá…

—Soy mamá, señor Hills. Y usted parece un niño.

—Estoy bien, Noel

—No Demetrius y, en este momento, nos vamos a una clínica para que curen tus heridas.

—Noel

—Al menos, regresemos ya a la casa para curarte, por favor…

—Estoy bien, Noel. Se lo juro…

—Por favor, Demetrius, No seas terco. Es más, cambiemos de lugar, Yo conduzco.

—Noel.

—Vamos a cambiar de lugar —ordeno; y es lo que hacemos.

Luego de estar al volante, comienzo a conducir hasta la casa para curarle sus heridas, a pesar de su terquedad.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una madre soltera para el CEO millonario