Una madre soltera para el CEO millonario romance Capítulo 23

POV NOEL

—No sé si pueda aceptar eso, Maximun

—Por favor, Noel. No puedes marcharte, así como así a cualquier lugar con Valentina tan pequeña y con tu padre y Mezzla Vi acechándote.

—¿Sabes lo de Mezzla?

—Lo siento, no debía decirlo. Lo supe porque fui una de las personas que fue a traer a tu hija, de su casa, de vuelta a tus brazos.

—Eso no lo sabía, Maximun. Te lo agradezco demasiado.

—Demetrius intervino en mayor parte, él… bueno, ahora no tiene caso hablar de eso. Por favor, Noel, acepta mi propuesta. Ven a mi casa; ahí, Valentina y tú estarán mucho más seguras. Hazlo por ella…, hazlo por tu hija.

—Tienes razón…, pero… ¿qué hay con tu esposa? ¿No crees que a ella le incomodaría?

—Claro que no —sonríe—. Catalina es una gran mujer. Aparte, tú le agradas.

—¿Por qué? ¿Cómo así?

—¿Recuerdas la oportunidad en la que vine con ella aquí?

—Sí

—Me dijo que le habías agradado

—¿En serio?

—Sí. Y estoy seguro que ella no estará incómoda.

—¿Estás muy seguro?

—Muy seguro, Noel. Mi esposa entenderá por qué lo hago.

—Te lo agradezco, Maximun.

—¿Eso es un sí?

—Sí… y muchas gracias —susurro al acercarme a él y abrazarlo.

Luego, termino de ordenar todas mis cosas y salgo de la habitación con Valentina en brazos. Estoy por salir de la casa cuando, sin pensarlo, miro las escaleras que daban a la habitación de Demetrius.

—¿Noel?

—Maximun…

—¿Sí?

—¿Crees que puedas cuidar a Valentina un momento?

—Noel…

—Debo hablar con él y… despedirme.

—¿Estás segura?

—Sí…, por favor…

—Yo puedo cuidar a la bebé, señora —se ofrece la enfermera; y yo le sonrío mientras le entrego a Valentina.

—Muchas gracias —susurro; y ella sonríe.

—Noel…

—¿Sí, Maximun?

—Si él empieza a…

—Solo me despediré. No pienso hacer más. Después de todo, Demetrius Hills nos ha salvado la vida a mi hija y a mí en varias oportunidades. Es un buen hombre para mí, dejando de lado todo lo sucedido hoy. Solo es para despedirme.

—Bien…

—Ya regreso —preciso; y me doy media vuelta para empezar a subir las escaleras.

Llego a su habitación, veo que la puerta está semi abierta, pero aun así, no entro, sino que toco para pedir permiso.

—Quien sea, váyase. No quiero ver a nadie.

—Señor Hills…, soy yo… Noel…

—LE DIJE QUE SE FUERA, VARKSOV. ¿ACASO NO ME ENTENDIÓ?

—Claro que lo entendí, señor Hills. Usted fue… —siento un nudo en la garganta— extremadamente claro con el asunto.

—¿Entonces qué hace en mi casa aún? ¿No se va con Maximun? —cuestiona como ansioso y desesperado.

—¿Puedo pasar, señor Hills? Le prometo que no le quitaré mucho tiempo.

—Vete ya, Noel

—LO HARÉ, DEMETRIUS —contesto sin titubeo; y se hace un silencio largo entre ambos—. Solo deseo hablar unos minutos contigo, serán dos o tres antes de marcharme.

—¿Solo dos o tres?

—No serán más de los que tú quieras. Si quieres, solo dame un minuto. Yo nada más necesito…

—Que sea un minuto —interrumpe; y yo abro, cautelosamente, un poco más la puerta para entrar.

Ya en el interior de su habitación, lo veo sentado en su cama y, lastimosamente como siempre, con su botella de licor en la mano (prueba de que algo lo atormentaba y ese vicio no hacía más que acrecentar su dolor y ansiedad).

—Dígame lo que me quiere decir, Varksov, y váyase cuanto antes.

—Prometo no quitarte mucho tiempo, Demetrius.

—Empieza ya

—Solo quería agradecerte todo lo que has hecho por mí y por mi hija

—Eso no es necesario; puedes marcharte.

—SÍ, SÍ LO ES —objeto firme—. Tú o usted me ayudó cuando yo más lo necesitaba. Aquel día, cuando salí del hospital, creí que nunca más volvería a ver a mi hija. Ese día, sentí el dolor más grande que pude haber sentido en toda mi vida, me llené de miedo, pero no por el hecho de que yo podría morir cuando me vi ensangrentada, sino por saber que ella estaría sola y corriendo peligro en los brazos de su propio padre. Se me vino mil cosas a la mente y rogué por una oportunidad más (la cual no creí que llegaría), pero me equivoqué. No sé cómo apareció usted y me salvó; y no solo hizo eso, sino que trajo a mi hija de vuelta a mis brazos —preciso al empezar a sentir mis lágrimas brotar de mis hijos y las voy limpiando discretamente—. Yo… jamás, Demetrius, JAMÁS voy a poder pagarte eso. Y ahora que ya no nos volveremos a ver. Solo quería decirte lo profundamente agradecida que estoy contigo. Para mí…, eres el mejor hombre que haya conocido porque… dios… estoy segura de que ninguno habría hecho lo que tú…

—Noel…

—Déjame terminar por favor —pido; y él guarda silencio mientras me mira fijamente a los ojos—. Ninguno habría desafiado incluso a mi padre y… ninguno me hubiese ofrecido protección, en todos estos meses, a cambio de prácticamente nada. Sí, tus reuniones y cenas con tus socios solían ser aburridas —admito; y sonrío divertida mientras siento más lágrimas en mi rostro—, pero es nada en comparación con lo que tú hiciste por mí y, sobre todo, por Valentina. Siempre… siempre voy a estar agradecida con usted, señor Hills y… no sé qué es lo que le pase…, no sé el motivo de su sufrimiento

—Noel

—Pero sea cual sea, yo, de verdad, le deseo que pueda sanar ese dolor muy pronto porque lo está consumiendo, Demetrius… y porque lo convierte en otro hombre…

—Yo… perdóname por lo que hice…

—Descuida…, yo… ya pasó

—No debí tratarte así

—Es cierto; no debió y lo disculpo, señor Hills. Lo disculpo porque es muy claro que usted no está bien. Sé que sufre y; además, está enfermo.

—¿Enfermo?

—Sí, Demetrius —lo miro fijamente a los ojos—. Me hubiese gustado hacer mucho más por ti, pero no podré. Solo deseo que tú mismo te des cuenta del daño que te haces tomando varias botellas de whiskey al día. Consumes demasiado alcohol…

—Lo puedo controlar

—Mentira —refuto al instante—. Crees que sí, pero no…, no es cierto.

—Ese no es asunto suyo —responde; y yo sonrío al darme cuenta de que era un caso perdido hablar de ello ahora, sabiendo que, en cualquier momento, me echaría de su habitación

—¿Puedo curar tu herida? —pregunto de pronto; y él me mira fijamente—. Prometo no demorar. La curaré muy rápido, no es bueno que siga así… —menciono, pero él no dice nada, solo dirige su mirada a su mano y después de un par de segundos, la regresa a mí para seguir igual: sin articular palabra alguna.

Ante ello, puedo deducir su respuesta.

—Bien…, comprendo —sonrío al mirarlo; y su aspecto no hace más que preocuparme— yo… me retiro, señor Hills. Le agradezco que me haya escuchado. Gracias por todo… —lo miro a sus hinchados ojos grises y sonrío— gracias por todo…, Demetrius —susurro su nombre al recordar nuestras mágicas citas; y después, doy media vuelta y voy hacia la puerta de su habitación para salir.

—Noel… —me nombra; y me detengo.

—¿Sí?

—¿Puedes curármela por favor? —parece suplicar; y yo me giro a verlo otra vez.

Aquel me miraba de una forma extraña, como si quisiera decirme algo, pero no puede…

—¿Curarías mi herida por favor? —pide gentil; y yo asiento al tiempo en que me dirijo a su baño y tomo su botiquín para regresar a la cama y empezar a hacer lo que me pedía.

—Prometo no demorar. Ya lo verá…

—Puedes tomarte el tiempo que necesites… —susurra; y su predisposición me sorprende.

CAP 23 1

CAP 23 2

CAP 23 3

Verify captcha to read the content.Verifica el captcha para leer el contenido

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una madre soltera para el CEO millonario