POV NOEL
—Demetrius, creo que estás exagerando
—No, claro que no
—Yo creo que sí —musito al ver a las dos enfermeras adicionales que había contratado—. Ya estoy bien, Demetrius.
—Es un tema que no está en discusión —responde algo serio, al tiempo en que deja mi pequeña maleta de hospital al borde la cama.
—Por favor, retírense, muchas gracias.
—Sí, señora —responde una de ellas, muy cordial, mientras que la otra solo se retira sin decir nada.
“Vaya… eso fue un poco grosero”, pienso al ver a la rubia de ojos verdes salir desinteresada.
—Demetrius
—Debes descansar. Yo me encargaré de Valentina estos días. Veré los temas de la empresa desde la casa.
—Demetrius, mírame.
—¿Qué pasa?
—¿Estás bien?
—Sí
—Te he notado un poco extraño estos días. De hecho, todo empezó aquella noche de la explosión.
—Estoy bien. Ahora debes recostarte.
—No tengo sueño.
—Debes descansar
—No me siento cansada. Quiero caminar.
—Entiendo.
—Bueno, en ese caso, una de las enfermeras deberá acompañarte
—¿Qué?
—No puedes salir a caminar sola, Noel
—No pretendía hacerlo de esa manera.
—Bien, entonces llamaré a una
—Demetrius —lo nombro muy seria; y él me mira fijamente.
—Dime
—No tendría ni por qué decirlo, pero si hay alguien con quien quisiera salir a dar un paseo sería contigo y nuestra hija.
—Noel
—¿No quieres hacerlo? ¿Algo te incomoda? ¿Algo te molesta? ¿ay algo que no sepa?
—¿Algo que tú no sepas? ¿A qué te refieres?
—A que, desde hace días, noto a mi esposo muy extraño conmigo y eso no me gusta, Demetrius Hills.
—Debes tranquilizarte, Noel.
—¿Qué pasa, Demetrius?
—Todo está bien y si lo que quieres es dar un paseo juntos, está bien
—Demetrius, parece que solo aceptaras porque sí
—Ahora soy yo el que no entiende.
—¿Sabes qué? Olvídalo —susurro algo cansada—. Mejor descansaré un momento. Jugaré con Valentina.
—Es mejor que descanses a solas. Yo me encargaré de ella.
—Está bien —accedo—. Descansaré un momento, pero luego, tú y yo debemos hablar.
—¿Hablar?
—Sí, Demetrius. Es evidente que algo pasa y yo no sé qué es, pero será después porque ahora te veo renuente a contarme lo que sea que estuviese sucediendo —preciso muy seria; y él se queda viéndome con atención.
Yo, para ser sincera, espero algún tipo de respuesta de su parte, pero no llega
—Deme…
—Que descanses. Iré a nadar con Valentina —interrumpe.
Luego, toma un poco de su ropa y sale de la habitación, dejándome molesta y frustrada ante su extraña e incomprensible actitud.
—Definitivamente, tendremos que hablar después —concluyo muy seria, al ver la salida de mi habitación,
Después, me recuesto sobre mi cama y trata de descansar, de dormir un poco, pero no lo logro, ya que no podía de dejar de pensar en la forma en la que se estaba comportando Demetrius. Tomo un libro para leer, pero sigo pensando en lo mismo, no podía concentrarme en la lectura, así que lo cierro de un solo golpe y lo vuelvo a colocar sobre mi mesa de noche.
Luego, me levanto de mi cama y salgo de mi habitación.
—Será mejor arreglar esto ahora, antes de que me vuelva loca —determino; y continúo rumbo a la piscina.
Cuando salgo, veo que hay personas terminando de trabajar en reconstruir el despacho (el cual parecía ya estar casi listo).
“Qué rápidos”, pienso, pero no me distraigo mucho. Solo voy al pasillo correspondiente y tomo las escaleras que me llevarían al sótano.
Llego a aquel y lo primero que veo es a Demetrius y Valentina en el agua, riéndose ambos hasta que él se pone serio y la abraza de una manera muy especial. Valentina, muy cómodamente, reposa su cabecita sobre uno de los hombros de su padre y cierra sus ojitos. Aquella imagen me pareció muy mágica…, parecían estar en su momento, en ese momento de mágica conexión de amor de padre e hija. Me conmuevo al ver a Valentina muy tranquila en los brazos de su padre, acariciando su hombro con sus pequeños deditos y, de pronto, con los ojos aún cerrados, comienza a dejar besos en el mismo.
Demetrius la abraza mucho más y, al igual que ella, también cierra sus ojos y se permite disfrutar del momento. En cuanto a mí, no hago más que verlos muy sorprendida, ya que jamás imaginé ver una muestra de amor tan puro como la que veía en ese abrazo.
—No quiero perderte, Valentina —pronuncia de pronto, con cierta tristeza, la cual me extraña mucho más y, de algún modo, me preocupa.
—Paa pa… —musita mi hija; y él… él comienza a…
“¿Llorando? ¿Demetrius está… llorando?”, me pregunto y silencio, muy sorprendida por lo que veía, ya que su sollozo, a comparación de la otra vez, parecía de dolor y tristeza más que de felicidad.
—Paaaaahhhh —articula mi hija; y Demetrius ríe, al igual que ella.
Valentina acaricia su rostro y él besa su pequeña manito.
—Te amo…, no te perderé…
—Claro que no —digo inconscientemente; y me gano su atención en el acto.
Él se torna serio y limpia sus lágrimas disimuladamente y ahora, a comparación de unos instantes, ya no era más el hombre tierno.
«Algo serio está pasando», señalo en silencio, muy seria.
—Noel, ¿qué haces aquí? Deberías estar descansando.
—No podía hacerlo.
Me acerco a ellos y mi hija se balancea en los brazos de su padre para poder venir hacia mí.
Yo la quiero tomar entre mis brazos, pero no lo hago, dejo que Demetrius siga con ella, ya que sentía que él así lo deseaba y… necesitaba.
—Hola, mi amor… —juego con sus manitos; y mi hija ríe.
Después solo sigue feliz en los brazos de su papá.
—¿Sales?
Sin embargo, se aleja un poco y me entrega a Valentina.
—Quiere estar contigo ahora…
—Está bien.
—Yo debo volver a mi habitación
—Bien… ¿nos vemos para cenar?
—No creo que pueda hoy. Tengo una cena importante
—¿Qué?
—Debo ir a mi habitación —repite; y luego, solo sube las escaleras y desaparece.
Valentina y yo quedamos a solas; y lo único que hago es regresar a la piscina y sumergir mis pies mientras juego con ella. No obstante, mi pensamiento sigue en la extraña actitud de Demetrius, la cual empezaba a preocuparme mucho más.
Luego de casi media hora, me levanto con Valentina en brazos y decido regresar a nuestra habitación.
—Ya es tarde, mi amor. Debes tomar tu siesta —digo, pero ella parecía no querer—. Valentina…, no, mi amor, caminaremos después —le pido al verla tan inquieta en mis brazos por que la bajara.
Ante su insistencia, lo hago y ella comienza a dar pasos con mi ayuda. Sujeto sus manitos y comenzamos a caminar por la sala hasta que se detiene en el piano que Demetrius cuidaba con recelo.
—No, mi amor, ese no
—M ama ma ma —articula; y yo sonrío.
«Aunque… tal vez…, esto podría ayudar», pienso de repente.
—Una melodía suave, en un piano como este…, creo que…, creo que le gustaría a Demetrius —susurro al verme tentada a tocarlo—. Tal vez… pueda intentarlo —concluyo; y Valentina sonríe ampliamente como si pareciera entenderme.
—Ven aquí, mi amor. Tú te quedarás aquí, en la alfombra —la siento y ella se queda tranquila.
Mientras tanto., yo tomo asiento en el banquillo frente al piano y levanto la cubierta. Hago unos pequeños ejercicios y comienzo.
La melodía que había elegido era… “The Ludlows” de James Horner.
Me dejo llevar por las primeras suaves notas de la pieza, cierro mis ojos un momento y empiezo a soñar. Luego, los abro y veo a mi hija viéndome atentamente, ante ello, sigo interpretando la hermosa y suave canción, la cual tocaba, con todo mi amor, también para él. Quería que Demetrius sintiera por aquellas melodías que, a pesar de cualquier cosa, siempre encontraríamos un refugio a nuestras tormentas o problemas, que siempre podría encontrar refugio en alguien y… quería que supiera que ese alguien éramos… Valentina y yo.
CAPÍTULO 40:
POV DEMETRIUS
Estoy en mi habitación, con la foto de mis hijos y de Sophia en la mano, cuando empiezo a oír unas melodiosas notas en piano que se roban toda mi atención. La manera de tocar era tan suave como la melodía que, extrañamente, me empezaba a transmitir una inexplicable tranquilidad… hasta que caigo en cuenta que…
—EL PIANO —articulo al instante, al tiempo en que salgo rápidamente de la habitación para ir hacia las escaleras.
Llego a estas y puedo verla a ella tocando el piano que había pertenecido a…
—Sophia… —susurro al recordarla en aquel banquillo, tocando para nuestros dos hijos y para mí.
Ellos en el piso y yo… a su lado.
—Sophia… —susurro otra vez al imaginar verla ahí, tocando aquellas suaves notas.
De pronto, veo el piso y no están mis hijos…, está…
—Valentina —susurro; y despierto de mi imaginación.
Sacudo mi cabeza y la imagen de Sophia tocando el piano desaparece para dar paso a la imagen de Noel haciendo ello… en el piano que había pertenecido a mi esposa.
En ese momento, no sé cómo actuar, lo único que sabía era que a Sophia, mi Sophia, no le hubiera gustado ver que una Varksov tocara su piano.
—¿Qué… qué crees que estás haciendo? —increpo al bajar las gradas, pero ella parece no escucharme—. ¿QUÉ CREES QUE ESTÁS HACIENDO? —repito más fuerte.
Noel abre sus ojos sorprendida y me sonríe, pero no deja de tocar el instrumento.
—¡DEJA DE TOCAR YA! —alzo mi voz; y ella parece asustarse, ya que ha obedecido en el acto.

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