Capítulo ciento uno: Yo no confío en ti
"Narra Sofía Galanis"
—Sé lo que estás pensando —me abordó mi marido en el momento en que solté aquella conjetura—. Y puede que tengas razón, al menos en una parte.
—¿Y en qué me equivoco según tú? —pregunté con los dientes apretados. Ya veía venir mi enfado por la cañería.
—Crees que esto ha sido obra de Natalia, lo del reportaje y tal vez lo del secuestro.
—Y tú evidentemente crees otra cosa —bufé sin terminar de creérmelo, pero tampoco podía decir que me sorprendía.
—Natalia no es de ese tipo de mujeres, Sofía, no sé rebajaría a ese nivel.
—Porque tú lo dices —no quise mirarlo. De repente no lo quería ni cerca de mí—. No lo puedo creer. No puedo creer que a estas alturas estés defendiendo a tus fulanas delante de mí.
—Sofia…
—¡Sofía un infierno! —me alteré en el acto, furiosa con él, con su forma de ser—. A los secuestradores le mandaron hacerme abortar. ¡Trataron de matar a nuestra hija! A tu séquito de mujeres son las primeras que les beneficia que eso pase. ¡Y tú las defiendes! ¿Hasta cuando, Apolo? ¿Hasta cuándo tengo que esperar a que me des mi lugar?
—Lo que dicen los reportajes son mentiras. Sí, tuve muchas mujeres antes de conocerte, más de las que puedo contar. Pero desde que me casé solo he estado contigo, Sofía. No tengo por qué mentirte.
—Ni yo por qué creerte —repuse altanera.
—¿Me estás llamando mentiroso?
Parecía insultado y dolido, pero eso no me detuvo. Yo también había sufrido muchísimo por él, desde el mismo día en que lo había conocido y a él eso no lo detuvo de seguir ocultándome cosas (historias con mujeres más bien), haciéndome daño.
—¿Por qué habría de creerte, Apolo? Tú no me has dado precisamente muchos motivos para confiar en ti o en tu palabra. Justo en la fiesta de hace unos días andabas hablando con la estúpida de Creta.
—Ella me abordó —se defendió de manera automática—. Quiso disculparse por lo que hizo y yo no la dejé. Le dije que se disculpara primero contigo, eso fue todo.
—Estás histérica.
—¡No lo estoy!
—No voy a discutir contigo sobre esto. Naturalmente, estás molesta. Tienes razones para sospechar y yo te disculpo.
—¡Crees que me tienes donde quieres porque estoy embarazada! ¡Pues no es así! O te vas tú o me voy yo, elige.
—Escúchame bien —acortó la distancia entre los dos y entonces me tomó de la barbilla para obligarme a verlo—, voy a averiguar quién está verdaderamente detrás de tu secuestro y de los recortes de prensa que te enviaron y juro por Dios, Sofía, que voy a demostrarte que no tengo nada con ninguna mujer, que para mí solo existes tú.
Él se quedó un par de minutos, tal vez a la expectativa de que yo dijera algo, pero cuando entendió que de mi boca no saldría una sola palabra, se marchó de la habitación. Y yo… me eché a llorar, como era lógico.
Estaba agotada, enojada y harta de sufrir, de tratar de ser feliz con mi marido y que siempre ocurriera algo que lo estropeara. No teníamos ni siquiera medio año de matrimonio y nuestra relación ya estaba desgastada, repitiendo un círculo vicioso que cada vez nos hacía más daño.
******A estos dos le vamos a dar con un palo en la cabeza a cada uno para que se entiendan. Yo es que los he creado, pero ellos ya han cobrado vida propia y hacen lo que les da la gana. ¿Quién quiere otro?******

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé.