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¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 105

Capítulo ciento cinco: Pequeña diosa griega y visita no grata

"Narra Apolo Galanis"

Tomé una manta de una de las habitaciones y dirigí a mi esposa hacia el jardín donde se encuentra una hamaca. Nos acostamos, miramos las estrellas y nos contamos momentos al azar importantes de nuestra vida.

—¿Alguna vez imaginaste casarte y tener una familia con la mujer que creías que te había drogado para que te acostaras con ella? —me preguntó y la verdad es que no.

Nunca me imaginé que ese día me encontraría con esta hermosa mujer y que más tarde esa mujer se convertiría en mi principal motivo para vivir. Porque sí necesito a Sofía. Sin sus locuras y sus comentarios sarcásticos mi día es frío y amargado como yo. Antes vivía conforme con eso, pero ahora que descubrí su mundo lleno de color, no quiero más el sombrío en el que vivía. Quiero que su luz siempre aleje mi oscuridad. Desde que ella llegó todo cambió. Yo era arrogante, petulante, incluso conflictivo y ella fue cambiando sin darse cuenta toda esa parte de mí, al menos con ella y con mi familia. Me he hecho más blando pero, aunque parezca una contradicción, me ha hecho más fuerte.

—Te amo, Sofía Galanis —confesé de pronto. Me hacía la idea de que ya había conseguido convencerla, pero aún así, yo no dejaría de repetir esas palabras, para que nunca más tuviera dudas al respecto, para que nunca más desconfiara de mí.

—Le informo que el sentimiento es mutuo, señor Galanis —respondió ella con una sonrisa de oreja a oreja.

La besé lento, dándome el tiempo de saborear su boca.

—¿Nunca te han hecho el amor bajo las estrellas? —le pregunté y cuando ella negó embelesada con la vista brillante y perdida en mí, sonreí antes de apretarla contra mi cuerpo—. Pues prepárate, querida esposa, porque esta noche será inolvidable.

Me tomé mi tiempo, besé cada espacio libre de su piel y la seduje con cada caricia como nunca antes lo había hecho. Cumplí mi palabra al pie de la letra.

—Tenemos que ir pensando en un nombre —comenté tiempo después mientras le acariciaba el vientre redondo—. ¿Tienes alguno en mente?

—La verdad es que sí —la vi ponerse algo tensa y fruncí el ceño extrañado—, pero no sé si te guste.

—A ver, cuenta —resoplé con el mayor disimulo que pude. Conociéndola como la conocía, imaginaba que soltaría cualquier barbaridad—. ¿Qué pasa por esa loca cabecita?

—Yo… estaba pensando en tu padre y en mi madre… —siguió hablando dubitativa —. Ellos dos han sido nuestras figuras paternas, nuestros modelos a seguir.

—¿Y eso qué? —le inquirí más confundido todavía—. No le puedes poner el nombre de mi padre a una niña, lo sabes, ¿verdad?

Terminé el boceto del cuadro que había empezado a hacer y aproveché para bajar a la cocina para tomar un poco de agua. Los pies me dolían horrores. Por suerte cuando me empezó a crecer el vientre nos trasladamos a una habitación en el primer piso. Así yo evitaba las escaleras.

Desde esta mañana sentía unas molestias en mi zona baja. El doctor O' Connor decía que era normal ya que el embarazo estaba en su etapa final.

Llegué a la cocina y me encontré a la cocinera preparando el almuerzo. Todo olía delicioso. Me puse a ayudarla a la vez que hojeaba las últimas páginas del libro de madres primerizas que leía de vez en cuando.

Entonces de un momento a otro el mayordomo me avisó de que tenía una visita. Le dije que la hiciera pasar y en el momento en que vi de quién se trataba, supe que había sido un gran error. Debido a que la persona que tengo delante no es muy grata para mí.

—¿Papá?

—Hola, hija mía.

*****¿Les gustó el nombre para la bebé?****

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