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¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 106

Capítulo ciento seis: Dolor por partida doble

"Narra Sofía Galanis"

No podía creer que después de cinco meses fuera capaz de pararse delante de mí. No sabía qué quería, pero tampoco me interesaba. No tenía nada de qué hablar con él.

—¿Qué haces aquí? —decidí preguntarle para salir de esto lo más rápido posible.

—Vine a verte, Sofía. Hace mucho que no nos veíamos y no me gustó cómo quedaron las cosas entre nosotros —dice con una voz melosa y no le creo una palabra.

—¿Y has esperado cinco meses para decidir eso y venir a verme, cuando vivimos en la misma ciudad? —pregunté con un evidente tono sarcástico en la voz. Tal vez el desdén en mis palabras servían para ocultar el dolor que me causaba comprobar una vez más que nadie de mi familia valía la pena.

—Yo… te echo de menos —mis defensas se quebraron con esa simple frase. Cerré los ojos mientras me regañaba por lo tonta que era al dejar que él llegara hasta mí y consiguiera afectarme—. Y te necesito, hija. Estoy metido en un lío financiero y no sé si lo sabes, pero la empresa familiar de Archie está prácticamente en la ruina…

No lo sabía, pero tampoco me importaba.

La rabia me consumió y la sentí ebullir en mis torrentes sanguíneos. Traté de controlarme haciendo los ejercicios de respiración que me recomendó el médico en clases de preparto. Pero no funcionaron y exploté.

—Después de cinco meses y todo lo que pasó y de cómo me trataste toda la vida, vienes aquí con el descaro más grande de tu vida a decirme que me echas de menos. Para después tú mismo burlarte de tus propias palabras confesando que lo único que te interesa es que sea la esposa de un hombre millonario. ¿Pero de qué tamaño es tu corazón si es que acaso tienes uno? Y tu falta de cordura, de tacto… ¡¿Qué acaso no tienes sangre en las venas?! —le reclamé—. ¡¿Pero tú te piensas que yo soy estúpida?! —le grité sin poder contenerme—. ¿De qué metal duro y frío estás hecho, papá?

Sabrina, que al parecer había acabado de llegar a la casa, vino a ver lo que estaba pasando y para la buena suerte de mi padre Apolo no estaba aquí.

—Lárgate de mi casa, antes de que mi esposo llegue y te ponga en tu lugar como el oportunista desnaturalizado que eres —lo eché.

—¡Pero qué malagradecida eres! ¡Yo te crié!

—Si por criar te refieres a casa y comida —aludí—. Me pasé años devolviéndote el favor con el sueldo de mi trabajo que te entregaba prácticamente íntegro cada mes.

—¡Tú eres lo que eres gracias a mí, Sofía! ¡Me lo debes! Nunca me diste nada bueno, ni me hiciste sentir orgulloso, solo me dabas preocupaciones y decepciones. Hay que ver que eres incluso peor que la inútil de tu difunta madre. No sirves para nada…

Sabrina no lo dejó terminar cuando le soltó un guantazo en la cara que lo tumbó a lo largo. Yo estaba demasiado asombrada y en shock como para reaccionar.

Los doctores me ignoraron y mandaron a la enfermera a llevar la camilla al quirófano. Me niego, les hablo y no responden.

—Señora Galanis, necesito que se calme esto es perjudicial para la bebé, le hace daño. Por favor hágalo por ella —me pide el doctor y me resigno mi bebé nacerá sin su padre.

Maldici0n, maldici0n. Empiezan con todo y el doctor me explica una y otra vez lo que tengo que hacer.

Al pujar me duele horrores, siento que me parten en dos. Después de la segunda vez que pujo. Entra mi salvación vestido con ropa azul.

—Aquí estoy, mi querida esposa. Perdón por demorarme. Es que esta niña caprichosa se adelantó —me besó la frente.

El doctor me vuelve a pedir que puje y lo hago me siento destrozada, pero todo se vuelve hermoso cuando escucho ese llanto que me hace sonreír en medio de las lágrimas.

Me la entregaron en brazos envuelta en unas sábanas y entonces sí, reí a carcajadas, adolorida, pero como la mujer más feliz de este planeta.

—Bien hecho, mi valiente esposa —mi marido me besó la frente para luego hacer lo mismo con nuestra hija que había dejado de llorar para hacer ruiditos extraños con la boca—. Bienvenida al mundo, Ezzianne Galanis, mi pequeña Diosa griega.

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