Entrar Via

¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 52

Capítulo cincuenta y dos: La quiero lejos de mí

“Narra Sofia Galanis”

La palabra que me daba vueltas en la cabeza enseguida escapó a los labios de Apolo, y me llevó un segundo darme cuenta de que él no estaba confirmando mis peores pesadillas, sino que Creta había entrado en la habitación.

—¿Qué haces aquí? —preguntó él irritado mientras se ponía en pie—. ¿No sabes llamar?

—¿Desde cuándo tengo que llamar? —preguntó Creta. Luego se fijó en el mantel de picnic y sonrió con burla. Con una sola mirada feroz consiguió deshacer todo lo que yo había creado—. ¿Estoy interrumpiendo una velada íntima? ¿O es que el personal de cocina se ha puesto en huelga? —sin esperar una respuesta encendió las luces y le entregó a Apolo una tarjeta para que la firmara—. Necesito que firmes esto, cariño. Voy a enviarle al árabe una cesta con manjares griegos. Tal vez debería encargar dos y mandar una aquí arriba. No sabía que la gente bebiese esa porquería.

Sin una palabra, Apolo firmó la tarjeta.

—Acaba de llamar tu madre —continuó Creta sin inmutarse por nada—. Dice que quiere celebrara una cena familiar el sábado.

Apolo abrió la boca para contestar, pero yo me adelanté.

—El sábado estamos ocupados —respondí cortantemente. Dile a mi suegra que tendrá que posponer la cena para otro día, o simplemente hacerla sin nuestra presencia.

—¿Y por qué no se lo dices tú, querida? —inquirió ella mientras torcía la boca en una malévola sonrisa, tratando de meter cizaña.

—En primer lugar, mi suegra te ha llamado a ti y en segundo lugar, no me sobra el tiempo como para estarlo perdiendo en tonterías.

—¿Hablar con la madre de tu marido te parece una tontería?

—No, hablar contigo lo es —Y si antes el ambiente había sido frío, en ese momento era glacial. Creta recuperó la tarjeta sin decir una palabra y se fue dando un portazo—. Menos mal —dije aliviada, y me giré para ver el mismo alivio en la cara de Apolo, pero vi que estaba sumamente molesto. Tenía todos los músculos de la cara tensos.

—¿Por qué diablos has dicho eso? —preguntó él—. ¿Cómo te atreves a rechazar una invitación sin consultarme primero, o hablar a alguien de esa forma? ¿Las clases de etiqueta no te han enseñado nada?

—Me atrevo porque no deseo pasar ni una noche, ni un día, ni un minuto, ni siquiera un segundo en compañía de Creta —contesté, pero mi convicción desapareció al ver la furia de Apolo.

—¿Así que rechazas la invitación? Mi madre ha venido después de más de un año, tiene una concepción equivocada sobre ti porque no te conoce, ¿y tú te niegas a cenar con ella?

—Me niego a cenar con su querida amiga Creta —respondí acalorada—. Me niego a ser humillada. Me niego a que se ría en mi cara por la falsedad de este supuesto matrimonio, porque ella cree que a estas alturas todavía cree que tiene algún poder sobre ti. Y siendo honesta, no sea así o no.

—¿Es eso lo que piensas de todo esto? —preguntó él con ojos brillantes—. ¿Estás pidiendo que cambiemos las reglas de golpe? ¿Quieres que te diga que te quiero, Sofia? ¿Quieres que te diga que esto es para siempre?

—¿Como si qué? —preguntó él midiendo muy bien sus palabras.

—Como si nos amáramos —susurré muy bajito—. Como si fuera imperativo que yo te creyese, como si te importara lo que yo piense y en cambio el contrato que nos une te diera igual.

—¿Y qué piensas, Sofia? —preguntó él con voz tranquila, pero sin ocultar el peligro tras ella—. ¿Qué se te pasa por esa cabecita tuya? Te lo he preguntado de buenas maneras, con cuidado, pero no me ha llevado a ninguna parte. Pues ya estoy harto de ser agradable. Si tienes algo que decir, creo que éste sería un buen momento.

—Quiero que, si no puedes comprender por qué quiero a Creta lejos de mí, al menos respetes mi decisión y quiero que dejes de tratar de controlarme o de fingir cosas que no sientes.

Apolo agarró su vaso y lo estampó contra la pared mientras gritaba. Luego seleccionó otro de una bandeja de plata y se sirvió un whisky.

—¿Has terminado? —dijo, se dio la vuelta y me miró con fiereza—. ¿Es eso todo lo que quieres de mí, Sofia? ¿Es eso?

—No del todo.

Apolo apretó el vaso con tal fuerza que los nudillos se le pusieron blancos, tenía la cara blanca y amenazante mientras yo me acercaba a él pronunciando cada palabra con tal calma, que no hacía sino exacerbar la tensión de la habitación.

—Hay otra cosa que quiero de ti, Apolo —añadí una vez estuvo frente a él, negándome a dejarme intimidar por ese hombre tan insufrible, decidida a no dejarle ver la agonía de mi alma—. Quiero respeto. Si no eres capaz de mantener a tu amante apartada, al menos mantenla a una distancia respetable.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé.