Entrar Via

¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 56

Capítulo cincuenta y seis: Me has herido

“Narra Sofia Galanis”

No sabía el tiempo que pudimos estar ahí de pie, en silencio. Con el fuego crepitando, el reloj haciendo tic tac, la música sonando muy baja, mientras yo trataba de digerir sus palabras.

—Sofia —dijo él con un gemido mientras intentaba tocarme. Sin embargo, yo me aparté, tratando de imaginar cómo podía haber dicho aquello—. No debería haber dicho eso.

—¿Por qué no? —pregunté casi sin voz, como si tuviera la garganta llena de arena y, a pesar del calor del fuego, nunca me había sentido tan jodidamente helada—. No es ningún secreto de estado.

—Nunca debí decirlo —repitió él—, porque no es verdad.

—¿Ah, no? —bufé con marcado sarcasmo mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas—. Lo siento si no soy muy buena en esto. Lo siento si no soy una de esas sofisticadas amantes a las que estás acostumbrado. No conozco las reglas, Apolo, porque nunca antes había jugado. No sé lo que es real y lo que no. No sé cómo he de reaccionar cuando medio país asume que te acuestas con Creta. Y si tus palabras estaban destinadas a darme una patada, entonces han funcionado, porque me has herido —dije con una mano temblorosa en el pecho—. ¡Me has herido y el día que me diste el anillo dijiste que nunca lo harías!

Apolo se acercó a mí y me besó, silenciando mis protestas, mis dudas, mi furia, mis miedos con el peso de su adoración. Sus manos recorrieron mi cuerpo como si estuvieran habrientas, poseyéndolo. Me tumbó en el suelo y trató de quitarme el vestido. Sin embargo, la fila de pequeños botones a la espalda al parecer era demasiado para la necesidad que tenía de estar dentro de mí, porque me levantó la falda, me quitó bragas y las tiró a un lado.

Yo lancé un grito apagado, sorprendida e insegura al principio, incapaz de creer que él pudiera estar disfrutando de aquello. Sin embargo, sus gemidos de aprobación eran la confirmación que necesitaba.

Sus ojos cerrados y su concentración me dieron un interludio para relajarme y sentirlo, con su lengua haciendo maravillas mientras yo tensaba los muslos con espasmos y mi estómago estaba tenso, no por los nervios, no por la vergüenza, ni por el bochorno, sino por la deliciosa anticipación del orgasmo, que me hizo arquear la espalda por las contracciones.

Él me sujetó por las nalgas con las manos mientras yo me retorcía bajo la maestría de su tacto.

Apolo tuvo que parar para dejarme tomar aliento, tuvo que dejar que el mundo dejara de dar vueltas por un momento. Y justo cuando yo creía que ya había terminado, me subió el vestido más arriba, dándome un beso en los pez0nes mientras se bajaba la cremallera del pantalón. Gemí muy agudo como una pequeña, exhausta, segura de que ya había abandonado ese mágico lugar al que me había conducido, segura de que había acabado.

—Espero que sea importante —dijo Apolo mientras recuperaba su ropa. Yo me quedé en el suelo, recuperando el vestido mientras él contestaba—. ¿Qué pasa?

Al notar cómo la voz de Apolo cada vez era más urgente, fruncí el ceño. Hablaba en voz alta, pero trataba de convencerme a mí misma de que no ocurría nada. Los griegos siempre gritaban al teléfono, había aprendido eso. Siempre hablaban como si la tercera guerra mundial hubiera estallado o como si la familia estuviese a punto de ser devorada por lobos, cuando de lo que hablaban era del clima.

—Es Ciro Paladiios, el padre de…

—Creta —terminé por él.

—Sí —dijo Apolo cuando colgó el auricular. Sin embargo, esa sonrisa que yo esperaba no llegó, sino más bien la palidez de su cara mientras se acercaba—. Ha tenido un ataque al corazón.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé.