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¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 58

Capítulo cincuenta y ocho: Lejos de mí

"Narra Sofía Galanis"

—Ambos han sido maravillosos conmigo.

La voz profunda de Creta aún hacía que yo apretara los dientes, pero traté de controlarme y le serví a Creta la tercera copa de vino, ofreciéndoselo mientras ella estaba sentada en el sofá, con su cabello negro cayéndole sobre los hombros y su abrigo lo suficientemente desabrochado como para dejar ver su escultural figura.

Decir que yo había visto más de Creta que Apolo en los pocos días desde el ataque del señor Paladios era quedarme corta. Creta aparecía en la cocina mientras yo intentaba concentrarme y luego desaparecía con Apolo para luego regresar a cualquier hora para contarme los progresos de su padre mientras Apolo desaparecía para hacer algunas llamadas.

Nuestro matrimonio, si se le podía llamar así, había pasado la fase de las peleas y parecía haberse estancado en la de la resignación.

—¿Dónde están el mayordomo y la cocinera? —preguntó Creta tras dar un sorbo de su bebida.

—Sofía les ha dado la noche libre. Otra vez —dijo Apolo con un sarcasmo que no pasó desapercibido.

—Quiere a su marido para ella sola, cariño —dijo Creta—. Y la verdad es que no la culpo —añadió. Yo estaba a punto de dar mi respuesta, pero Creta se adelantó—. Robert es un hombre muy complicada y medio senil ya. No sé por qué sigues contratándolo, Apolo.

—Robert es prácticamente de la familia —respondió mi marido.

—Entiendo —ella formó una delicada <

> con sus labios—. Aunque debo decirte, por si no lo sabías, que se lleva bastante mal con tu madre.

—Mi madre se lleva mal con medio mundo —respondió mi esposo con poco interés.

—También es cierto.

—No obstante, tú te llevas bien con ella —señalé de pronto.

—Sí, pero porque yo soy de la familia prácticamente —presumió—. En todo caso, ahora mi padre tendrá que quedarse por una temporada en Londres y he rentado una casa para los dos. Cuando vuelva a casa haré todo lo que sea por él. El hospital está arreglándolo todo para que vengan enfermeras con nosotros, pero yo no quiero. Voy a cuidar de él yo misma. Esto ha sido una gran...

—¿Llamada de atención? —pregunté casi sin voz.

—Eso es lo que intento decir —contestó Creta con una sonrisa—. Al verlo tan enfermo, tan frágil, incapaz de hacer nada —cerró los ojos y una lágrima se deslizó por su mejilla—. La otra noche cuando llamé, sentí haberlos molestado, pero la enfermera dijo que tenía que volver a casa para buscar la medicación de mi padre y llevarla de vuelta, irme al hotel para descansar. Mis lágrimas estaban poniendo nervioso a mi padre. No debí haber llamado.

—Tonterías —dije sentándome a su lado y tomando su mano para ofrecerle una primera muestra de afecto real—. Por supuesto que debiste llamar. Somos amigas.

Miré a Apolo y vi la sonrisa que me dirigió, y sentí de pronto que la culpa que había sentido durante la última semana se había multiplicado.

Creta no sólo estaba triste, estaba totalmente angustiada. La devora hombres que me había imaginado parecía haber desaparecido y dejado a aquella mujer pálida sentada en el sofá.

—Será mejor que me vaya —dijo Creta mientras se abrochaba el abrigo, haciéndole señas a Apolo de que se sentara al verlo sacar las llaves del coche—. Puedo ir a pie. Ahora sólo vivo a unos minutos, y el aire fresco me hará bien.

Pero ya no más.

—Yo tampoco quiero pelear, Apolo. Siento haber dudado de ti. Ver a Creta esta noche me ha hecho darme cuenta de lo egoísta que he sido, no sólo con ella sino también contigo. Las últimas semanas no pueden haber sido nada fáciles para ti —tragué saliva y traté de calcular mis palabras, pero no me salió nada. Lo más inquietante de todo era la falta de respuesta por parte de Apolo ante mi disculpa—. Lo que intento decir es que...

—Ahórratelo —dijo él sin inmutarse, sin ni siquiera malicia en su voz, aunque yo lo habría preferido. Nuestras peleas pasionales y nuestros fugaces encuentros ma dejaban destrozada, pero aquella respuesta nula ante mi disculpa era aún más preocupante, y abrí los ojos sorprendida al ver que Apolo se daba la vuelta para dirigirse a las escaleras.

—Apolo, por favor.

Se dio la vuelta y me miró, pero parecía tan exhausto que momentáneamente me quedé parada.

—Estoy cansado, Sofía. Llevo días despertándome a las cinco y regresando a casa después de medianoche. Seguro que comprenderás que yo también necesito dormir.

—No es de Creta de quien quiero hablar, Apolo. Es de nosotros.

—Estoy seguro de que la pelea durará hasta mañana —dijo él con una sonrisa.

El abismo que había entre los dos cuando me tumbé en la cama parecía alargarse para siempre. Mentalmente deseaba que se diese la vuelta y que se acercara a mí en sueños como hacía cada noche, incluso en aquellos tiempo en los que me creía una bandida y me odiaba.

Hasta ese momento.

Una mano tentativa buscó uno de sus hombros. Incluso dormido yo podía notar su tensión, sentir los músculos apretados bajo mis manos. Retiré la mano de golpe cuando él, inconscientemente, me rechazó, y una horrible premonición me asaltó cuando Apolo se dio la vuelta y se apartó más de mí y de mi vida.

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