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¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 59

Capítulo cincuenta y nueve: Esto se acabó

"Narra Sofia Galanis"

Apolo se despertó con el primer sonido de la alarma, saltó de la cama con una disciplina militar aunque parecía cansado, como si su cuerpo estuviera rogando por unas cuantas horas más de sueño, y yo lo observé con los ojos somnolientos.

Había pasado la noche dando vueltas en la cama, y el dolor en el estómago era algo en lo que no quería pensar, pero que no podía ignorar.

—Tienes un aspecto horrible —dijo él mientras se hacía el nudo de la corbata.

—No he dormido muy bien —admití encogiéndome en la cama para ver si así el dolor desaparecía, deseando que él se marchara para que yo pudiera enfrentarme con aquello que a mi cuerpo le ocurriese. Ansiaba por algo de intimidad.

—Quizá esto te haga sentir mejor —dijo mientras me alcanzaba a Sofía un montón de papeles que había sacado de su maletín. Yo me incorporó y comencé a leer—. Es una propuesta de convenio de custodia compartida… en caso de que tú y yo nos divorciemos —añadió mientras yo comenzaba a sentir una tristeza enorme y además como si frente a mí hubiera un agujero negro que estaba a punto de tragarme—. Al final hay una indemnización muy generosa, suficiente para que le compres el palacio de Buckingham al rey y además, tendrás una pensión mensual de por vida. Eso sin contar los estudios y la salud que ya están cubiertos…

—Por favor, detente —le interrumpi, sintiendo que el dolor empeoraba. No podía escuchar aquello, no quería escucharlo.

—Es irrefutable, Sofía. Mis abogados han estado trabajando en ello toda la semana. No puedo cambiar de idea de repente.

Las lágrimas inundaron mis ojos y él me tendió una mano.

—No nos hemos hecho muy bien el uno al otro, ¿verdad? Estoy cansado de pelear y de verte tan mal, como una prisionera aquí. No era lo que pretendía —dijo apretando mi mano. Yo tuve que morderme el labio para evitar que se me cayesen las lágrimas—. Ya tienes lo que querías. Tu despreciable familia y el crápula de tu ex novio han salido de tu vida y tú odrás vivir una vida tranquila sin problemas ni preocupaciones más que cuidar al niño, lo cual no es menos de lo que mereces.

—¿Y qué pasa contigo?

—Ciro es como mi segundo padre, ya lo sabes. Te lo he dicho una y otra vez. Y sin embargo, ¿has venido alguna vez al hospital conmigo? ¿Me has tendido una mano? ¿Has estado allí conmigo? Sé que el hospital te trae malos recuerdos por lo de tu madre, pero yo te habría ayudado a superarlo si sólo hubieses ido conmigo y me hubieses mostrado que te importaba.

—¿No lo ves? Sí que me importas —insistí pero caí en saco roto.

—Creta no es mi amante. Te lo he repetido hasta la saciedad, pero tú te empeñas en no creerme. Yo no puedo vivir así, no puedo enfrentarme a la acusación en tus ojos cada vez que llego diez minutos tarde a casa. Te expliqué cómo estaban las cosas el primer día que estuvimos juntos. Creí que confiarías en mí. Admito que he dicho cosas horribles, pero era por la agitación de la pelea, una pelea que continuamente has instigado. Te estás apartando de mí. Cada día te siento un poco más lejos, cada día siento más tu distancia —se quedó mirándome durante un momento antes de darme un beso en la mejilla—. Ambos merecemos algo mejor, Sofía. Lo sabes tan bien como yo. Esto se acabó.

Verlo marchar, ver cómo se iba era como ver meter el ataúd bajo tierra. Quería lanzarme sobre él, rogar por una segunda oportunidad, por poder retroceder en el tiempo. Sin embargo, luchando con las náuseas y la pena lo único que podía hacer era caerme de la cama. La puerta se cerró y las lágrimas finalmente salieron. El dolor en el abdomen era una tontería comparado con el de mi corazón.

Lo había perdido, había perdido al único hombre que había amado, y mis náuseas se triplicaron. Al ver la limusina alejarse por la ventanilla, llevárselo de mi lado, me sentí totalmente inundada por el dolor. El sudor me corría por la frente y el dolor de estómago se me acrecentó aún más. Sentía como si mi mundo se hubiese hecho añicos de golpe, como un espejo al que, por mucho que intentes repararlo, quedarían algunos trozos que jamás se podrían recuperar.

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