Capítulo sesenta: Afrontar la verdad
"Narra Sofia Galanis"
Conseguí llegar al baño justo a tiempo para expulsar bilis, porque en mi estomágo ya no quedaba nada más. El dolor en el abdomen iba de mal en peor y comenzaba a sentir fuertes punzadas por intervalos de tiempo. Sentí el sudor frío recorrerme la espalda.
Algo iba mal.
Tras aclararme la cara en el lavabo, me miré en el espejo. Estaba totalmente pálida, pero en mi interior sentía como si ardiera. Apoyé la mejilla contra el espejo y cerré los ojos en un intento por que la habitación dejase de dar vueltas y el dolor de estómago desapareciese.
No podía estar perdiendo al bebé. La pequeña vida parecía que tomaba proporciones gigantescas. Decirle a Apolo que lo amaba sería más fácil sin llevar un bebé dentro, menos complicado sin tener que comprender un embarazo, pero la madre naturaleza estaba jugando sus cartas en ese momento, dándome un curso avanzado en instinto maternal, y me senté en el suelo, con las rodillas encogidas para intentar proteger de algún modo la pequeña vida que llevaba en mi interior.
Con o sin Apolo, ese bebé era todo para ella.
No era sólo un heredero Galanis, era mi hijo, y perderlo sería como perder mi alma.
—¡Señora Sofia! —exclamó el mayordomo mientras se aproximaba, y tuve que envolverme en un albornoz y abrir la puerta del baño como si nada—. El señor Galanis acaba de llamar por teléfono, olvidó su maletín. Necesita unos papeles para una reunión. Así que uno de los escoltas irá en un auto al hotel a llevárselos.
—Muy bien —dije con voz totalmente normal.
—¡Señora Sofia! —exclamó el anciano de repente asustado—. Tiene un aspecto horrible.
—Todo el mundo me lo dice, Robert —respondí con amargura—. Estoy bien, de verdad. Tengo mal el estómago, sólo es eso —estuve a punto de echarle la culpa a algo que había comido, pero al pensar lo histérica que se pondría la cocinera al enterarse cambié de opinión—. Gripe intestinal o algo así.
—¿Quiere que llame al doctor O’ Connor? Puede ser peligroso para el bebé.
Por un segundo dudé. Un médico era justo lo que necesitaba, pero no con Robert pululando por ahí. De seguro le hiría con el chisme a mi marido.
—¿Robert, puede decirle al escolta que espere? Estaré lista en cinco minutos. Me gustaría ir a la empresa. Si no le importa llevarme, sería fantástico.
—Pero si está enferma.
Estaba enferma, desde luego. Enferma de mentiras, de ocultarlo todo, de evitar la confrontación. Le diría lo que sentía, que podíamos intentarlo en serio… y después de eso que pasara lo que Dios quisiera.
—Necesito ver a mi marido —dije con firmeza—. Voy a vestirme.
El viaje me pareció durar una eternidad. Tuve que luchar contra las náuseas ante los ojos inquisidores del guardia. Lo único que sabía era que tenía que ver a Apolo, decirle la verdad y empezar desde ahí. Juntos iríamos al hospital. Juntos afrontaríamos las verdad sobre nuestro hijo. No quería estar sola en el momento que me dijeran que probablemente lo estaba perdiendo.
—Pero señora...
—Por favor —pedí poniendo una mano temblorosa delante para detener a Dorian. Fuera lo que fuera lo que la vida me deparase en ese momento, tenía que enfrentarme a ello. Estaba harta de ir siempre detrás de Apolo, de que el personal intentara calmarme, de que Apolo se negase a seguir un código moral normal—. No es asunto suyo.
Empujé las puertas con las mejillas ardiendo y atravecé el recibidor sin inmutarme de lo grandioso de los alrededores, sin prestar atención al gesto que hizo el conserje a otro de los empleados de que llamase por teléfono. Era un ascensor antiguo, y cuando las puertas se cerraron me sentí como si estuviera prisionera, prisionera en mi infierno personal. Me preparé para la verdad mientras buscaba la tarjeta en mi bolso.
El pobre Dorian iba a reunirse con el señor Paladios en el hospital, pues subió corriendo las escaleras para detenerme, pero no llegó a tiempo. Pasé la tarjeta por la puerta y la abrí.
Había pensado que estaría preparada para cualquier cosa, pero al ver lo que vi me dije a mí misma que nada en el mundo podría haberme preparado para la pérdida.
La anticipación no era el antídoto para la confirmación.
—iSofia!
Apolo estaba con ella, con Apolo, abrazados y por lo que parecía… besándose.
****Tres capítulo hoy, no se pueden quejar, las tengo consentidas. Si te giusta la historia déjame tu opinión en reseñas, por favor.****

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