Entrar Via

¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 65

Capítulo sesenta y cinco: No vuelvas a tocarme

"Narra Sofía Galanis"

Al día siguiente de haber salido del hospital, mi suegro se plantó en la casa para hacer la visita y mi suegra, quien hasta el momento no sé había metido conmigo desde mi operación, aprovechó la visita de su ex marido para pulular alrededor de él y meterse en todas nuestras conversaciones.

Lo peor era que, pensando que pasaría el día aburrida en la casa, había invitado al decano Haynes para hablar sobre la tal propuesta de trabajo que tenía en mente para mí. Brenton Haynes podía llegar en cualquier momento.

—Veo que te encuentras mejor —me abrazó mi suegro mientras tomábamos el té—, estás radiante.

¿Sería por el embarazo? ¿O acaso por cierta declaración de mi marido que, aunque no podía creer, me hacía sentir mariposas en el estómago?

—Gracias, querido Ezio —mi temblorosa voz pareció hacer eco en aquella casa de techos altísimos.

Atravesamos el salón con dos sofás de terciopelo azul y varios sillones tapizados en color crema que le daban un aire cómodo pero informal. El toque de lujo lo daban las alfombras persas que cubrían el suelo.

—Vamos a tomar el postre en la terraza —le dijo el señor Ezio a la muchacha del servicio que nos estaba atendiendo—. He traído toda una bandeja de dulces para ti. Sé que los pastelitos de la cafetería de Oxford son tus favoritos.

Aunque yo preferiría estar sola, pensar y dibujar a tener que fingir sonrisas delante de mis suegros, al oír las palabras «pastelitos de Oxford» no pude contenerme. Era mi antojo favorito.

—Muchas gracias.

Incluso se me aguaron los ojos.

Las hormonas otra vez haciendo de las suyas mientras miraba al señor Ezio con una nueva perspectiva: como el abuelo de mi hijo.

Mientras trataba de contener la emoción, me preparé para enfrentarme con el resto del grupo (y con resto me refería a su ex mujer y a su testarudo hijo), esperando que fuesen tan amables como él.

Me sentía un poco abrumada por la inesperada visita y tanta buena atención… Cuánto habría dado por qué mi padre me tratar la mitad de la forma en la que me trataba mi suegro. Desde la boda de mi hermana y Archie yo no había vuelto a hablar con mi familia, y ellos, por supuesto, no me llamaron jamás, ni siquiera para fingir que yo les importaba, ni siquiera porque tenía un marido rico que podía solucionarles la vida. Su codicia no era tanta como yo imaginaba, o a lo mejor era que el desprecio que sentían hacia mí me ganaba a cualquier tipo de ambición.

—Quería venir a verte y comprobar que estás bien antes de irme a Grecia —me informó.

—¿Te vas? —de repente mis ganas de llorar aumentaron todavía más.

—Solo por unos días. Tengo un par de asuntos por resolver —se acercó a mí para pegar los labios a mi oído derecho— y a una vieja urraca que devolver al nido.

Me atraganté con mi propia saliva evitando reírme a carcajadas. Era evidente que hablaba de mi suegra y luego del ataque, no pude ponerme más contenta. Eso significaba que mi suegra se iba de la casa y aunque podía sonar insensible y era lamentable para Apolo, no podía sentirme más aliviada.

—¿Entonces la señora Cassia se va contigo? —pregunté en tono disimulado y despreocupado.

—Así es —él me siguió el rollo—. Ya ha fastidiado demasiado, ¿no crees?

Un ruido llamó mi atención entonces hacia la puerta y cuando levanté la mirada vi a... Apolo.

¿Había salido tan temprano de la empresa? Sorprendida, me permití un segundo para observarlo jugando con un perro que… ¿de dónde lo había sacado? Incluso se había cambiado el traje por un pantalón corto y una camiseta.

—¿Hablas de mí, querido? —saltó la mujer con el entrecejo fruncido, un gesto muy característico de su hijo. Ahora ya sabía de quién lo había heredado.

—Sí, no puedo esperar para encerrarme contigo en un avión por cuatro horas, querida —respondió Ezio con marcado sarcasmo.

—¿Por qué? —cuestionó mi suegra con una extraña sonrisa—. ¿Tienes miedo de revivir viejas pasiones, Ezio?

—¡Válgame Dios! —él bufó.

Estaba visto que la pareja parecía muy dispuesta a dar pelea y vi cómo Apolo se impacientaba mientras se pasaba el pelo por la cara. Era evidente que no quería estar allí, pero él mismo se lo había buscado al regresar tan temprano del trabajo, cuando yo le había dicho que no lo quería ver.

Con el pelo alborotado por el viento estaba guapísimo, pensé.

Me contuvo para no recordarle que él nunca almorzaba en la casa. ¿Estaría haciendo un esfuerzo por cuidar al niño después del susto que nos habíamos llevado? Porque la duda no dejaba de pulular en mi cabeza. Apolo había asegurado que me amaba justo cuando yo lo había descubierto con Creta. Demasiado conveniente. De ser así, sólo el tiempo diría si podía seguir haciéndolo.

Seguí acariciando al perrito, quien se tumbó de espaldas para recibir sus caricias, encantado. Era una ternura.

Entonces noté el roce de unos dedos en el tobillo y levanté la cabeza, sorprendida. Apolo, aprovechando que aún no había subido los escalones de la glorieta del jardín, estaba pasando los dedos por mi empeine; un sitio que, como él sabía muy bien, era una de mis zonas erógenas.

—Bonitos zapatos —murmuró, tocando la piel de color rojo cereza hasta que yo aparté el pie.

No, no me los había puesto para él.

¿O sí?

Lo fulminé con la mirada, pero la caricia me había puesto nerviosa. Más que eso... Me gustaría que siguiera haciéndolo. Y, a juzgar por el brillo de sus ojos, Apolo también lo sabía.

—Tócame otra vez y te tiro el zapato a la cara —le advertí en voz baja.

—Siempre tan de lengua afilada —rió él, apartando el pelo de su cara.

—Y tú siempre tan ligerito de manos.

Me aparté de él, pero no llegué muy lejos, porque entonces me tomó del brazo y de halón me trajo hasta su pech0, enfrentándome sin importarle que no estábamos solos, que teníamos los peores testigos que podíamos tener de nuestras peleas.

—Dime, querida esposa —su aliento rozó mi rostro—. ¿Piensas huir de mí toda la vida?

—No huyo, Apolo —repliqué decidida a no dejarme manipular por su magnetismo sexual—. Simplemente no te quiero cerca, entre nosotros se ha roto algo, ya te lo he dicho. Acéptalo, asúmelo y no vuelvas a tocarme.

****¿Quién vota por hacer sufrir al hombre? El karma está haciendo de las suyas. Ya le tocaba, creo.****

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé.