Entrar Via

¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 66

Capítulo sesenta y seis: No es una varita mágica

"Narra Sofía Galanis"

—¿Qué no vuelva a tocarte? —bufó sin querer soltarme—. ¿Estás pensando en dejarme, Sofía?

—Fuiste tú el que dijo que esto se había acabado —respondí.

—Eso fue antes…

—¿Antes de qué? —cuestioné algo alterada. Si a él no le importaba que tuviéramos público, pues a mí tampoco. Eso sí, mi voz era un susurro. No quería que nos escucharan aunque nos estuvieran viendo pelear—. ¿Crees que dos palabras bonitas y un perro solucionan nuestros problemas? ¿Crees que voy a creerte, perdonarte y lanzarme a tus brazos como por arte de magia?

—La verdad es que sí. Sofía —interrumpió mi protesta—, me estoy muriendo sin poder tocarte.

—Eres mayorcito, puedes soportarlo —me aparté.

—¿Puedes soportarlo tú?

—¿Crees que es un problema?

—Dímelo tú —repuso de mal humor—. El dormitorio está apenas frente a nosotros subiendo las escaleras. O… —se me acercó al opido—, podríamos hacerlo aquí mismo, a orillas del lago… Tú solo dime la palabra y yo ordeno despejar la zona.

Debí haberme puesto de mil colores porque el señor Ezio apartó la mirada de nosotros con una sonrisa mientras que mi suegra torció la boca, como si estuviera asqueada.

Aparté mi mano.

—Deja de tontear. No te queda.

—Perdona, ¿has dicho algo? —Apolo sonrió—. Estaba muy ocupado admirando tus recién adquiridas curvas.

Levanté los ojos al cielo, sin saber si sentirme halagada o irritada por el comentario. Al menos estaba intentando, a su manera, hacerse el simpático. Y en otras circunstancias, eso me hubiera causado gracia. Apolo simpático… Ver para creer.

Pero no sabía si podría soportarlo.

De un momento a otro Apolo pasó un brazo sobre su hombro para abrazarme como si la vida se le fuera en ello y, frustrada, tuve que reconocer que me gustaba el calor de su mano. ¿No acababa de decirle que no me tocase?

SIn embargo, cuando miré a mi marido para pelearle descubrí que no estaba mirándome a mí. Estaba mirando al señor Brenton Haynes… como si quisiera asesinarlo de un disparo entre ceja y ceja.

Y yo ya pensando que podría pasar una tarde agradable con un Apolo reformado. Pero no, mi marido no había cambiado en absoluto.

Apolo Galanis estaba marcando su territorio, solo le faltaba mearme encima.

“Narra Apolo Galanis”

El tal Brenton Haynes salió a la terraza en ese momento, con sus vaqueros de diseño y su chaqueta italiana. ¿Otra vez ese sujeto? ¿Qué demonios pintaba en mi casa? ¿Y por qué los jodidos guardias de seguridad lo habían dejado pasar?

Mi esposa no pensaba ablandarse y yo lo sabía. Lo había visto en suficientes ocasiones como para reconocer las señales. No obstante, habiendo estado en esa situación tantas veces, sabía cómo salir de ella.

Mi mujer tenía carácter, eso estaba claro, pero también tenía un corazón generoso. Aunque, en algún momento, yo había dejado de preocuparme por hacer las paces y a ella había dejado de importarle que no lo intentase siquiera.

Sofía se quitó los zapatos y corrió un poco para reunirse con el perro al borde del agua, la brisa apretando la blusa contra sus pechos como a mí me hubiera gustado hacerlo...

Suspirando, tomé los zapatos que dejó tirados. La exuberancia de Sofía me dejaba... como en trance. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que sentí eso?

Ella se volvió entonces para mirarme por encima del hombro, la brisa jugando con su pelo.

Era más fácil mirarla que hablar con ella. Cuando hablábamos, pretendía que no fuera tan sentimental mientras ella me exigía que dejara de usar mi lógica de empresario. No podíamos ponernos de acuerdo.

Pero el pasado amenazaba con tragarme en un momento en el que necesitaba concentrarme de verdad. Quizá debería quitarme los zapatos y...

—Muy bien. ¿Qué querías decirme?

—¿Es un crimen que charlemos un rato? —sonreí sintiéndome extraño.

—No es lo que acostumbramos hacer. Por lo general terminamos peleando.

—Entonces es un buen momento para cambiar eso. Tenemos que establecer un terreno común antes de que nazca el niño. La tensión no es buena para un recién nacido.

—Sí, estoy de acuerdo —asintió ella—. Pero no quiero que pienses que el niño es una varita mágica. Nos casamos por él y crees que ahora podemos volver a retomar la relación como si nada por él también.

¿Tan transparentes eran mis planes? ¿Y qué había sido de mi enfado por Brenton Haynes?

—Te he hecho una promesa, Sofía. Respódeme con sinceridad —hice una pausa y respiré profundo, por alguna razón me sentía... nervioso. Era la primera vez en mi vida que esperimentaba tal sentimiento---. ¿Acaso no quieres que te conquiste?

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé.