Capítulo sesenta y nueve: Dame tiempo
"Narra Sofía Galanis"
El escolta se quedó pasmado, pero yo no me eché para atrás, por mucho miedo que me diera. Llegó el taxi. El taxista fue de gran ayuda en sugerirme un hotel. Al bajar compré el periódico. Lo primero era encontrar un lugar dónde vivir y un trabajo. De nada me servía separarme buscando espacio si vivía con el dinero de mi marido.
No cené, en cambio pedí una ensalada mixta de frutas y después de analizar los pros y los contras, decidí llamar por teléfono al contacto que recién había guardado.
—Señor Haynes —lo saludé cuando atendió—, acepto su propuesta. Quiero trabajar en su galería.
Nos pusimos de acuerdo para encontrarnos precisamente allí y poder comenzar cuanto antes. Luego, prendí la tele de la habitación y no supe en qué momento me quedé dormida.
Solo sé que me desperté debido a unos fuertes golpes en la puerta.
¿Por qué tocaban habiendo timbre? Y encima parecía que la iban a derribar.
Hice un esfuerzo extremo y me levanté a abrir más dormida que despierta. Sin embargo, cuando un ramo de rosas rojas fue depositado en mis manos puse los pies en la tierra y cuando vi que era Apolo, aprovechándose de que yo estaba medio dormida, había entrado y cerrado la puerta, terminé de espabilarme por completo.
—Apolo…. ¿Y qué esperas que haga con esto? —pregunté medio descolocada, consciente del aspecto horrible que tenía, frente a él que parecía sacado de un anuncio de trajes italianos.
—Las pones en el agua para pensar en mí cada vez que las huelas…
—¿Cómo sabías dónde estaba? —pregunté.
—Mi jefe de seguridad tuvo la brillante idea de seguirte —dijo cerrando la puerta y apoyándose en ella.
—No tiene derecho a hacerlo —aludí amargamente.
—Él trabaja para mí. Y tú eres el objetivo número uno para cualquier secuestrador. Ha hecho lo que debía. Como yo, que voy a hacer lo que debo hacer.
—¿Y qué se supone que es eso?
—No dejarte marchar.
Sentí un frío que me recorría de pies a cabeza.
—¿Qué pasa contigo? —le corté con tono brusco—. Ya hemos hablado de esto, Apolo. Me parece que he sido lo suficiente clara. No quiero…
—Eres mi esposa —me interrumpió.
—¿Desde cuándo? ¿Crees que alimentándome, dándome sexo y vistiéndome ya está todo cubierto? Pues no, a mí nada de eso nunca me ha importado.
—Lo sé.
—¿Lo sabes? —bufé nerviosa—. ¿Desde cuándo? ¿Tienes idea de cómo me he sentido los últimos días antes de la operación? Me has señalado con despecho y según me dijiste, me creías de lo peor.
—Sofia…
—¿Sofía qué? —no le dejé hablar—. Deja de atosigarme, deja de comportarte como un ególatra egoísta y date cuenta de que esto es lo mejor para los dos.
—¡Pero yo te quiero!
—¡Pero yo no te creo, Apolo! —repuse—. No puedo creerte.
El silencio se adueñó de la habitación y yo tuve que sentarme. Estaba cansada pese a que recién me había levantado.
—¿Por cuánto tiempo? —preguntó de pronto.
—No lo sé —fui sincera—. El mismo tiempo nos lo dirá.
—No puedes vivir en una habitación de hotel.
—Lo sé. Ayer en la noche me puse a ver un par de apartamentos para rentar y…
—Te daré uno. Tengo un montón a mí disposición…
—Apolo no quiero…
—Eres mi mujer —me cortó impertérrito—, estás embarazada de mi hijo y no pienso permitir que vivas en un apartamentucho de quinta. No cuando a mí me sobran a montones.
—Pero…
—No pienso discutir esto, Sofía —dejó claro e incluso sonó amenazante—. Te voy a dar lo que quieres, pero tú también me tienes que dar algo de garantía de que vas a estar bien apartada de mí. De lo contrario dormiré en tu puerta todas las noches.
—Está bien —claudiqué—. Pero entonces te pagaré una renta.
—¡De ninguna manera! —saltó en el acto con una estrepitosa protesta.
—Esas son mis condiciones, Apolo —dije tajante—. Es tu oportunidad para demostrarme que me quieres, que tienes palabra, pero sobre todo, para demostrarme que me respetas. Lo tomas o lo dejas.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé.