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¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 72

Capítulo sesenta y dos: Fuera los juegos preliminares

"Narra Apolo Galanis"

Tirado en una tumbona al lado de la piscina, bebí un sorbo de mi refresco. Hasta yo me sentía ridículo tomando algo que no contuviera alcohol, sobre todo estando en una fiesta.

Por supuesto que me gustaría tomar algo más fuerte, pero necesitaba tener la cabeza fría para hablar con mi esposa.

Una orquesta tocaba en el cenador, la brisa moviendo el agua de la piscina llena de magnolias y velas flotantes... La mujer de mi amigo había organizado aquella fiesta sin olvidar un solo detalle.

Las invitaciones a la finca de Fabio Caruso eran raras porque el hombre valoraba mucho su intimidad, sobre todo con la reputación que le precedía, aunque reunir a políticos y empresarios en su casa sería ventajoso para su empresa. Y para sus pretensiones políticas también, ya que cada día estaba más metido en asuntos de Estado.

Yo en cambio prefería su discreto papel, manejando la fortuna familiar. Sofia había dicho alguna vez que admiraba eso de mí.

Y, justo en ese momento, la vi aparecer. El ruido de conversaciones y risas pareció disolverse y volví a sentir el escalofrío que había sentido tantas veces desde el día en que la había conocido. Estaba hablando con mi padre que ya había regresado de Atenas y sonreía como en otros tiempos...

Me alegraba de que hubiera accedido a venir conmigo a la fiesta.

El vestido color burdeos que llevaba abrazaba sus curvas con discreta elegancia, dejando al descubierto sólo sus piernas. Unos mechones de pelo escapaban artísticamente del moño, enmarcando su cara... pero cuando se volvió para tomar el canapé que le ofrecía un camarero, yo estuve a punto de atragantarme con el jodido refresco.

Sabía que el maldit0 vestido dejaba la espalda al descubierto, puesto que lo había detallado antes de su apartamento cuando fui a buscarla. Pero ahora… la piel de Sofia brillaba con una cualidad translúcida que me recordaba a las magnolias que flotaban en la piscina.

—Bonita fiesta, Sabrina —me dirigí hacia la anfitriona de la fiesta mientras me acercaba, tratando de meterme en el grupo que habían formado ella y mi padre con mi esposa. Las dos mujeres se habían juntado desde que yo las presenté cuando llegamos a la fiesta.

¿Qué era eso que tenía mi mujer en el hombro? ¿Brillo plateado? ¿Por qué no se lo había visto en el viaje cuando veníamos a la fiesta?

—Estaba preguntándole a Sabrina el nombre de la empresa de catering.

—Y yo le estaba diciendo que me alegro mucho de que hayan venido, Apolo —Sabrina miraba de mi esposa a mí sin disimular su curiosidad.

Yo ya sabía que no podría evitar un interrogatorio después. La esposa de mi amigo podía ser implacable, el epítome de la magnolia de acero

Y hablando de mujeres de carácter... ¿cuándo pensaba Sofia dar la noticia de su embarazo? Cualquier persona que mirara su estómago más de cinco minutos podía darse cuenta. Aunque yo preferiría esperar hasta que estuviéramos juntos en todos los sentidos.

—Ah, ahí está el juez Stanford con su nueva esposa —dijo Sabrina—. Tengo que ir a saludarlos. Disfruten de la fiesta, chicos.

—Yo te acompaño —añadió mi padre, bajando y subiendo las cejas con picardía. Tuve que poner los ojos en blanco y mirar al cielo. Pero entonces él me palmeó el hombro y se acercó a mi oído para susurrarme—. Aprovecha la velada y no vuelvas a estropearlo.

Dejé escapar un sonoro resoplido. Mi padre y su carácter podían conmigo. Sí falta de sutilidad a propósito era lo peor.

—¿Todo bien? —mi esposa se volvió hacia mí en cuanto se quedaron solos.

—Sí —asentí—. Estás preciosa.

—Eso ya me lo has dicho —señaló y era cierto, pero yo era capaz de repetírselo una y otra vez con tal de verla sonrojarse. El rojo en las mejillas le sentaba de maravilla—. Te agradezco que no le hayas contado sobre mí embarazo a tus amigos. Sé que no es fácil para ti. Fabio te estima como si fueras su hermano, según las palabras de Sabrina.

—El sentimiento es mutuo. Aunque no nos podamos reunir muy a menudo —me encogí de hombros para quitarle importancia al tema—. Le contaré sobre mí paternidad cuando tenga que hacerlo.

—Sí, claro. Voy a contarte un secreto —dijo Sofia entonces—, pero tienes que prometer que no vas a contárselo a nadie.

Rocé su pecho con un dedo para hacer una cruz.

—Te lo juro.

Ella se apartó de un salto, cruzando los brazos.

—¿Cuál es ese secreto?

—Estoy convirtiéndome en adicta al chocolate blanco… gracias a ti. ¡Incluso he dejado los pastelitos a un lado!

—De nada —me eché hacia atrás. Ver ese polvillo plateado sobre su piel e imaginar hasta dónde se lo habría echado era suficiente por el momento—. Puedes descruzar los brazos, querida esposa.

Con un poco de suerte, mi mujer se daría cuenta de que, probablemente por primera vez en mi vida, iba a tomarme el fin de semana libre. Fabio se volvió hacia su esposa.

—¿Lo tengo?

—A mí no me mires. No soy tu jefe.

—Venga...

—Sí, Apolo —Sabrina puso los ojos en blanco—. Mi marido puede jugar contigo este fin de semana. De verdad, ustedes dos cuando se juntan son como niños.

"Narra Sofía Galanis"

Viéndolos tan felices, no pude evitar sentir cierta envidia. Aunque me alegraba por ellos, esa felicidad en contraste con mi situación me dolía un poco.

Pero estaba cansada de autocompadecerme. Estaba cansada de llorar. Mi vida no era perfecta, pero tenía muchas cosas por las que sentirme feliz. Tenía que pensar en mi hijo, por ejemplo.

Y en reavivar la pasión de mi marido.

¿Me atrevería a atizar ese fuego otra vez? Los dos habíamos sufrido y... ¿cuándo había vuelto yo a ser la tímida Sofía de antes?, Me pregunté entonces.

De un momento a otro me erguí, preguntándome cuánto tiempo llevaba encogida. Demasiado.

No sabía dónde iban las cosas con Apolo. Aunque imaginaba que él, dado su sentido del honor, querría reparar nuestro matrimonio por el niño. Pero yo no estaba de acuerdo. Ni siquiera sus coqueteos podrían cambiar eso.

Sin querer miré sus anchos hombros, su postura tan masculina... y, de repente, sentí el deseo de explorar aquella nueva atracción.

Me había cansado de mantenerlo a distancia. Estaba sexualmente frustrada y era hora de que Apolo dejase de toquetearme y me diera algo de acción. Fuera los juegos preliminares y los tonteos, yo quería sexo.

****Digan "Hola" a las hormonas del embarazo. Me da la sensación de que a Apolo le van a romper su traje de firma esta noche.****

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