Capítulo setenta y cinco: Accidente por partida doble
“Narra Sofía Galanis”
Tuve que sujetarme al salpicadero, tratando de que mi cerebro cambiase de marcha tan rápido como lo hacía mi marido en el coche mientras nos dirigíamos a toda prisa hacia la propiedad de Fabio Caruso, en donde todavía estaba mi suegro. No habíamos tenido que discutir siquiera. Pensar en la madre de Apolo con la que yo aún no había conseguido entenderme muerta tan lejos de casa...
Y yo quería estar con la familia. Necesitaba estar allí porque podía imaginar el miedo que tendría mi marido. Mi propio corazón se había roto al perder a mi madre cuando era pequeña. ¿Por qué clase de infierno estaría pasando Apolo en ese momento? Incluso para el señor Ezio tenía que ser bastante difícil de asimilar.
Oh, Dios múo, Apolo... sí, tenía que estar a su lado aunque él no me lo pediría nunca. Nunca reconocería que me necesitaba.
¿Qué estaría pensando en aquel momento?, me pregunté. Iba sujetando el volante con una mano a la vez que mantenía la otra en la palanca de cambios.
Si pudiera hacerlo hablar...
—¿Qué más te ha dicho tu padre?
—Sólo que había decidido viajar otra vez aquí a Londres. El avión de transporte que llevaba a mi madre desapareció del radar y las radiotransmisiones indican que puede haberse estrellado en medio de la nada… ahogados en el mar… Están buscando los restos ahora mismo.
—Lo siento mucho. Tu padre debe de estar frenético —pensé en voz alta con pesar. No me llevaba bien con la señora Cassia, pero eso no era un motivo suficiente para desearle algún mal—. Fue a él a quién le dieron la noticia.
Las horrendas posibilidades eran impensables.
Apolo se detuvo en un semáforo, pero mantuvo el pie en el embrague como si no pudiera esperar un segundo más para llegar a la casa de su amigo. El semáforo se puso en verde y pisó el acelerador...
Los faros de otro coche me cegaron entonces. Yo escuché el chirrido de unos frenos y todos mis músculos se pusieron en tensión, anticipando el golpe. Me agarré con firmeza al salpicadero con una mano, llevándome la otra a la cintura en un fiero deseo maternal de proteger a mi bebé...
Apolo dio un volantazo... y yo sentí cómo caí de lado, golpeándome la cabeza contra la ventanilla del auto.
Y luego… todo se volvió negro.

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