Capítulo ochenta y dos: Ladrón de mujeres ajenas
“Narra Sofia Galanis”
De inmediato me aparté de mi jefe, buscando algo qué decir que no fuera el típico: «no es lo que parece». Yo misma estaba aún tan sorprendida por la escenita que apenas podía entender lo que pasaba.
—Vamos a portarnos como adultos sensatos… —traté de conciliar.
Apolo sacudió la cabeza, sin dejar de mirar al otro hombre.
Era increíble. Incluso en otras circunstancias me hubiera echado a reír. Mi marido tenía que entrar precisamente en ese momento, confirmando de primera mano todas sus sospechas.
—Si sales un momento, podemos hablar...
—¿Hablar? —repitió Apolo—. No, no lo creo. Pero sí sería buena idea que tú salieras del despacho.
—¿Señor Haynes? —suspiré con frustración—. ¿Puede salir de mi despacho, por favor?
—No. No voy a dejarte sola con él.
—¿Estás insinuando que yo le haría daño a mi esposa? —le espetó Apolo, furioso—. Eres tú quien le hace daño tratando de coquetear con ella en la oficina.
Tuve que avanzar para ir y colocarme entre los dos hombres.
—Por favor, cállense un momento...
Pero ninguno de los dos estaba escuchándome.
Apolo me empujó a un lado con suavidad por supuesto y se dio la vuelta para mirar a Brenton Haynes.
—Sólo voy a decir esto una vez, Haynes ladrón de mujeres ajenas: aléjate de mi mujer.
—Técnicamente no es tu mujer.
—¿Cómo que no? Estamos casados y está esperando un hijo mío.
Entonces yo estuve a punto de soltar una carcajada al ver la expresión de mi jefe. Y si no estuviera tan enfadada, lo habría hecho. Estaba enfadada con Apolo por decirle al decano lo del embarazo sin contar conmigo y con el señor Haynes por portarse como un crío. Además, mi marido debería saber que podía confiar en mí.
—¿Vas a tener un hijo? —preguntó, atónito entonces el crápula descarado. Sofia asintió, haciendo un gesto de rabia—. ¿Estás embarazada, Sofia?
—Sí, estoy casi de cinco meses.
¿Por qué ella hacía ese gesto de rabia?, me pregunté Apolo repente al verla. Si alguien debía estar furioso, era yo. Brenton Haynes se había atrevido a tocar a mi mujer...
Cada vez que lo pensaba lo veía todo rojo.
El tipejo se agarró a los brazos del sillón y movió la mandíbula para comprobar si se la había roto.
—Voy a demandarte por esto —Haynes miró a las personas que se habían reunido en la puerta, la recepcionista y dos extraños que debían de ser clientes—. Ustedes son testigos de lo que ha pasado aquí.
Dejé ver una de mis sonrisas más amenazadoras al tiempo que daba un paso adelante. Al parecer a Brenton Haynes se le había olvidado que no se estaba enfrentando a cualquier hombres. Al parecer se le olvidaba que yo era el hombre más poderoso de todo Londres.
—Si es lo que quieres hacer, hazlo, no me importa. Yo presentaré una contrademanda. Incluso un estudiante de primer año de Derecho sabría que tu comportamiento puede calificarse como acoso sexual. Eso sí —añadí con evidente amenaza—, digas lo que digas y hagas lo que hagas, puedes dar tu puesto de Decano de la Universidad de Oxford por perdido… Estás acabado, Brenton Haynes, eso te lo puedo asegurar.
*****Hoy toca capítulo doble. No olviden dejarme sus comentarios y reseñas. Las leo. Están un poco silenciosas estos días.****

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé.