Capítulo noventa: Un susto y una escapada
"Narra Sofía Galanis"
—¡Dios mío!
Esa fue la primera noticia de la entrada de Apolo en el baño, junto con la orden de que no me moviera. Luego, sus manos exploraron mi cuerpo para ver si estaba herida.
—Creo que no me pasó nada —le hice saber. La caída había sido más un susto que otra cosa.
—Puedes haberte roto algo. ¡El bebé! Te oí gritar...
—Me asusté —dije al poder respirar más tranquila. Ahora me tocaba calmarlo a él—. Pero no me he golpeado ningún músculo, ni el abdomen. No me duele nada.
—Te voy a poner cómoda aquí en el suelo y luego voy a llamar a un médico.
—Eso sería una tontería.
Apoyé las manos en el suelo y me levanté lentamente. Me di cuenta de que no me había hecho daño, pero la cabeza seguía dándome vueltas.
Apolo se dio cuenta de lo que me pasaba en realidad y me sujetó mientras yo vomitaba en el retrete. Me pasó un paño húmedo por la frente y me murmuró cosas que parecieron frases de preocupación en griego.
—Estoy borracha —gemí.
—No, te has mareado por el movimiento del barco. Debería haber pensado en ello. Voy a llamar a O' Connor. En el botiquín debe haber algo que te haga sentir mejor.
Me llevó de vuelta a la cama, me envolvió en una toalla y luego me arropó con el edredón para salir del camarote.
Unos minutos más tarde, reapareció con un vaso de agua y una pastilla. Se sentó en la cama a mi lado mientras me la tomaba. Vestido con unos vaqueros negros y camiseta beige parecía más joven, más cercano y más atractivo de lo habitual.
—Ahora me pondré mejor, ya me puedes quitar esa cara de espanto.
—No, me quedaré hasta que te duermas. Pospodremos la cena unas horas hasta que te sientas mejor.
—¡Pero yo no quiero dormir!
—Deja de comportarte como una niña pequeña y hazme caso —me reprendió como si yo de verdad fuera una—. El médico dijo que te sentirás mejor en un rato.
Me enfurruñé algo disgustada, pero no lo contradije. Todavía me sentía mal. ¡Menudo susto nos habíamos llevado los dos!
Cuando me desperté, los párpados me pesaban enormemente. Apolo estaba tumbado a su lado en la cama, despierto y mirándome.
—Apolo, ¿qué hora es?
—Tarde. Las diez de la noche. No hemos comido desde que embarcamos, ni hemos salido de este camarote. Me imagino que la tripulación estará satisfecha con mi virilidad.
Algo me impulsó a decir:
—¡Yo sí que lo estoy!
Apolo se tensó y yo me ruboricé.
—No sabes cuánto me alegra escuchar eso, querida esposa.
De igual forma no salimos del camarote. Nos trajeron la cena a la cama y después disfrutamos de una buena sesión de sexo como postre.
Al día siguiente él tuvo que marcharse a encargarse de los negocios que lo habían traído a Grecia y yo me decidí a abandonar el barco. Ya que me daban la oportunidad de viajar, no la iba a desaprovechar y no me iba a quedar en el barco sin nada que hacer salvo tomar el sol y pensar en la ausencia de mi marido y las ganas de arrancarle la ropa que no se me quitaban.
A veces incluso me avergonzaba de mí misma. Parecía una maniática del sexo.
—Solo quiero ver el Templo de Zeus, ¿de acuerdo?
—Cuatro.
—¡No hay manera de que me hagas entrar en ese coche, donde no quiero estar, Apolo Galanis! —exclamé con los brazos en jarras.
—Cinco.
Crucé los brazos y levanté la barbilla. Apolo salió del coche. Con un traje ligero color miel, estaba espectacular. A pesar de estar enfadada con él, los latidos de mi corazón se aceleraron y la boca se me secó. Entonces de un seco movimiento me tomó de la cintura y me subió a sus hombros.
Él me tomó en brazos y me metió en el coche.
Sorprendida por su brutalidad, le grité:
—¡Voy a salir de aquí ahora mismo!
Pero él me lo impidió.
—Has arriesgado la vida cuando dejaste la seguridad del yate.
—¿De qué me estás hablando?
—Te guste o no, eres la esposa de un hombre muy rico, lo que hace de ti un blanco muy vulnerable.
—¿Para qué?
—¡Para los raptores, ladrones y los paparazzi! ¿Cómo pudiste salir sola? ¡¿Te volviste loca?!
****El señor Griego se nos descompuso jeje. Aquí la dejamos hasta mañana. Un beso.****

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