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¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 91

Capítulo noventa y uno: ¡Te ha salido competencia!

"Narra Sofía Galanis"

En el mismo momento en que supe que habías abandonado el barco, me preocupó seriamente tu seguridad personal. El miembro de la tripulación que te siguió no pudo saber hasta anoche por dónde andabas.

Me puse pálida.

—Ningún ladrón encontraría nada de valor que robarme.

—¿Y te gustaría verte a merced de una banda de ladrones que no podrían conseguir siquiera un buen reloj por su trabajo?

Se me hizo un nudo en el estómago. Su auténtica preocupación me hizo sentirme avergonzada.

—Yo... lo siento. Sinceramente, no pensé...

—Por lo menos estás bien.

—Y ahora vamos a ir a ver el jodido templo. —murmuró él.

—No, no importa... Ni siquiera vas vestido para...

—Insisto, querida esposa.

Lo miré sorprendida.

Nos siguieron su jefe de seguridad y otro guardaespaldas a una discreta distancia mientras nosotros nos dedicamos a explorar el lugar. Era un día precioso y a mí me encantó todo lo que vi.

En un momento dado, vi que Apolo me miraba fijamente.

—¿Qué pasa?

—Eres inconsciente de tu propio poder. De muchas maneras, todavía eres muy inocente. Te deseo, querida esposa.

De repente, fue como si el ambiente se cargara de electricidad. A mí me entró un sudor frío cuando él me puso las manos en los hombros y me miró a los ojos fijamente.

—Puede que duela esperar, pero la anticipación hace mayor el placer —añadió él.

Seguimos andando de la mano y, cuando volvimos a la limusina, yo estaba agotada. Alguien dijo algo de almorzar y Apolo se rio. No presté atención, lo único que me importaba era la mirada de Apolo sobre mí y la forma posesiva en que me agarraba la mano.

Una vez en la parte trasera de la limusina, me incliné hacia él y Apolo me sujetó por la espalda.

—No tenemos suficiente tiempo —dijo él—. No quiero que nos interrumpan.

Poco después, la limusina se detuvo delante de un edificio palaciego y Apolo me hizo salir del coche. Respondió con una inclinación de cabeza al hombre que nos saludó al entrar y, cuando vi el lujoso interior, me di cuenta de que estábamos en un hotel muy exclusivo.

—La gente nos mira —dije ruborizándome.

Él se encogió de hombros.

A la suite nos condujo una doncella en vez del tradicional botones.

—Es preciosa —dije cuando la doncella se había marchado.

Pero Apolo no dijo nada y se limitó a besarme con un ansia que me quitó la respiración.

—¡Dios mío... necesito estar dentro de ti! —exclamó.

Me tomó en brazos y me metió así en la habitación. Allí me dejó de nuevo en el suelo y me bajó la cremallera del vestido para bajarlo a continuación. Luego, se quedó mirándome semidesnuda.

—¿No deberíamos habernos registrado en recepción? —pregunté.

—¿Por qué?

—Estoy ardiendo por esto —dijo él.

Me penetró de un solo y poderoso empujón que me hizo gemir. Se enterró profundamente en mí, me miró con satisfacción y dijo:

—Te siento como seda caliente. Es en esto, en estar de nuevo contigo, en lo único en lo que he pensado desde que te dejé.

No pude hablar. La intimidad de su orgullosa posesión me había dejado atontada. Todo me cuerpo ardía de excitación.

Al terminar, nos tumbamos en las exquisitamente frescas sábanas; me siguió abrazando.

Entonces él se rio.

—Ha merecido la pena pasarme todo el santo día pensando en esto, cara mía

Una oleada de calor se apoderó de nuevo de mí, borrándome de nuevo todo de la mente. Mis senos estaban apretados contra su pech0. Estaba muy cerca de él, pero todavía no lo suficiente.

—Ahora me gustaría mostrarte todas las formas maravillosas en que te puedo dar un placer increíble, señora Galanis.

Los primeros rayos del alba me despertaron cuando me dieron en la cara y cuando palpé la cama a mí lado buscando el cuerpo de mi marido la encontré vacía. Supuse que ya se había a trabajar. ¡Y yo ni siquiera lo había sentido! Me había dejado agotada la noche anterior.

Perezosa, pero contenta de no sufrir náuseas aquella mañana me fui hasta el baño. Apostaba a que tenía una sonrisa bobalicona en la cara debido a mí experiencia en Grecia. Era como la luna de miel que nunca había tenido.

Tomé el cepillo de dientes y me miré en el espejo, pero entonces encontré algo escrito en él. Parecía labial.

“¡Te ha salido competencia! Y de la buena.”

¿Competencia? ¿Qué clase de competencia?

Pero entonces vi la revista del corazón que había abierta debajo. Una página a todo color con una sola foto de una preciosa rubia.

“Apolo Galanis trae a su esposa a Grecia y la abandona por unas horas para visitar a su amante.”

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